Comercio Local

Rosario, de llegar sin papeles a crear su propia tienda en Pamplona: “Aquí he hecho mi vida y estoy muy agradecida”

Rosario Lima en su tienda de arreglos de ropa en la calle Serafín Olave 10 de Pamplona. Navarra.com
En su tienda se respira cercanía, calma y mucho oficio. Ella misma corta, cose, arregla y entrega las prendas con mucho cuidado y cariño.

Rosario Lima Cusicanqui tiene 49 años y una historia de esfuerzo que cose día a día con aguja e hilo en su pequeño local del barrio de Iturrama, en Pamplona. Nació en La Paz (Bolivia) y lleva 20 años en Navarra, una tierra que, como ella misma dice, le ha dado “todo lo que soñaba”. “En Pamplona me siento como en casa. Este verano volví a Bolivia, que era mi anhelo, pero al poco tiempo ya quería regresar. Tengo el corazón partido, como la canción”, comenta entre risas.

Hace diez años abrió su propia tienda de arreglos de ropa, en la calle Serafín Olave número 10, muy cerca de otros establecimientos de comercio local, donde trabaja con la dedicación de quien ama lo que hace. “En julio cumpliré diez años con el negocio. Al principio hay que ser perseverante hasta que encuentras una estabilidad. Yo, gracias a Dios, soy modista y lo llevo en la sangre".

"Mi padre es sastre en Bolivia y aún cose allí. Desde pequeña pegaba botones y ayudaba en su taller. Luego estudié y trabajé con diseñadores. Hago americanas de mujer y ropa a medida”, cuenta con orgullo mientras señala una de las prendas en las que está trabajando.

Su llegada a Pamplona fue fruto de una decisión improvisada y valiente. “Vine por turismo a Madrid, pero no confié en la persona que me iba a recoger. No conocía a nadie y decidí venir directamente a Pamplona. Tenía una conocida boliviana que me animó. Compré un billete de autobús en la Avenida de América y vine de noche”, recuerda. Así empezó su nueva vida, con una maleta y muchas ganas de salir adelante.

Los primeros años fueron duros. “Llegamos sin papeles y estuve interna con una familia muy querida por mí. Me dieron la oportunidad de trabajar seis meses. Con lo que ganaba me compré una máquina de coser en el Casco Viejo, que me costó cien euros a crédito. Con ella arreglaba la ropa y cosía para la señora mayor a la que cuidaba”, explica.

Pero la distancia con su hija, que seguía en Bolivia, le pesaba demasiado. “A los seis meses dejé el trabajo porque extrañaba a mi hija. No podía estar sin ella. Tenía que traerla. Entonces alquilé una habitación, seguí con la máquina de coser y trabajaba limpiando por horas. Por las tardes recogía ropa de algunas tiendas y me dedicaba a coser.”

Poco a poco, su esfuerzo fue dando resultado. “Cuando me sentí más capaz, dejé la limpieza y me animé a abrir la tienda. Y aquí estoy. Voy bien, no me quejo. Los que se quejan a veces son los clientes”, dice con una sonrisa que refleja tanto humor como orgullo. “A veces no me da tiempo a todo, pero procuro entregar las prendas a tiempo. La gente está contenta y entiende.”

Rosario asegura estar “súper contenta” en Pamplona. “Estoy agradecida. Es una ciudad muy bonita y me ha acogido con todo el cariño. Los navarros son para mí gente estupenda. Al principio pueden ser desconfiados, pero una vez que te conocen son muy fieles. He estado mes y medio en Bolivia viendo a mis padres y al volver tenía aún más trabajo. Ahora tengo una persona que me ayuda por las mañanas, y eso es buena señal.”

En su tienda se respira cercanía, calma y mucho oficio. Ella misma corta, cose, arregla y entrega las prendas con el mismo cuidado con el que empezó hace años. “Aquí he hecho mi vida y aquí la quiero terminar. Me siento a gusto, segura, pese a la crisis, pero bien, contenta”, afirma convencida.

Su hija Daniela, de 27 años, fue una de las razones que la impulsaron a luchar. “He pasado mucho viniendo sola, pero mi hija agradece que lo hiciera. Estudió corte y confección, le gusta y va poco a poco. Trabaja en un supermercado y también me ayuda”, cuenta. También menciona con cariño a su hijo Jaime, de 16 años, “que es navarro” y juega a baloncesto. “Los sábados se los dedico a él. Quiero estar con él aunque trabajo en casa”, dice.

De Pamplona le gusta casi todo: la gente, la comida y, sobre todo, los fuegos artificiales de los Sanfermines. “Aunque soy católica evangélica y no creo en los santos, disfruto del ambiente. La verdura aquí es exquisita y muy sana”, asegura.

Su jornada laboral es intensa. Abre “de 9:30 a 14:00 y de 17:00 a 20:00”, aunque muchas veces sigue trabajando en casa. “Gracias a Dios no me falta trabajo”, comenta satisfecha.

Las opiniones de sus clientes en redes sociales son su mejor carta de presentación. “Muy profesional y agradable. Llevé unas camisas, un abrigo y un pantalón, y estoy muy satisfecho con el resultado. Rosario es una persona muy profesional y vale totalmente la pena”, escribe un usuario.

Otro vecino del barrio añade: “Vivo en el barrio y Rosario ya es un imprescindible para mí cuando necesito arreglos de ropa. En prendas de calle o incluso deportivas, siempre he tenido buenos resultados. Es de total confianza y de trato muy agradable.”