El pueblo de Navarra que sorprende con grandes retratos de sus mujeres en las fachadas de las casas
En blanco y negro, con una mirada firme, serena, directa. Las imágenes hablan sin necesidad de palabras. Sostienen la cámara con la dignidad de quien ha vivido mucho y ha sido vista poco. Son 18 retratos de gran formato, colocados en las fachadas de sus propias casas, que han devuelto a sus protagonistas el lugar que les corresponde. “Mujeres que miran, mujeres que hacen” no es solo una exposición: es un homenaje a las mujeres que han sacado adelante hogares, familias y campos, sin descanso y sin apenas reconocimiento.
Las fotografías están en una localidad de la zona media de Navarra muy cercana a Puente La Reina, a solo 20 minutos de Pamplona y a diez kilómetros de Estella por la autovía del Camino, con destino a Logroño.
Las modelos son reales. Mujeres nacidas hace más de setenta primaveras, que han pasado su vida trabajando en casa, en el campo, cuidando de los suyos y tirando del carro sin mirar atrás. Han criado hijos, han cuidado padres, han estado siempre ahí, en un segundo plano. Ahora, en estas fotos, ocupan el primero. “He querido que estuvieran visibles, guapas, importantes”, ha explicado el autor de la muestra, Álvaro Martínez, quien ha contado con la colaboración de algunos vecinos y con la participación entusiasta de prácticamente todas las mujeres mayores del municipio.
Los retratos se pueden ver al aire libre, paseando por el centro del pueblo, en un recorrido que va descubriendo una a una las historias escondidas tras cada rostro. Las fotografías, de 100 x 70 centímetros, han sido impresas en blanco y negro sobre dibond, y muestran escenas sencillas y poderosas: una mujer con su pala, otra con una aguja de coser, otra con una cesta. Las manos hablan tanto como las miradas. Manos trabajadas, curtidas, que sostienen objetos que fueron parte de su día a día. Todo bajo una composición clásica y una gama tonal medida al detalle.
No se trata de una exposición al uso, ni de una galería convencional. La muestra fue inaugurada el 25 de mayo de 2019, dentro de los actos por la igualdad de género del Día de Valdemañeru. Pero el lugar que acoge este trabajo es bien distinto: un pequeño municipio de la zona media de Navarra, colgado en la falda oriental de la sierra de Santa Cruz, a 536 metros de altitud y separado de Valdizarbe por el río Arga.
Se llama Artazu. Tiene 124 habitantes y se encuentra a solo 20 minutos de Pamplona y a 10 de Estella. En sus calles tranquilas, junto a la iglesia de San Miguel Arcángel y el edificio del Ayuntamiento, ahora habitan también estas imágenes, que transforman la cotidianidad en memoria viva.
El autor del proyecto, Álvaro Martínez, nació en Bilbao en 1956, pero lleva años residiendo en el pueblo. Se define como autodidacta y trabaja habitualmente como fotógrafo de paisaje, arquitectura y espacios urbanos. Aun así, le gusta explorar otros géneros: “No desdeño hacer incursiones en la fotografía de bodegón, retrato, fotorreportaje, deportiva o creativa”, ha indicado en su página web. Dice que busca reflejar “realidades cotidianas y hechos singulares, emociones latentes, contradicciones, surrealismo, minimalismo”.
La exposición no es lo único que ha dado movimiento a este pequeño pueblo en los últimos años. El Ayuntamiento de Artazu ha iniciado relaciones institucionales con el municipio francés de Arrosa, situado en la Merindad de Ultrapuertos, en la Baja Navarra. En 2024 se presentó un proyecto común que recibió el respaldo del Gobierno de Navarra y culminó el 5 de octubre con la celebración del Arrosa Eguna en el propio Artazu.
Además de la cultura, el municipio sigue ligado al campo. Tradicionalmente, la principal fuente económica ha sido la producción de vino, y aún hoy funciona la bodega cooperativa Artazu, integrada en el grupo Bodegas Artadi. En el plano turístico, el pueblo cuenta con dos casas rurales: Casa Apolonia y Las Tres Herraduras, que reciben visitantes en busca de calma y paisaje.
Pero son estas mujeres —serias, sonrientes, tranquilas— quienes han llenado de alma las calles del pueblo. Desde sus fachadas, con la dignidad intacta, devuelven la mirada a todo aquel que se detiene a observarlas.