• sábado, 17 de mayo de 2025
  • Actualizado 16:35

Opinión / Tribuna

Banderas y símbolos descoloridos en Navarra

Por José Luis Díez Díaz

"Las CCAA y Ayuntamientos deberán incrementar la partida en sus presupuestos ordinarios para evitar esa imagen de desidia que ofrece el descolorido de las bandera"

Retirada de la bandera de España del consistorio alsasuarra. PABLO LASAOSA 02
Banderas descoloridas y descolgadas en el balcón de un ayuntamiento en Navarra. PABLO LASAOSA

De los tres símbolos que normalmente representan a un Estado, Nación, o Comunidad: la bandera, el escudo y el himno, es la primera, quizás, el símbolo más poderoso desde el punto de vista identificativo y visible de la entidad a la que representa y encarna en parte su identidad y valores.

Me agrada pasear por la ciudad, visitar y recorrer la Comunidad y fijarme en el estado de las banderas que se exhiben u ondean en casas consistoriales (cuando lo hacen), en edificios públicos, servicios oficiales o delegaciones estatales, e incluso cuarteles de la Guardia Civil.

No es este lugar ni ocasión para un estudio vexilológico, ni recordar la normativa con rango de ley de los diferentes ámbitos competenciales y que obligan a exhibir la bandera nacional, de la comunidad, o la europea, ni concretar su ubicación, preeminencia u orden de colocación o el tamaño de las mismas tanto de forma ordinaria o en los diversos y variados actos institucionales.

El tema es un tanto complicado, y a veces pueden plantearse roces protocolarios pero en este breve escrito, solo me referiré a un aspecto que ninguna norma, que yo conozca, determina o detalla y es en relación al estado, y desvaído respecto a su color originario, de las enseñas que de manera habitual se exhiben en muchos de los mástiles de edificios y servicios oficiales.

La bandera española es fácilmente reconocible, por su combinación cromática, y se distingue cuando pasamos en nuestros viajes por tierra, por otros estados soberanos. Lo que no sucede con la de Navarra, pues muy a menudo su rojo, como determina la ley, es difícil catalogarlo dentro de la amplia gama del color rojo o como la europea, cuyo azul cielo se convierte, a veces, en un gris azulado, y hasta el verde de la capital se decolora, aunque como he leído afirma en las redes un portavoz de una fuerza de seguridad estatal: “la alteración visual de los tonos de las banderas corresponde únicamente al desgaste del material”.

Las inclemencias meteorológicas, los cambios bruscos de temperatura, la falta de civismo o el vandalismo, influyen en el estado “del material”, por lo que debieran tenerlo en cuenta, las entidades públicas para atender a su conservación y, en su caso, reposición.

Me llama la atención ver a menudo ondear la enseña de una comunidad contigua, con nitidez y colorido, y no sé si será por su material, o no ser muy reciente su uso, al contrario que las banderas de España y Navarra que llevan siglos de exposición, o será que también la edad se nota además del material.

Las CCAA y Ayuntamientos deberán incrementar la partida en sus presupuestos ordinarios para evitar esa imagen de desidia que ofrece el descolorido de las banderas, ayudando al Gobierno Central a contabilizarlas en sus “chalaneos” para alcanzar el porcentaje de gasto en defensa (identidad territorial) que les exige la Unión Europea y que tanto quebradero de cabeza le crea a quien no ha sido capaz de aprobar un Presupuesto General desde hace dos ejercicios.

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