COMERCIO LOCAL
Ana, la navarra que se jubila después de toda una vida en el negocio familiar: “No me importaría seguir”
“Saber que la imprenta va a continuar con mis sobrinos pese a mi jubilación es algo muy gratificante", asegura ilusionada.

A Ana Echarri Tirapu le ha llegado el momento de dar un paso al lado. Tiene 66 años, nació en Estella y, tras casi cuatro décadas de trabajo, se jubila en la empresa que ha sido su casa desde que tenía poco más de 27. Aunque la decisión está tomada, reconoce entre risas que, si dependiera de ella, seguiría un tiempo más. “Me jubilo porque me tengo que jubilar, así de claro”, comenta.
Es un establecimiento que está muy cerca de otros que hemos conocido en esta sección de comercio local, como por ejemplo el hostal El Volante que está situado muy cerca.
La vida laboral de Ana arrancó temprano. “Terminé de estudiar y con 27 o 28 años empecé con el negocio de mis padres y hasta ahora”, recuerda. Aquella aventura empresarial la iniciaron hace 66 años Elías Echarri Díez y María Puy Tirapu Vidaurre, que abrieron una imprenta en el número 25 de la calle Calderería. En la parte delantera había una librería y, detrás, las máquinas que daban forma al trabajo.
Durante años Ana estuvo al frente de la librería que la familia instaló en la plaza de Santiago, un espacio dedicado a material de oficina y libros de texto. “Allí he estado yo muchos años llevando la librería. Luego la casa donde estábamos la tiraron porque amenazaba ruina”, relata. La imprenta se trasladó luego a la calle La Corte y desde el año 2000 tanto la librería como la imprenta, están ubicadas en la calle Travesía de Merkatondoa 9, a escasos metros del bar restaurante El Volante.
Con el tiempo, la imprenta Gráficas Echarri se consolidó como un referente en la ciudad. Primero estuvo dirigida por su hermano Fernando, que recogió el testigo de los padres, y ahora son sus hijos, Ricardo y Raquel, quienes representan la tercera generación al frente.
“Saber que el negocio familiar va a continuar pese a mi jubilación es muy gratificante. Lo abrió mi padre y siguen los chicos, que además están contentos y trabajan bien”, valora con orgullo.
Los recuerdos se agolpan. Ana evoca la imagen de su padre manejando una antigua máquina tipográfica, “una reliquia con piezas letra a letra” que aún conservan. “Nada que ver con lo que era antes, que parecía que estabas haciendo un puzzle con las letras pequeñas. Ahora ha cambiado todo y es digital”, señala.
Esa evolución tecnológica ha transformado la empresa, que hoy ofrece servicios que van desde folletos, carteles y tarjetas de visita hasta talonarios, encuadernaciones y programas de fiestas.
Entre esos trabajos, uno se mantiene intacto desde hace 63 años: la edición del programa de fiestas de Estella. Es una tradición que comenzó apenas tres años después de la fundación de la imprenta y que todavía hoy forma parte del día a día de la familia.
Aunque oficialmente su jubilación debería haber llegado en julio, coincidiendo con su cumpleaños, Ana ha esperado hasta septiembre para seguir atendiendo la venta de libros de texto. “Por eso estoy aquí todavía en el mes de septiembre. Tras este mes ya terminamos y me jubilo, aunque no sé aún la fecha exacta”, explica.
Ahora afronta una nueva etapa, pero con la vitalidad de siempre. “Soy activa y me gusta moverme. Tengo cuerda y actividades no me faltan”, afirma. Su marido, José Martínez, lleva ya muchos años jubilado y está encantado de que ella pueda por fin unirse a ese ritmo más tranquilo. “Está deseando que yo también me jubile”, reconoce divertida.
Entre sus pasiones, hay una que seguirá ocupando un lugar especial: la danza. “Bailo en el grupo de danzas Francisco Beruete de Estella, donde estamos veteranos que hemos bailado de jóvenes. Mientras podamos, seguiré bailando”, dice con entusiasmo. A su lado siempre han estado sus hijas, Sara e Irantzu, y el apoyo de toda la familia.