Masats llegó por primera vez como aficionado a los Sanfermines de 1957. Ni los fotógrafos que habían pasado antes atraídos por la novela de Hemingway, ni los que han acudido después han podido superar su visión irónica de nuestra fiesta. El genio del fotorreportaje tiene ahora 90 años, su memoria tal vez no recuerda detalles; ahora bien, su corazón está agradecido a Pamplona y sigue recordando las amistades que labró en tres años de reportajes.
Ramón Masats nos recibe en su estudio de Madrid con su hija Sonia. De entrada, le imponemos un pañuelo de San Fermín para ambientar la entrevista. Nos advierte que su memoria tiene limitaciones: “Me parece bien la entrevista, pero ¡os va a costar la leche! ¡Os habéis encontrado con una buena piedra!”.
No es para menos, esta leyenda viva del fotorreportaje nació en Caldes de Montbui en marzo de 1931 en los estertores de la monarquía de Alfonso XIII, con menos de un mes de vida se proclamó la II República; vivió el estallido de la cruenta Guerra Civil y todo lo que vino después.
En homenaje a sus 90 años y a sus libros sobre San Fermín, este periódico publicará del 6 al 14 de julio una selección comentada de algunas de esas fotografías sanfermineras.
P- ¿Qué recuerdos tiene de la Guerra Civil?
RM- En Barcelona, donde mis padres tenían una bacaladería que hacía esquina, durante la guerra un amigo y yo nos divertíamos sacando la cabeza por la esquina, al segundo se oía un disparo. Es la primera vez que mi padre me pegó. Mis padres se quedaron al frente del negocio en Barcelona y nos llevaron a casa de unos parientes en Caldes. Cuando había bombardeos nos trasladábamos a una masía, recuerdo una vez que echamos de menos a mi tía que se había quedado.
En 1952 hizo el servicio militar en Lérida. En la ociosidad de la mili y a través de la revista Arte Fotográfico (AF) nació su afición a la fotografía. Se inscribió en la Agrupación Fotográfica de Cataluña y adquirió una Leica y una Pentax Spotmatic. ¿Por qué y cómo compra estas primeras máquinas de nivel alto?
Veía que iba directo al profesionalismo, me estaba procurando material profesional. La financiación la tenia solucionada cogiendo dinero de mi padre. Llevaba un mandil con dos bolsillos, si una señora me daba un billete, éste iba al otro bolsillo. Cuando lo descubrió mi padre me pegó, fue la segunda y última vez.
Cuando se consagró como fotógrafo, ¿hubo reconciliación familiar?
Sí, claro.
Su primer viaje a Pamplona es en 1957, ¿por qué se le ocurre ir a los Sanfermines?
Eso lo tenía muy claro, para mí era un reto. Los retos y los tópicos siempre me han gustado. Los Sanfermines eran el top de todas las fiestas que he hecho posteriormente.
¿Había visto algún reportaje del paso de Henri Cartier-Bresson o de Inge Morath por Pamplona?
Probablemente había visto algo. En aquel momento leía mucha revista.
¿Cómo va, qué es lo que más le impresionó de aquella primera vivencia?
Fui en tren, no me acuerdo de más detalles. Lo que puedo contaros es la amistad que surgió con una peña. La única condición que me impusieron es que no podía beber de la bota de otra peña. Lamento haber perdido aquellos amigos, es el mejor recuerdo que guardo.
En la Casa de Misericordia obtiene una credencial de fotógrafo profesional, siendo aficionado. Algo inconcebible.
Estáis juzgando un hecho con la mentalidad actual. En aquel momento no podía ser una osadía.
¿Le costaba trabajar en el meollo de la fiesta, sin sucumbir a la tentación de la juerga?
Mi ilusión era ser fotógrafo; por eso, tenía que frenarlos a partir de una hora. Ellos sabían que yo no podía beber o muy poco. Sigo sintiendo en mi corazón aquella amistad. Recuerdo emborracharme, sería el último día, viendo a la gente pasar, decía: ¡Jo qué foto!
Aquel mismo año abandona el domicilio y el negocio familiar de Tarrasa para trasladarte a vivir a Madrid. Aquel primer reportaje de los Sanfermines fue su bautismo de fuego y su carta de presentación para encumbrarle a la profesionalidad.
Así es, me abrió la puerta de Gaceta Ilustrada.
Al año siguiente, vuelve a Pamplona, ya como fotógrafo profesional. Coincide con la publicación en AF de la portada y del reportaje que había hecho como amateur. Una carrera meteórica, en tan sólo cinco años pasa de aficionarse con AF a publicar portada en ella. Luego vuelves a San Fermín de 1960.
Sí, entre el segundo año (1958) y el tercero (1960) hay un salto.
El último año que Hemingway estuvo en Sanfermines fue en 1959 ¿recuerda haber coincidido con él?
No, no recuerdo haber coincidido.
Sus fotos de San Fermín son un reflejo de la España de blanco y negro, algunas fotos nocturnas son muy difíciles, ¿qué película utilizaba?
Kodak Tri-X para blanco y negro. Para color Kodachrome 64.
¿Pamplona le debe algo por aquellos reportajes que ayudaron a difundir las fiestas, o tal vez, se sientes en deuda con Pamplona?
