Ya sé quién es

Una pareja de niños baila en una fiesta.

‘Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso’

Ya sé quién es.

¡Ay, se puede ser tan dichoso!

Disimulad mi éxtasis pero…

Ya sé quién es.

El viernes 15 de diciembre

fui a cenar con amigos.

Comimos tartar de atún.

Ensalada con queso.

Pastel de cereza.

El vino era azul.

Bueno, la botella lo era.

Y después,

-como luces de valses y palomas-,

nos fuimos a bailar.

Y ahí fue donde la vi.

¡Ay, se puede ser tan dichoso!

En mi hombro ancló su mano

y me dijo:

(-no sé si lo soñé o, en verdad, me lo dijo-)

“Hasta Dafne y Atis

conocen tu tristeza.”

Y yo que oigo campanillas de oro

y que sueño cristales

y almidono la luna.

Yo que soy más poeta que los gitanos;

más música que la nieve

y más ignorante que el leopardo.

Yo, que oigo campanillas de oro,

callé cual ermitaño.

Me contó que vivía en un huerto

-junto a  la rosa y la camelia-.

Su voz caía en mí como una hoja.

Me habló de las semillas desnudas;

del agua dorada;

de la parda brisa;

del hilo de voz de la lechuza.

La noche ya era un pétalo de luna.

Alguien la llamó.

-Sobre el viento voló un eco-.

Y se fue como una vieja ola.

¡Ya sé quién es!

¡Ya sé quién es!

¡Ay, se puede ser más dichoso!

*Dedicado a Amalia Ortiz-Roldán, mi madre, en el día 2 de enero, fecha de su cumpleaños.