Los Soprano son compañeros socialistas navarros

El Ministro Ábalos visita Pamplona en un acto junto a Santos Cerdán, María Chivite y Toni Magdaleno.
Veinticinco años después, la serie Los Soprano aguanta perfectamente. Si no fuera por los teléfonos fijos y las cabinas, podría estar rodada hoy.

Estos días estoy terminando de ver de nuevo Los Soprano. Qué buena es. Y cuántas cosas te enseña sobre la política actual: ponerse de perfil, dejar que pase el toro a ver si cambia de objetivo y se olvida de mirarnos, que un escándalo tape otro y sigamos avanzando. Como el sanchismo: una sucesión interminable de gente haciendo chanchullos, resistiendo sin escrúpulos, pensando “ya escampará”, para seguir con más chanchullos, sin escrúpulos, hasta que vuelva la tormenta.

¿El PSN no tiene nada que decir sobre el compañero Koldo y su mentor, el compañero Santos Cerdán? ¿El compañero Coronalzorriz, que los conocía muy bien y se juntaba con ellos en las reuniones ideológicas de los socialistas en sus visitas por Navarra, tampoco? ¿A la compañera Txibite nadie va a preguntarle nada? ¿Ni siquiera por las risas de verla contestar a preguntas tipo: “Visitó usted el piso de la compañera Jenny, el que alquiló el compañero Koldo, al que conoce bien porque lo llevó en sus propias listas electorales, para el ministro y número dos del PSOE, el compañero Ábalos”?

Es sorprendente que una de las patas de esa mesa de corrupción que es el PSOE saliera del PSN y aquí nadie dé explicaciones de nada. La más sórdida, además: la de putas, pisos de putas, catálogos de putas, fiestas con putas, putas y más putas, tantas que hasta ese ministro tan ligado a Koldo y a Santos Cerdán, mientras los demás estábamos encerrados en la pandemia para que el PSOE pudiera seguir con sus chanchullos, se fue de vacaciones a un chalet en la playa con acceso directo a un prostíbulo.

Es increíble todo esto.

Es de no creer si eres joven y no tienes memoria. Aquí están de nuevo todas las vibes del compañero Roldán, tapándose los calzoncillos blancos Abanderado con un hinchable en forma de cangrejo negro, con bien de cocaína sobre la mesita del salón y las compañeras putas, cómo no, dando color a la estampa.

Recuerdo que tenía esa foto pegada en la carpeta clasificadora de COU. Unos llevaban a Claudia Schiffer en bikini, aquel mítico catálogo de Mango de los 90, yo a Roldán en gayumbos puesto de farlopa hasta las orejas.

El gobierno de Sánchez, autodenominado el más feminista de la historia —así te lo vendían—, tenía un harén sentado en el Consejo de Ministros. Y allí nadie sabía nada, nadie hizo nada, todos miraron hacia otro lado. Nunca nadie sabe nada, ve nada, ni oye, ni quiere.

Como escribió Orwell, “el partido te dijo que rechazaras la evidencia de tus ojos y oídos; era su mandato final, el más esencial”, y aquí estamos, tragándonos el aroma de bingo de los ochenta, así huele la corrupción socialista, mientras el sanchismo sigue adelante.

Veinticinco años después, la serie Los Soprano aguanta perfectamente. Si no fuera por los teléfonos fijos y las cabinas, podría estar rodada hoy. Hay tantas putas y fajos de billetes en esa serie, huele tanto a cenicero rebosante de colillas de ayer, a moqueta mojada con orín de gato, a camiseta interior de tirantes pestilente, a whisky de garrafón, a ambientador cítrico nauseabundo intentando disimular tanta peste, que no hace falta ni poner el logo del PSOE para confundirlo con una reunión cualquiera de la ejecutiva socialista. Cualquier ejecutiva socialista. Y eso es todo.