El cierre del Café Gijón y la memoria del viejo Café Vienés de Pamplona

Café Vienés en la Taconera.
"Un cartel antiguo que aludía al autor de Los Miserables, una cafetera dorada y una lluvia pellizcando el cristal arropaba aquellos instantes de melancolía que se traducían en felicidad cuando emanaban mis poemitas".

Acudía con apenas dieciocho años al Café Vienés sito en el parque de la Taconera de Pamplona a derramar sobre un papel en blanco aquellos infantiles versos que luego recitaba en la Casa de la Juventud junto a mi querido, siempre, Salvador Gutiérrez y a otros experimentados poetas.

Un café que a mis ojos envolvía un ambiente bohemio y soñador que me trasladaba a otra época, quizás más próxima y feliz a la que en ese momento estaba viviendo.

Un cartel antiguo que aludía al autor de Los Miserables, una cafetera dorada y una lluvia pellizcando el cristal arropaba aquellos instantes de melancolía que se traducían en felicidad cuando emanaban mis poemitas, pueriles y sinceros, en aquellas cuartillas.

Hoy el café Vienés es una taberna vestida con otras mesas, con otra carta, quizás con otros huéspedes y, sin duda, con otro ambiente.

Arribo a este recuerdo al leer una noticia en la que advierto que se cierra el Café Gijón de Madrid, se presupone, hasta enero.

Inaugurado en el año 1888 por Gumersindo Gómez se convirtió, desde el primer día, en un espacio de tertulias, debates intelectuales y reunión de generaciones de escritores, periodistas y artistas.

Antonio Machado, Pío Baroja, Valle-Inclán, Benito Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Ana María Matute, Fernando Fernán Gómez, Camilo José Cela o Truman Capote, Orson Welles y George Sanders fueron algunas de las celebridades que acudieron ocasional o habitualmente a este café que amenaza con un cierre temporal que promete respetar su identidad literaria y su legado histórico.

He visitado muchas veces el café Gijón.

No ha habido ocasión en la que no barriese con la mirada el local intentando hallar el ánima antigua de aquellos admirados escritores o anhelando atrapar las musas que revolotean, seguro, por esos lares, para que me echasen una mano con mis inexpertos textos y versos.

Ya lo sé.

Para la gran mayoría, seguramente, poco o nada se parece el Café Gijón a mi añorado Café Vienés.

Quizás, solamente, era un joven de provincias que anhelaba encontrar en mi ciudad natal un espacio similar al de la capital.

Ese lugar, bohemio y soñador, que me alejaba a la felicidad y me dirigía a las palabras más hermosas.