Julia Roberts

Una persona teclea en un ordenador. EFE.

He de confesar que me sentí Richard Gere e incluso sonreí.

El otro día llegué al trabajo con algo de sueño, un poquillo de pereza y una sensación de hambre que me duró lo que cuesta pulsar el botón de inferior izquierdo de la máquina de café.

Recuerdo que encendí el ordenador y, de repente, vi que había recibido 256 emails desde el viernes hasta el domingo. ¡Horror! Levanté las cejas y me acordé de aquel chiste muy de aquí: “¿Cómo meterías cuatro elefantes en un 600? Dos delante y dos detrás…”. Así que yo debía introducir en mis retinas esos correos electrónicos. Todos. De uno en uno. Como canta Melendi, “sin pausa, pero sin prisa…”.

En un primer vistazo, entre la maleza, me llamó la atención un email en cuyo asunto podía leerse “Julia Roberts”. Me acordé de ‘Pretty woman’, película azucarada y empalagosa que habré visto sin rechistar diez o doce veces.

Seguí contestando correos electrónicos, eliminando spam y, un buen rato después con todo ya gestionado, me quedé frente a frente con Julia Roberts. Antes de pulsar el ratón y descubrir el mensaje he de confesar que me sentí Richard Gere e incluso sonreí. Pobre… Sonreí hasta que descubrí que, tras Julia Roberts, solo había un triste spam lleno de caracteres en chino mandarín.

Ideación de ‘Julia Roberts’

¡Qué sorpresa me llevé cuando vi en la bandeja de entrada de mi correo electrónico un email con el asunto “Julia Roberts”!

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