Kafka por un día

Un mosquito se posa sobre una superficie.

El otro día me dejaron una bici para hacer un recado y, mientras le daba a los pedales, tarareé ‘Y sin embargo’, de Joaquín Sabina, hasta que al pronunciar ‘por ti la vida entera’ me entró un mosquito por la boca.

Y uno que es muy listo va y se lo traga… Tosí, carraspeé, escupí, pero David pudo con Goliat. Me rendí. Lo imaginé volando por mi esófago, yendo del duodeno al hígado sin escalas o desorientado al tratar de localizar mi vesícula extirpada.

Y en un chispazo de la vida me acordé de Kafka, de su ‘Metamorfosis’ y de su protagonista, Gregorio Samsa, quien de la noche a la mañana amaneció convertido en un insecto. Y me vine arriba. Y me sentí Kafka por un día. Me miraba en el espejo y veía a un tipo trajeado con un pelo frondoso hacia atrás, unos buenos pares de cejas y de orejas y una nariz importante. Si parpadeaba muy deprisa, adornaba mi cabeza un bombín.

Mi metamorfosis kafkiana me sorprendió de tal forma que exclamé un “¡guau!” de tales proporciones que aquel mosquito salió por donde había entrado. Y se me cayó la careta de Kafka. Y regresé a ser quien soy. E hice el recado. Y devolví la bici. Y volví a tararear ‘Y sin embargo’ con la esperanza de que un mosquito me volviese a transformar en Kafka.

Cuando le conté todo esto a mi mujer, me dijo: “Si va a tener razón mi madre, que dice que me he casado con un bicho raro”.

Ideación de ‘Kafka por un día’

La de cosas que se le ocurren a uno cuando se traga un mosquito…

Caracteres con espacios: 1.485