Skolae y la objeción de conciencia en los colegios de Navarra

Imagen de la clase de un instituto con las sillas recogidas encima de los pupitres ARCHIVO
Carta enviada por Arancha Carrero, María José Guindano, Ignacio Del Villar y Javier Lucia – Familias por la Libertad de Educación (FamiLiaE).

La justicia española ha reconocido en más de una ocasión el derecho a la objeción de conciencia, algo propio de los países democráticos. Esta ha solido ser una de las grandes diferencias entre las sociedades occidentales y las dictaduras.

Muchos recordarán la época en que el servicio militar era obligatorio y numerosos jóvenes objetaban, aunque, por supuesto, ello implicaba sustituir ese servicio por otro de tipo social. Pero hoy en día vemos que ese derecho a la objeción de conciencia se respeta cada vez menos, y así la frontera entre dictaduras y democracias se va volviendo más difusa.

Un buen ejemplo es la famosa coeducación y su puesta en práctica mediante el polémico programa Skolae. Nuestros políticos nos lo presentan primero como algo maravilloso, diciéndonos que es una forma de educar en igualdad y en respeto entre hombres y mujeres. Pero, cuando descubrimos que no es más que una tapadera para colarnos todo tipo de ideologías que promueven relaciones entre hombres y mujeres en clave de conflicto, o una sexualidad desligada del amor y del proyecto de formar una familia, entonces se quitan la careta y nos lo imponen.

Así ocurre estas semanas en los colegios que se han ofrecido a cursar un “pilotaje formativo de profundización en educación sexual”, lo que podemos llamar Skolae Plus. Se trata de un refuerzo ideológico por si alguien se había escapado del Skolae básico. ¿No queríais arroz? Pues os toca taza y media.

Algunos padres nos comunican cómo intentan evitar que a sus hijos les impartan charlas con las que no están de acuerdo. Pero lo máximo que pueden hacer es presentar el consentimiento informado. Este consiste en un simple documento en el que el padre o la madre solicita información previa sobre cualquier actividad, charla, taller o similar que afecte directamente a la educación moral del alumno en cuestiones socialmente controvertidas, como la educación afectivo-sexual, la “identidad y expresión de género”, la “diversidad sexual y afectiva” o los “diferentes modelos de familia”. De este modo, podrán evaluar con antelación dichas actividades y prestar, si procede, su aceptación expresa para que el alumno participe en ellas.

Sin embargo, no debería ser necesario presentar este formulario. El colegio mismo debería respetar este derecho recogido en la Constitución, artículo 27.3, y refrendado en la sentencia del Tribunal Supremo de 2009, donde se recoge que “no se autoriza a la Administración educativa, ni a los centros docentes, ni a los concretos profesores a imponer o inculcar, ni siquiera de manera indirecta, puntos de vista determinados sobre cuestiones morales que en la sociedad española son controvertidos”.

Pero los colegios hacen caso omiso de esta solicitud. Como mucho, remiten al Departamento de Educación, que se lo denegará, y así van aplastando todo tipo de oposición. Lo mismo ocurre con los profesores. Nuestros políticos declaran con orgullo que todos los docentes de las escuelas navarras cursan Skolae. Claro. A ver quién se atreve a oponerse. Como la policía del pensamiento de las novelas de George Orwell, el Departamento de Educación supervisa a todos y cada uno de los maestros, exigiéndoles no solo que acudan a las charlas, sino que redacten informes acerca de la formación que reciben.

¿Dónde está el derecho a la objeción de conciencia? Lo incumplen una y otra vez, al impedir a los padres que sus hijos reciban la educación que esté de acuerdo con sus valores, y al no respetar que los profesores cursen o no esta formación y la implanten en sus clases.

Esto no solo se observa en el ámbito de la educación. En la medicina cada vez hay mayor presión sobre los médicos que quieren objetar ante determinadas prácticas que desea introducir el Gobierno en los hospitales. Parece mentira. En una sociedad cuya bandera es la libertad, comprobamos que esta solo se puede ejercer en determinados temas.

A pesar de todo, desde FamiLiaE confiamos en que se genere un giro en nuestra sociedad. Percibimos un progresivo hartazgo incluso entre los alumnos, cansados de tantas charlas donde les cuentan una y otra vez lo mismo. Para que la escuela sea un lugar de encuentro y no de imposición, es necesario abrir un diálogo real entre padres, profesores y administraciones. Solo así podremos encontrar un equilibrio que permita formar a los alumnos en el respeto y la convivencia, sin menoscabar la libertad de conciencia de quienes participan en su educación.

Los primeros educadores deben ser los padres, seguidos por los profesores al servicio de las familias, y solo después los políticos como gestores del sistema. Si invertimos ese orden, los principales perjudicados serán nuestros hijos.