Sorpresas te da la vida en Navarra: vestidos como zarrapastrosos

María Chivite y Unai Hualde, durante el acto de presentación oficial de Marca Navarra. IÑIGO ALZUGARAY
Confieso que me preocupa más la ideología proetarra y cavernaria que anida en las cabezas bildutarras que su adicción a la ropa montañera o al chándal, siempre que respeten, eso sí, el “dress code” exigido en aquellos actos señalados en los que los políticos no representan a su partido, sino a su ciudad o a su comunidad

El PSOE, ese partido que procura más por los verdugos que por sus víctimas, y Bildu, han acordado derogar la llamada Ley Mordaza, norma que el Tribunal Constitucional avaló prácticamente en su totalidad. Una cesión más del sanchismo a los nacionalistas más radicales, que socava la autoridad de una policía que acabará enfrentándose a los alborotadores con matasuegras. El anuncio corrió a cargo de la siniestra Mertxe Aizpurua, escoltada por un grandullón con barba recortada, impecablemente trajeado.

Este primoroso eusko dandi de suaves formas, tan alejado del prototipo tradicional del batasuno, es Jon Iñarritu. Cofundador de Aralar, este experto en derecho internacional ha condenado la violencia, algo que todavía no ha hecho ninguno de los casposos bildutarras forales, sumisamente alineados con la estúpida negativa a conjugar ese verbo impuesta por una cúpula abertzale hostil a los versos sueltos, como comprobó la malhadada Yoyes. Un tipo, Iñarritu, muy nacionalista, a pesar de haber vivido en diferentes países, lo cual revela que no siempre se cumple aquello de que el nacionalismo se cura viajando.

Andoni Ortuzar, temeroso del avance abertzale, advertía a sus correligionarios que en período electoral los batasunos meten en el armario el palestino, el forro polar y el flequillo cortado a motosierra -plenamente vigente en nuestra comunidad-, y les recordaba que “son los de la mani, aunque vistan de Armani”. No sé yo si Ortuzar es el más indicado para hacer semejante observación pues, además de no ser precisamente un adalid de la elegancia -Jesús Cacho lo define como “ese señor con aspecto de mozo de mulas en una casa de postas”-, el presidente del PNV animaba a sus conmilitones a ataviarse con kaikus y alpargatas. Estos nacionalistas no ven más allá de su valle.

Confieso que me preocupa más la ideología proetarra y cavernaria que anida en las cabezas bildutarras que su adicción a la ropa montañera o al chándal, siempre que respeten, eso sí, el “dress code” exigido en aquellos actos señalados en los que los políticos no representan a su partido, sino a su ciudad o a su comunidad. Así lo creyó también nuestro jatorra cuando abroncó al concejal Armando Cuenca por exhibir una camiseta de Spiderman en la marcha de la corporación pamplonesa como Cuerpo de Ciudad, conmemorativa del Privilegio de la Unión. Este alcantareño fue quien propuso que la procesión que Pamplona celebra el 7 de julio en honor a San Fermín pasara a denominarse “Desfile del Día Grande de las fiestas de la ciudad”… La izquierda es especialmente torpe eligiendo a sus líderes.

Hizo bien Joseba Asirón en darle una colleja al podemita extremeño, aunque le faltó aplicarse el cuento. Todavía lo recuerdo dando el cante, descorbatado, en el acto de mayor pompa y boato de cuantos se celebran en nuestra comunidad, como es la solemne apertura de curso en la Universidad de Navarra, que congrega a doctores y a autoridades civiles y militares que lucen sus mejores galas. A la vista del plantel bildutarra en el consistorio capitalino, yo delegaría en Iñarritu la representación de la ciudad en los actos de postín.

Supongo que ser hijo y nieto de sastre, como es mi caso, marca. Y es que mi padre se anudaba la corbata hasta para ir a comprar el pan. Conste que no pretendo volver a esos tiempos en color sepia de políticos con gesto adusto, trajeados, con levita y camisas de doble puño almidonado. Me conformaría con que nuestros mandatarios supieran estar en todas las circunstancias.

Y eso es lo que no hizo el presidente del Parlamento Foral en la reciente presentación de la iniciativa Marca Navarra, en la que se plantó con unos pantalones vaqueros claros necesitados de dobladillo, una camisa a rayas con cuello lacio, sin corbata, embutido en una chaqueta con los hombros caídos y mangas excesivamente largas, calzando unos náuticos de lo más inapropiados, por más que llueva en Pamplona. Un pintas, vamos. Su aspecto desaliñado quedó todavía más en evidencia al contrastar con la elegancia exhibida por María Victoria Chivite. Parecían la versión foral de La Bella y la Bestia. Solo Joxe Martín Abaurrea pugnó por comparecer más zarrapastroso

Me pregunto si nuestras más altas instituciones públicas no cuentan con asesores de protocolo que susurren a las autoridades que no pueden acudir a un acto oficial en el que se pretende vender una imagen atractiva de Navarra ataviados como si fueran a una capea o a por hongos.

La pulcritud exigible a nuestros representantes en todos los órdenes de la vida no es patrimonio de ninguna ideología. Ahí tienen a Iñarritu, diputado de la formación con más tics antidemocráticos, camino de alzarse con el título de Míster Congreso. Algunos han pasado de las barricadas a la pasarela. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, que cantaría Rubén Blades.