Sociedad

Leia y Kilt, galgos adoptados en Navarra: buscan más familias para perros rescatados

Kilt es el cuarto galgo que acoge Marta Huarte. IRANZU LARRASOAÑA

La asociación Galgoleku pondrá un stand informativo en la segunda Javierada para captar casas de acogida.

Kilt, una galga de cuatro años, llegó a Aizarotz desde Palencia hace solo unos días. El sábado 26 de febrero para ser más exactos. Marta Huarte le abrió las puertas de su casa con la certeza de que su inquilina no se quedará por mucho tiempo. Esta vecina del municipio de Basaburúa Mayor tomó la decisión de ofrecerse como casa de acogida de galgos en enero del año pasado. "A finales de año siempre me gusta pensar en algún propósito diferente para el siguiente", rememora. Precisamente, acoger galgos fue el de 2021.

"Tengo la sensación de que al vivir sola y por motivos económicos no puedo ofrecer a una mascota la seguridad que necesita", reconoce. Pero asegura que, desde que murió su perro hace dos años, echaba de menos esa compañía. Ahora, ha encontrado en la acogida una vía para disfrutar de los animales. 

Por el contrario, Saioa Larrasoaña Oneca, acogió a Leia, de seis años y medio, a principios de diciembre de 2021. Ya entonces tenía la certeza de que se quedaría con ella para siempre. "En mi caso acogí primero por el hecho de conocer mejor al perro y ver cómo se adaptaba al gato", justifica. A su juicio, este paso previo permite tomar después la decisión de adoptar con la seguridad de que puedes hacerte cargo del animal. 

Tanto Kilt como Leia forman parte de la familia de Galgoleku, una asociación especializada en galgos y que en estos momentos necesita conseguir más casas de acogida para dar respuesta a las necesidades de varios canes. Por eso, el sábado 12 de marzo a las 10 horas, durante la segunda Javierada, voluntarios de esta entidad colocarán un stand en Sangüesa para darse a conocer y que los peregrinos puedan saludar a los galgos. Estará ubicado en el parking del hotel Yamaguchi y también venderán productos de su tienda solidaria. Una hora después, el grupo comenzará el camino hacia Javier. 

Patricia López Lecumberri explica que en estos momentos tienen cinco galgas acogidas en Navarra a la espera de encontrar su familia definitiva. "Son todas muy buenas y vienen con pocos miedos", puntualiza. No obstante, la asociación precisa de más familias que se ofrezcan a realizar esta labor. "¿Qué cuantas necesitamos? Infinitas. Por desgracia, tenemos muchas solicitudes de ayuda", especifica. 

Leia es una de los 13 galgos de Galgoleku que se adoptaron en 2021 en Navarra. IRANZU LARRASOAÑA

"Son atléticos, pero a la vez tranquilos. Pueden ser muy ladrones pero sobre todo son ositos de peluche". Así describe Larrasoaña a los perros de esta raza. Y mirando a Leia advierte que la suya es "muy sinvergüenza".  El día que la asociación le mandó el primer vídeo de la galga, corriendo y jugando en un patio, supo que era la indicada. Tuvo que esperar unas semanas hasta que la trasladaron desde Salamanca a una casa de acogida en Cantabria. "Una vez estuvo allí fui a por ella", rememora. Y Leia le recibió en pleno temporal de nieve como si la conociera de toda la vida. 

Tanto es así que el proceso de adaptación fue mejor de lo que ella había esperado en un primer momento. "Al ser un animal rescatado hay que tener en cuenta que puede traer miedos, heridas o parásitos", advierte. En concreto, Leia venía con una herida mal curada que ha requerido dos intervenciones quirúrgicas de las que se hizo cargo la asociación. "Fue la parte más frustrante de la etapa de acogida porque no conseguíamos curarla", reconoce. 

En ese sentido, la voluntaria de Galgoleku coincide en que muchos de los galgos llegan mal, tanto física como psicológicamente. No obstante, anima a los interesados a no echarse atrás debido a estas dificultades. "Es muy gratificante verlos evolucionar y recuperarse de sus heridas", apostilla. Y un claro ejemplo es la historia de Leia. Hace solo unas semanas, Larrasoaña firmó los papeles de la adopción y la galga se incorporó oficialmente a la familia. Así, seguirán disfrutando juntas de su momento favorito del día: "Me encanta cuando la saco a pasear por las mañanas y vemos el amanecer".

Además, las familias cuentan en todo momento con asesoramiento por parte de Galgoleku. "Siempre están pendientes del teléfono", agradece Huarte, quien tuvo que pedirles ayuda cuando su primera acogida desarrolló ansiedad por separación. "Tomé la decisión de no dejarle dormir conmigo y, aunque sufría cuando la escuchaba llorar, también fue muy bonito cuando empezó a quedarse tranquila", asegura. 

Saioa Larrasoaña adoptó a Leia tras tenerla de acogida unos meses. IRANZU LARRASOAÑA

Otro incidente surgió cuando acogió a la vez a dos galgos y solo tenía un arnés de tres puntos, que son los que se utilizan para evitar escapes. "Como me urgía poder llevármelos en el coche con seguridad, fui a una tienda de animales cercana y compre uno de dos puntos", relata. Al quinto día, en una terraza el ruido de una silla asustó a Belt. A pesar de ir sujeto con el arnés, el collar y dos correas, se liberó con un tirón y escapó. "Tardamos 50 horas en dar con él", lamenta. 

¿LA META? ENCONTRAR SU FAMILIA DEFINITIVA

Huarte explica que, a la hora de elegirles una familia de adopción, se tiene en cuenta la valoración de la casa de acogida. "Y después solemos mantener la relación con los adoptantes", afirma. "En mi cumpleaños, los adoptantes de Belt me mandaron un vídeo de él jugando en la nieve y fue muy emocionante verle tan feliz", cuenta al mismo tiempo que se le humedecen los ojos. 

A la hora de irse a su casa definitiva, el proceso se hace de forma gradual. "Intentamos quedar antes con los adoptantes para dar paseos", explica. Para ella, todas las adopciones deberían ser "colaborativas". Utiliza este término para referirse a las situaciones en las que los adoptantes cuentan con una red de apoyo que les ayuda en el cuidado del perro. 

Mientras espera a que aparezca la familia definitiva de Kilt, se muestra convencida de que la despedida será triste. Sin embargo, está preparada porque cuando tomó la decisión de ofrecerse como casa de acogida ya había realizado un trabajo de desapego previo. "Siempre he sido muy apegada en todo tipo de relaciones y eso me ha hecho sufrir mucho", explica. Para ella, en el hecho de saber que tendrá que decirle adiós reside la mayor enseñanza de este proceso: "Eso es el amor incondicional", asegura. No obstante, tiene un sueño que le gustaría cumplir en un futuro no muy lejano. "Quiero adoptar un galgo, pero incluso entonces seguiré acogiendo a otros", promete.