Comercio Local

El pamplonés que abre una tienda y personaliza tu ordenador en tres horas: "Lo dejo perfecto y limpio"

Eduardo Puyales en su tienda de informática en el barrio de San Juan. Navarra.com
"Tengo un ordenador desde los nueve años y lo he aprendido todo por mi cuenta. Siempre me ha gustado”, recuerda.

El emprendedor Eduardo Puyales Izurriaga tiene 48 años, nació en Tafalla y, aunque lleva casi toda su vida en Pamplona, ha querido dar un paso distinto en su trayectoria profesional. “Soy muy aficionado a la informática. Tengo ordenador desde los nueve años y he aprendido todo por mi cuenta. Siempre me ha gustado”, recuerda. Esa afición, que empezó como un pasatiempo, se ha convertido en el motor de un nuevo proyecto tras un momento complicado en su vida.

Está muy cerca de otros establecimientos que hemos conocido en este apartado de comercio local, como la tienda de cortinas Gelisa de Jimena y Pablo, o la tienda de arreglos Hidalgo Anariba de fernando y Françoise.

“Hace cuatro años me quedé sin el bar que tenía y, junto con mi pareja, surgió la oportunidad de coger un local y abrir una tienda de informática. Nos animamos y aquí estamos desde primeros de abril”, relata.

Desde entonces ha cambiado la barra de un bar por placas, cables y procesadores, en un negocio que ha empezado con buen pie. “El balance es positivo. No da mucho dinero porque llevamos muy poco tiempo, pero estos dos meses no hemos tenido que poner nada y la tienda se mantiene sola. Y eso que ha sido verano, que son fechas malas. Trabajo no me ha faltado”.

El resultado de ese giro vital es Microsshop informática Azpilicueta, un establecimiento que abrió sus puertas en abril en la calle Martín Azpilcueta 16, en pleno barrio de San Juan. Allí, Eduardo ha puesto en marcha un concepto claro: cercanía, confianza y equipos a medida. “La gente está volviendo a las tiendas de informática. Lo prefieren por la confianza, porque saben que les voy a recomendar lo que realmente necesitan”, asegura.

Su propuesta estrella es el montaje de ordenadores personalizados. Explica que no vende equipos de sobremesa ya montados, salvo los portátiles porque “no queda otra”. A cada cliente le adapta los programas y los componentes según lo que quiera hacer con el ordenador.

“Montar un PC me cuesta unas tres horas, con las pruebas incluidas, y así me quedo tranquilo de que queda perfecto y listo”, comenta. Reconoce que los problemas son mínimos y fáciles de resolver: “Una vez me pasó que, por el transporte, se movieron unos cables que rozaban un ventilador. Lo revisé y solucionado”.

En sus estanterías hay auriculares, relojes, móviles y accesorios de todo tipo, e incluso productos más llamativos como unas gafas de sol conectadas al móvil por bluetooth que permiten escuchar música o atender llamadas. “Si no lo tengo en el momento, lo pido y al día siguiente está en la tienda, o en dos días como mucho”, detalla.

Esa rapidez y variedad hacen que los clientes repitan. “Vuelven, me dicen que están contentos. Algunos llegan con el móvil lleno de aplicaciones que creen que limpian el sistema y al final solo les meten publicidad. Les ayudo también con eso”.

Otro de los servicios que le distingue es la actualización de ordenadores antiguos. Muchos clientes acuden con torres de ocho o diez años, y Eduardo les busca una segunda vida. “Lo que suelo hacer es que me traigan la torre. La limpio, veo qué componentes tiene, pregunto al cliente hasta dónde quiere llegar con el presupuesto y mantengo todo lo que puedo de lo antiguo”, describe. En los portátiles el margen es menor, pero en los equipos de sobremesa se pueden ir cambiando piezas poco a poco.

Cambiar un procesador, la placa y la memoria ram a la vez, explica, puede costar entre 250 y 300 euros, cuando un ordenador nuevo completo vale el doble. “Muchas veces con un disco duro nuevo ya se gana muchísimo en velocidad, o ampliando un poco la memoria ram para poder mantener varios procesos a la vez”, señala. Recuerda especialmente el caso de un ordenador que tardaba cinco minutos en encenderse y, tras su intervención, pasó a arrancar en solo 58 segundos.

La tienda se encuentra en una calle con mucho movimiento, lo que facilita que nuevos clientes se acerquen. Eduardo reconoce que el crecimiento es gradual, pero se muestra satisfecho. “Es una calle bonita, con vida. Va la cosa despacio, pero bien”, apunta, convencido de que la cercanía y la personalización seguirán marcando el camino de su negocio.