Koldo Chamorro: el foto-quijote que recorrió La España Mágica buscando El Santo Christo Ibérico
El fotorreportero Koldo Chamorro, en sus cuarenta años de profesión, practicó intensamente multitud de registros: foto industrial, moda, publicidad, fotoperiodismo, fotografía editorial, documental e instantánea. No obstante, sus obras más creativas y personales fueron los ensayos; entre ellos, los dos más originales: La España Mágica y El Santo Christo Ibérico.
El fotógrafo Koldo Chamorro (Vitoria 1949 - Pamplona 2009) vivió desde los tres meses hasta los 16 años en Guinea Ecuatorial. A los siete años fue nombrado hijo adoptivo de la tribu Bujeb, con el nombre "Ikunde Komandakina". Su infancia y adolescencia en Guinea marcaron su personalidad y fueron decisivas para el desarrollo de sus capacidades intelectuales, ya que para él la cultura africana era “más vitalista e instintiva”. Llegó a autodefinirse como un “negro en piel blanca”.
Hizo pinitos con diversas artes, reconociendo que “al final escogí la fotografía porque me di cuenta de que era el medio expresivo que mejor podía controlar”. Cometeríamos una injusticia si pretendemos abreviar la intensa vida fotográfica de Chamorro, existiendo como existe, su biografía oficial. Por eso nos limitaremos a abordar algunos aspectos que consideramos más singulares de su trayectoria profesional.
Gracias a una beca de la Dotación Arte Castellblanch (1972-73) para estudios en el extranjero, acudió a los Encuentros de Fotografía de Arlés (Francia) y asistió a talleres de los fotógrafos más prestigiosos de la época, algunas viejas glorias, que dejaron en él su impronta como: Ansel Adams, Jean Diezaude, Lucien Clergue, Brassaï, Denis Brihat, Jean-Pierre Sudre… A partir de aquí, por su carácter dinámico e inquieto, viajó a “la búsqueda de una sintaxis propia de la fotografía” como apunta Alejandro Castellote. Para Carlós Cánovas “Koldo Chamorro es uno de los creadores más singulares en el panorama de la fotografía española del último cuarto del siglo XX”.
Pertenece a una estirpe de fotógrafos que inmortalizaron usos y costumbres de una España agonizante, heredada del franquismo, que se desvanecía poco a poco. Aunque Chamorro fue el más complejo de todos, en su conjunto es una colección de imágenes que constituye un legado conformado por una estética que nos transporta a una época ancestral, aportando un estimable valor antropológico y etnográfico.
De aquella generación de documentalistas fotográficos Alejandro Castellote extrajo un selecto grupo que denominó “los cinco jinetes del Apocalipsis”, además de Koldo Chamorro figuran: Cristina García Rodero, Cristóbal Hara, Fernando Herráez y Ramón Zabalza. Ahora bien, creemos que esa lista olvida a dos precursores que ya habían abierto el camino años antes, nos referimos a Fernando Gordillo y Rafael Sanz Lobato. Para nosotros debiera ampliarse el grupo hasta completar “los siete magníficos”.
Clemente Bernard, ayudante y colaborador durante años de Koldo Chamorro, junto a Carolina Martínez han colgado en YouTube la serie Totum Revolutum “Un viaje por la Fotografía y la Vida de Koldo Chamorro” formada por seis audiovisuales en los que entrevistan a conocidos, familiares y amigos, generalmente fotógrafos, en los que desentrañan profusamente la vida profesional y social de este singular personaje. Cada episodio responde a una pregunta:
#1 ¿Cómo conociste a Koldo Chamorro?
#2 ¿Cómo era Koldo?
#4 ¿Cuál era su contexto?
#5 ¿Recuerdas alguna anécdota de Koldo?
#6 ¿Puedes elegir alguna fotografía suya?
En el segundo episodio de la serie, la mayoría de los entrevistados hacen mención a la facilidad de Chamorro para entablar amistades y conectar con la gente, posibles modelos o en el desarrollo de sus proyectos; destacan sus cualidades de gran conversador -tal vez pecaba de monologuista-, la consideración general es que era: ameno, divertido y simpático. Otros calificativos reseñan su naturaleza abierta y generosa: tierno, todo corazón, persona cercana y entrañable.
Entre las muchas loas, inevitablemente afloran peros: para Rafael Levenfeld era “una persona muy difícil”; Ramón Masats conocía y apreciaba la obra de Koldo como nos confesó en una entrevista, pero era “difícil para relacionarse”; Cristina García Rodero “Tenía un carácter complicado con momentos maravillosos y otros más difíciles”, también recuerda “me impresionaba sus ojos: siempre mirando, siempre atento a todo. Eran como los ojos de un águila, acechando”.
