El vientre vacío
Pilar Adón cuestiona en 'Las órdenes' los papeles asignados tradicionalmente a la mujer a través de poemas de belleza desnuda.
Una habitación angosta, de cortinas raídas y con vistas a un patio de luces oscuro. Una estancia incómoda y, sin embargo, conocida, familiar, íntima. Este es el lugar al que conduce Las órdenes de Pilar Adón (Madrid, 1971), un poemario valiente que cuestiona los roles tradicionalmente impuestos a las mujeres: la maternidad, la crianza, el cuidado.
A través de una belleza desnuda que golpea en el vientre, Adón reflexiona sobre la decisión de no ser madre, las relaciones entre madres e hijas, las grietas familiares y la intimidad resquebrajada. El libro se divide entre tres partes, aunque firmemente unidas por un hilo, el de la resistencia íntima. Madres e hijas, la enfermedad y la vejez, la literatura y, sobre todo, retazos de la vida cotidiana laten en estos versos libres.
Adón construye escenas en las que hay ranas, plantas, clínex, tortilla y desinfectante. Y precisamente ese desinfectante que se repite es la sustancia que parece que recorre su poesía para dejarla lejos de cualquier artificio o recurso poético vacío. Irradia una belleza limpia, dolorosa, de herida en carne viva. Son historias incómodas, quizá por lo fácil que es ver el reflejo propio en distintas situaciones: las aspiraciones, los miedos, los tropiezos, las oportunidades perdidas, la dificultad de estar en un lugar y compartirlo con otros. No se habla de un tipo de mujer en un tiempo concreto, sino que, a través de una voz sumamente personal, se escucha el eco de generaciones, historias repetidas y tejidas a largo de los años. Es quizá la constatación y la denuncia de la pervivencia de esos patrones el aspecto más sobresaliente de este poemario. Habla la voz de una poeta, sí, pero en ella está el torrente de muchas otras.
Frente a los poemas más narrativos y extensos, el libro recoge algunos versos que son como un rayo en mitad de ese bosque tormentoso, una luz que ilumina realidades incómodas: “Solo quien tiene el amor lo cree prescindible”. Difícil decir más con menos palabras.
Adón, también novelista, cuentista y traductora, muestra en la poesía una voz, como siempre, indómita y consciente, pero más abierta. Uno puede pararse en los versos como quien pulsa un botón que abre las puertas a sensaciones que quizá permanecen dormidas o anestesiadas, por el miedo o la autocomplacencia, pero que están ahí, latentes. Y la autora las saca a flote y las pone delante, aunque estén marchitas.
Las órdenes. Pilar Adón. La Bella Varsovia. 68 páginas. 10 euros.