Vagar hasta encontrarte

Nada vale la pena de ser encontrado sino lo que jamás ha existido aún.

¿Sabes una cosa?

Hoy, mientras se destapaba soñando

del cielo la luna y erraba nocturna,  

-violeta y jazmín y nardo-,

con el sueño la estrella,

te he encontrado.

Esparces olor a verano

y parece que a tu paso

las flores,

nuevas y cercanas, 

agitan suspiros e invaden

de amor y magia los campos.

Estaba con esa alegría grata

que otorga un libro

y habitaba con la única codicia

de continuar leyendo.

Y sin saber lo que se ama

-al encontrarte-,

se quedó

mi última letra leída,

enamorada.

Lo sé.

Sé que te produce tedio esta rosa.

Quizá,

prefieres menos corazón 

y más carne y sudor y vaho.

Lengua, acaso.

Espada.

Espuma blanca.

¿Sabes una cosa?

Ignoro qué caminos

-terrosos, verdosos y arenosos-

besaste o cazaste o has demolido.

Yo solo advierto 

que te he encontrado.

Y así gatea esta sonata,

-risueña y dorada-,

en la concesión de este sentimiento 

que no sabe si mañana 

andar hacia tus alados brazos;

o a tus serenos ojos;

o inflamados labios.

Pero te he encontrado.

Y mi nombre ya es amor

que vaga eterno

por esta palabra

que es más tuya que mía.