El abuelo ganador del concurso de chistorra de Navarra

Hay fotografías que se quedan clavadas en nuestras retinas sin que el tiempo pueda borrarlas.

Estoy convencido de que ustedes recordarán imágenes como aquella en la que un buitre espera paciente la muerte de una niña desnutrida.

La niña afgana de los ojos verdes, ¿la recuerdan?

El hombre que se enfrenta a una columna de tanques en la Plaza de Tiananmen en Beijing.

El famosísimo beso que simbolizó el final de la II Guerra Mundial.

¿Sigo?

La niña quemada por napalm en la Guerra de Vietnam.

Cómo olvidar a Omayra Sánchez, una niña de 13 años atrapada en los escombros tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz en Colombia.

La brutal ejecución a un prisionero del Viet Cong en las calles de Saigón.

La icónica imagen del Che Guevara.

La histórica captura de una persona cayendo de las Torres Gemelas durante los ataques del 11 de septiembre.

Los once trabajadores de la construcción almorzando tranquilamente en una viga de acero a 250 metros de altura durante la construcción del Rockefeller Center.

La caída del muro de Berlín.

La llegada del hombre a la Luna.

Muchas.

Muchísimas instantáneas que nos evocan un pasado.

En Navarra, también recordamos otras tantas como la calle Estafeta al paso del encierro envuelta en rojo y blanco.

Indurain vestido con el maillot amarillo y con el pañuelo de San Fermín anudado al cuello.

El milagro de la salvación de Osasuna en Sabadell.

La quema del bandido Miel Otxin en Lantz.

Los peregrinos camino a Javier.

Y otras tantas que, seguro, ustedes podrán aportar a este escrito.

Sin embargo, hace ya un par de semanas que me pellizcó el corazón una imagen que, dudo mucho, pueda olvidar.

Aconteció en el Concurso de Chistorra de Navarra de este año en el que el ganador, Carlos Iriguíbel Lanceta, dedicaba el primer premio obtenido a su padre, Ángel Mari Iriguíbel, colocándole la txapela entre lágrimas.

IÑIGO ALZUGARAY

Una maravillosa fotografía en la que una familia entera llora de alegría.

Debo decir que me conmovió.

Preciosa. Preciosa imagen.

Solo espero regresar a Navarra muy pronto para acercarme a la carnicería Iriguíbel sita en Huarte, conocer a Carlos y Ángel Mari, saborear la galardonada chistorra y, al hacerlo, me brote frente a ellos una lágrima de emoción.