Banderas y símbolos descoloridos en Navarra

Banderas descoloridas y descolgadas en el balcón de un ayuntamiento en Navarra. PABLO LASAOSA
"Las CCAA y Ayuntamientos deberán incrementar la partida en sus presupuestos ordinarios para evitar esa imagen de desidia que ofrece el descolorido de las bandera"

De los tres símbolos que normalmente representan a un Estado, Nación, o Comunidad: la bandera, el escudo y el himno, es la primera, quizás, el símbolo más poderoso desde el punto de vista identificativo y visible de la entidad a la que representa y encarna en parte su identidad y valores.

Me agrada pasear por la ciudad, visitar y recorrer la Comunidad y fijarme en el estado de las banderas que se exhiben u ondean en casas consistoriales (cuando lo hacen), en edificios públicos, servicios oficiales o delegaciones estatales, e incluso cuarteles de la Guardia Civil.

No es este lugar ni ocasión para un estudio vexilológico, ni recordar la normativa con rango de ley de los diferentes ámbitos competenciales y que obligan a exhibir la bandera nacional, de la comunidad, o la europea, ni concretar su ubicación, preeminencia u orden de colocación o el tamaño de las mismas tanto de forma ordinaria o en los diversos y variados actos institucionales.

El tema es un tanto complicado, y a veces pueden plantearse roces protocolarios pero en este breve escrito, solo me referiré a un aspecto que ninguna norma, que yo conozca, determina o detalla y es en relación al estado, y desvaído respecto a su color originario, de las enseñas que de manera habitual se exhiben en muchos de los mástiles de edificios y servicios oficiales.

La bandera española es fácilmente reconocible, por su combinación cromática, y se distingue cuando pasamos en nuestros viajes por tierra, por otros estados soberanos. Lo que no sucede con la de Navarra, pues muy a menudo su rojo, como determina la ley, es difícil catalogarlo dentro de la amplia gama del color rojo o como la europea, cuyo azul cielo se convierte, a veces, en un gris azulado, y hasta el verde de la capital se decolora, aunque como he leído afirma en las redes un portavoz de una fuerza de seguridad estatal: “la alteración visual de los tonos de las banderas corresponde únicamente al desgaste del material”.

Las inclemencias meteorológicas, los cambios bruscos de temperatura, la falta de civismo o el vandalismo, influyen en el estado “del material”, por lo que debieran tenerlo en cuenta, las entidades públicas para atender a su conservación y, en su caso, reposición.

Me llama la atención ver a menudo ondear la enseña de una comunidad contigua, con nitidez y colorido, y no sé si será por su material, o no ser muy reciente su uso, al contrario que las banderas de España y Navarra que llevan siglos de exposición, o será que también la edad se nota además del material.

Las CCAA y Ayuntamientos deberán incrementar la partida en sus presupuestos ordinarios para evitar esa imagen de desidia que ofrece el descolorido de las banderas, ayudando al Gobierno Central a contabilizarlas en sus “chalaneos” para alcanzar el porcentaje de gasto en defensa (identidad territorial) que les exige la Unión Europea y que tanto quebradero de cabeza le crea a quien no ha sido capaz de aprobar un Presupuesto General desde hace dos ejercicios.