¿Qué me pasa, doctor?

Coca-cola

Tras un dolor de tripa que acabó con mi vesícula en un frasco, recordé la anécdota de unos días antes.

Un médico me recomendó que tomase Coca-Cola. Yo busqué sin éxito la cámara oculta o quise cerciorarme de si estaba o no en medio del ‘Show de Truman’.

-¿Con hielos y una rodaja de limón? ¿Cada ocho horas?, le pregunté con rabia y sin obtener respuesta alguna.

En otro momento, después de una bajada de tensión, un galeno recién salido de la facultad me indicó que, para recuperarme, acabara con una lata pequeña de aceitunas rellenas de anchoa. Una vez más, incrédulo, puse cara de póquer y mascullé alguna que otra barbaridad.

Pese a mi nula fe, he de confesar que tanto la bebida como el aperitivo me sentaron de maravilla. Es más, lo reconozco: incluso mejoré.

Y yo, que soy de Letras puras, una vez que asumí mi nula capacidad para estudiar la carrera de Medicina durante seis años, preparar el MIR y, luego, la especialidad, opté por la calle del medio… Acabo de abrir un bar, ‘Fonendoscopio’ para más señas, donde escucho a los clientes cual psiquiatra, ‘receto’ una ración de sin hueso a los hipotensos y me atrevo a administrar, vía oral, Coca-Cola ante cualquier problema gástrico. Mi mujer, médico internista, me ha denunciado por competencia desleal.

Ideación de ‘¿Qué me pasa, doctor?’

Ayer escuché en un programa de radio distintas bondades de las aceitunas rellenas de anchoa.

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