Es claro que la imaginación de Chamorro, como característica de su sentir desigual, volaba libre para dar rienda suelta al buen contador de historias que era. Algo que no se llegó a entender totalmente: Carlos Cánovas apunta que “combinaba la fantasía y la realidad. Fabulaba”, para Joan Fontcuberta “vivía su propia fantasía”; mientras que Pep Benlloch reitera que “tenía un coeficiente de narración elevado, contaba pirulas”; Javier Jiménez subraya “la mezcla entre realidad y ficción”; contaba según Mario Rabasco “historias fascinantes”.
La dedicación, mejor diríamos la consagración, de Chamorro a la fotografía es digna de elogios a ojos de propios y extraños: José Manuel Nava opina que “su compromiso con el oficio era a tiempo total”; Jaime Martín matiza “vivía la fotografía las 24 horas del día, todos los días del año, su vida era la fotografía”; mientras que para John Kimmich Javier “la fotografía era su religión”. Al expresar sus ideas era especialmente inquieto y prolífico tanto a través de la imagen como en innumerables textos que escribió en boletines, catálogos y revistas especializadas del sector.
En todas las facetas que desarrolló demostró ser, según John Kimmich Javier, “muy sabio, un intelectual”. Tengamos en cuenta que los aficionados a la fotografía de aquel tiempo eran habituales en las agrupaciones: para Carlos Pérez Siquier “era raro alguien tan intelectual en la fotografía”; Pep Benlloch “siempre contaba cosas interesantes, tenía conocimientos muy amplios”; Cristina García Rodero “Era una de las personas más cultas a nivel de la fotografía, tenía algo que el resto no teníamos”.
Hemos vivido sus capacidades educativas en un cursillo en su casa sobre El Sistema de Zonas de Ansel Adams que en un momento se puso de moda entre profesionales y aficionados. En los múltiples talleres que impartió por toda España -no quería que nadie pasara por lo que él pasó-, demostró ser muy carismático, hacía correligionarios en todos los ambientes: Juan Manuel Castro Prieto recuerda “la capacidad que tenía de hacer discípulos que seguían su camino, su huella”; Ignacio González “aprendí mucho de él”; Manolo Laguillo reconoce su “forma de enseñar”; y Gervasio Sánchez “Ha sido el profesor invitado que más ha impactado a los alumnos”.
Alejandro Castellote ensalza la actividad docente de Koldo Chamorro en la que “emerge la personalidad exuberante y magnética que le ha convertido en uno de los fotógrafos españoles cuya influencia es más notaria… No porque cree seguidores de su estilo, sino porque es capaz de inocularles un riguroso sentido de reflexión y análisis sobre sus trabajos…”.
Sobre la capacidad instructiva de Koldo Chamorro, Óscar Molina afirma que fue su maestro y amigo porque “me ha influenciado en la forma de ver la fotografía y de ser fotógrafo”. Lo explica estableciendo tres niveles: “el educador es aquel que enseña que en la vida hay límites; el profesor, si es bueno, llena de contenido esos límites; el maestro está contigo, tú con él y te transforma… es difícil de explicar… En los talleres Koldo Chamorro a algunos nos transformó, por eso hablo de él en términos de maestro”.
Como dice Pep Benlloch era “raro, esotérico y surrealista”. Ciertamente, ferviente creyente de lo esotérico y misterioso, estaba en permanente vigilancia de las energías positivas y negativas que le acechaban. ¿Reminiscencias de su infancia africana? Lo cierto es que hemos sido testigos de su protesta al pasar el arco de seguridad de un aeropuerto, aseverando “me están envenenando”.
Su obras más creativas y personales son los ensayos como Los Hijos-Dalgo de Iturgoyen, Fuentelencina: ciclo del Sol, El Santo Christo Ibérico, La España Mágica, Los Sanfermines, El Nacimiento de una Nación… con los que aporta un nuevo lenguaje a la fotografía documental española. Los más creativos y personales fueron: El Santo Christo Ibérico y La España Mágica.
Con respecto al El Santo Christo Ibérico, Clemente Bernard describe la génesis de este ensayo “Asumiendo que formamos parte de la cultura judeocristiana” Koldo lo plantea en 1974 como un gran proyecto a largo plazo monográfico, de manera que fue “el trabajo sobre el que más reflexionó y para el que realizó mayor labor de introspección”, es una reflexión visual “sobre los distintos aspectos de las liturgias y manifestaciones religiosas… los cultos dedicados a Cristo, así como sobre los efectos de la presencia de la cruz cristiana en nuestro paisaje social”.
En opinión de Christian Caujolle “La cruz como motivo; la cruz como pretexto y como hilo conductor, como signo; la cruz como revelador fotográfico”. Alejandro Castellote reflexiona al respecto “La aparición inquietante de la cruz católica en todo tipo de escenarios es un hilo argumental que ilustra la persistencia de la tradición religiosa de nuestro país… una sociedad que se pretende moderna y laica, pero que convive con los rituales atávicos del pasado”.