Yo debo más a Pamplona.
Según Chema Conesa (exdirector de fotografía de El País) que ha estudiado los negativos de esos tres años hay 2.800 disparos; es decir, en 24 días de trabajo, a juzgar por el buen resultado, el rendimiento es excepcional (con un promedio de 3 rollos por jornada). Conesa desvela también que en muchas de sus fotos icónicas no hay ni acercamiento, ni hay seguimiento de la escena: hay una única toma. Acertar a la primera es muy complicado. Su fotógrafo de referencia Cartier-Bresson dice que para hacer una buena foto se necesita cabeza, ojo y corazón. ¿A ese principio por qué añade la sobriedad en el disparo?
Por pelas, era catalán en el dedo. Se ve en los negativos que he estado revisando.
En 1962 volvió a Sanfermines un par de días con Chartlon Heston por encargo de la productora Bronston.
Fue a los toros, se puso en el burladero. Aquella visita no tuvo la trascendencia que esperaban, las fotos que hice quedaron en propiedad de la productora, y nunca más se supo de ellas. A los años, volví a Sanfermines para un reportaje de Gaceta.
Hay dos ediciones de su libro Los Sanfermines: el primero de Espasa-Calpe de 1963 con textos de García Serrano y el segundo de La Fábrica del año 2009. ¿Con cuál se queda?
Me quedo con éste (señala un ejemplar descolorido de Espasa-Calpe), para mí siempre será ése.
¿Es porque lo maquetó personalmente y recibió el premio Ibarra al mejor libro editado del año? (En ese momento su hijaSonia nos muestra las copias originales de aquella edición, impecables y perfectamente conservadas, para comunicarnos que el Reina Sofía ha adquirido recientemente la maqueta).
Para completar las fotos del encierro se adquirieron algunas a fotógrafos locales. Los maestros del encierro son los de Pamplona. Lo que no me gustó es que la editorial puso los créditos de esas fotos al final del libro, tenían que haber ido al principio. El único fotógrafo de Pamplona que conocí posteriormente fue Koldo Chamorro con motivo de una exposición colectiva.
El retrato suyo que ilustra el reportaje de AF de 1958 lleva la firma F. Gómez. ¿Es Paco Gómez miembro de la Palangana (colectivo que se reveló contra el pictorialismo), que fue sastre y una referencia de la fotografía de arquitectura en la escuela madrileña?
Sí, fue un gran amigo. Me concedió una casa enfrente de la Embajada americana. ¡No me reído con él, ni nada!
¿Sabe que nació en Pamplona?
No. Sabía que era del norte, me dijo que tenía que ir a visitar a sus hermanas.
¿Cuál es su foto predilecta de los Sanfermines?
Ésta (señala la foto del toro con media estocada con los cuartos traseros en la arena que lucha por mantener las manos extendidas). Me la han pedido los aficionados al toro como los contrarios a la fiesta. Unos ven la valentía del toro, otros la crueldad, no la he dado con esa intención. Todos han tenido predilección por esa fotografía.
Esa foto también la incluye en Toro, un libro precioso que abarca muchas facetas desconocidas de la tauromaquia.
Es un buen libro, aunque el texto de Vidal es un poco flojo; me gustaba más en su faceta de crítico.
En Toro también incluye dos fotos del encierro en color. Una de ellas es un contrapicado en la curva de Mercaderes con Estafeta algo que ya habían hecho varios fotógrafos.
En un principio los guardas municipales no dejaban ponerse allí, era muy peligroso. Algún fotógrafo se atrevió.
¿Por esas plazas de Dios has tenido que coincidir con Paco Cano, Canito?
Un hombre engreído y muy simpático. Su negocio era inmortalizar a la gente de barrera.
Las fotos más famosas de tus tres primeros reportajes Sanfermineros son verticales.
Eso lo dijo Publio (López Modéjar), para mí fue un descubrimiento. No me había dado cuenta.
Luego se has dedicado a la TV y a los documentales que es formato horizontal. ¿Le condicionó su trabajo en ese medio?
Al hacer un documental, el ojo se adaptó al nuevo formato. Yo miraba para encuadrar, automáticamente lo ves en horizontal.
Ha tenido una pléyade de escritores que han glosado con tus fotografías: Aldecoa, Delibes, Carandell, Caballero Bondal, García Serrano… ¿Habiendo sido un lector empedernido, con cuál se quedaría?
Los editores han escogido grandes escritores para mis libros. Desde luego con García Serrano, no. Seguramente (se lo piensa) me quedaría con Delibes.
Hace dos meses estuvo unos días hospitalizado a consecuencia de un susto del corazón. Para no abusar de su amabilidad damos por finalizada la entrevista. A pesar de los achaques, ese corazón maltrecho tiene memoria para estar agradecido a Pamplona y a sus Sanfermines. Nos acompaña a la puerta, nos despide extendiendo la mano. Nos damos un apretón. ¡A la porra las medidas Covid! ¿Quién puede negar la mano al maestro?
En homenaje a sus 90 años y a sus libros sobre San Fermín, este periódico publicará del 6 al 14 de julio una selección comentada de algunas de esas fotografías sanfermineras.
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