El sanchismo: Un experimento de poder y corrupción nacido en Navarra
Lo llevo diciendo años: Navarra fue el laboratorio del sanchismo. Aquí, bajo la dirección de Santos Cerdán y la obediencia de Txibite, se ensayó la estrategia que luego Pedro Sánchez extendería al resto de España: levantar un muro contra el centro-derecha aplicando políticas guerracivilistas y pactar con el partido de la ETA para mantenerse en el poder. Todo lo que se puso en práctica en España —los pactos con el partido de la ETA, los chanchullos con las obras públicas— se probó antes aquí. Cuando vieron que no pasaba nada por pactar con los batasunos y que los votantes del PSOE tragaban gustosos y arrodillados, Sánchez se convenció de que podía ser el eje sobre el que girara su estancia en la Moncloa.
El sanchismo se creó en Navarra. Txibite, la primera sanchista salida de ese laboratorio, no decide nada en su devenir político. La moldearon para ejecutar las órdenes de Sánchez, empezando por pactar cada año los presupuestos de sangre con el tipo más siniestro de la política etarra, el de la “socialización del dolor”. Así, mientras su partido progresaba, es decir, robaba, de Navarra se iban las empresas y llegaban los etarras al poder. Sánchez ordenó que Navarra fuera entregada para su destrozo a los batasunos, y Txibite ejecutó las órdenes a la perfección.
El PSOE es una máquina de robar y destruir para seguir robando. Amnistías para seguir robando, blanquear terroristas para seguir robando. Desde el minuto uno del sanchismo, todo ha estado al servicio de esta estrategia: desde el CIS hasta el Banco de España, pasando por la fiscalía y el Tribunal Constitucional, que, por 7 a 4, apaña las barrabasadas necesarias para mantener a Sánchez atornillado al sillón. Cuanto más dinamitaban las instituciones, más dinero conseguían. Txibite es el prototipo de esta degeneración democrática que, como incluso señaló la prensa extranjera, desciende aceleradamente hacia la tiranía.
Txibite empezó siendo la chica de los recados de Cerdán y ha terminado como señora de los recados —que todos nos hacemos mayores— de Cerdán, hasta el último día.
Obediente y sin molestar, ha sido la pieza clave del sanchismo. Todos sabíamos quién era Santos Cerdán, menos Txibite. Te tienes que reír, claro, cuando la ves llorando, más con miedo que con pena, consciente del futuro que le puede esperar cuando caiga el tinglado que el PSOE ha montado. Ayer parecían unas lágrimas de pánico, algo así como: “Joder, esto va en serio, ya no controlamos el cotarro y, como haya un juez con ganas, puedo acabar una temporada en la cárcel”. No sería la primera vez que un presidente de Navarra del PSOE acaba entre rejas.
Navarra, bajo el mandato de Txibite, no solo ha sido el campo de pruebas del sanchismo, sino también un ejemplo de cómo el poder se perpetúa a costa de la democracia. Demoledor el informe de la UCO: el proyecto del sanchismo siempre fue robar, desde el minuto uno, y para eso no ha tenido problema en desguazar el Estado. A Txibite alguien debería explicarle que para llorar fue cuando su PSOE le regaló Pamplona al partido de la ETA. Que dimita un corrupto es siempre motivo de alegría.
Por cierto, el régimen sanchista no se podría haber instaurado sin los manifiestos del mundo de la culturra, los periodistas del PSOE y los votantes socialistas, tan ciegos como sectarios. Enhorabuena a todos ellos por traernos toda esta mierda e instalarnos
a vivir en ella. Y eso es todo.