En este ensayo el lenguaje de las sombras es permanente, porque cobra un simbolismo adicional. Para Clemente Bernard “sus imágenes están cuajadas de sombras, no solo nos hablan de un lugar concreto en el mundo en el que el sol es determinante, sino que también lo hacen de aquello que queda fuera del cuadro, así como encarnan presencias ocultas, en un trabajo compositivo de auténtica orfebrería visual”
Este ensayo se convirtió en febrero de 2020, días antes de declararse la pandemia de Covid, en la gran exposición póstuma de Koldo Chamorro en el Museo de Navarra. Como complemento se editó un libro con las fotos agrupadas en quince capítulos como estaciones de un Vía Crucis. Seguidamente la exposición se trasladó a Madrid al Museo Lázaro Galdiano en el marco de PHotoEspaña 2020, para viajar después durante tres años por las sedes del Instituto Cervantes de toda Europa.
Para el ensayo monográfico de La España Mágica obtuvo en 1982 una ayuda económica del Banco de Bilbao. No obstante, a mediados de los años setenta ya había comenzado a trabajar en este proyecto, para el cual viajó por la península ibérica de punta a punta. Se dice que para esta serie recorrió en su coche 50.000 km -posiblemente fueron más-.
El título de este ensayo es coetáneo de Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España cuyo autor Fernando Sánchez Dragó tenía afinidades con Koldo. De hecho, el escritor prologó el catálogo de la exposición de Koldo Chamorro en 1989 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que le sirvió para darse a conocer en los ambientes culturales madrileños.
Para su autor “Se trata de una recopilación de lo que es España; una visión del espacio cultural que abarca”. Consciente de la transformación que se vivía “En una sociedad que ha pasado de ser primaria a una sociedad de servicios, donde más sufre esa evolución es el medio rural”.
Tanto La España Mágica como El Santo Christo Ibérico se desarrollaron simultáneamente, ambos ensayos son complementarios y presentan una España enmohecida y mortecina, que se iba transfigurando. Estas series beben de las mismas fuentes: el folclore, los ritos religiosos, los símbolos, los mitos y las tradiciones. Documentos que albergan un indudable valor etnográfico.
En este trabajo no busquemos una estética, como apunta Alejandro Castellote “a Chamorro no se le conocen fotografías cándidas o inocentes en su trabajo personal. Sus proyectos están enmarcados en la categoría de ensayos fotográficos y, voluntariamente, deben más a la literatura y a la filosofía que a las artes plásticas. La fotografía de Koldo Chamorro raramente tiene como objetivo la belleza, pero tampoco aspira a convertirse en un acto notarial de un suceso”.
Hay que escudriñar el simbolismo que quiere transmitir en cada elemento de sus instantáneas, porque para Patxi París “Todas las fotografías de Koldo llevan un mensaje”. Al respecto, Clemente Bernard en el obituario de Koldo asegura: “Sus fotografías no se agotan en una primera lectura, ni en una segunda, ni en una tercera… son pequeños laberintos donde cualquier camino es posible, donde reina la ambigüedad y el juego, donde todo son preguntas sin respuesta… “.
Koldo Chamorro no se dejó arrastrar por corrientes especulativas, en una entrevista, con motivo de la feria de arte ARCO de 1996, manifestó su inconformismo absoluto: “Todo lo que hay aquí es altamente contaminante, explosivo. A mí… me aprisiona, me anula, me bloquea. ARCO genera ruido y el ruido te impide ser tú mismo. La gente sale absolutamente enloquecida de aquí, porque toda esa información contaminante le cae encima de manera explosiva… En cuanto a los contenidos, es todo una manipulación subterránea. ARCO es una bola de nieve que no esconde dentro otra cosa que nieve, la nada”.
Es preciso recordar que Chamorro fue, por convicción y necesidad, freelance toda su vida; no podría haber soportado una estructura que le dirigiese. En 1988, a tenor de su exposición en la galería Nueva Imagen de Pamplona sobre fotografía instantánea -tecnología Polaroid (Polacolor)-, concedió una entrevista en prensa local en la que hace referencia a los aspectos crematísticos de su trabajo: “Me dan dinero para comer, mi trabajo está financiado y he vivido con mucha austeridad hasta llegar a la situación actual. ¿Si soy caro ahora? Soy bueno, luego soy caro”.
En aquel tiempo la cotización de las obras de los fotógrafos navarros en la galería Nueva Imagen era sustancialmente inferior a la de Koldo Chamorro. En honor a la verdad, a diferencia de las obras de otros fotógrafos basadas en negativos, Chamorro ofrecía originales únicos Polaroid.
Siempre tuvo un reproche incesante por no ser suficientemente valorado, ni reconocido; en esta entrevista añadió “En España no me conocen; en el extranjero saben más de mi trabajo que aquí”. A pesar de todo ello, su autoestima no menguó: Koldo Chamorro siempre fue Koldo Chamorro en todas las circunstancias.