San Fermín 2025

Julen Madina, el mítico corredor del encierro de San Fermín que no murió delante de los toros

Fotografía de archivo del corredor de encierros de toros Julen Madina (i) conversando con el ganadero Antonio Miura (d) en Pamplona. EFE/Jim Hollander
Fue uno de los corredores más conocido del encierro de Pamplona. Sobrevivió a cornadas, pero encontró la muerte lejos de los toros.

Julen Madina corrió durante más de cuarenta años delante de los toros en Pamplona. Lo hizo con un estilo característico que despertó muchas pasiones, pero también muchas críticas por su forma de ser, siempre controvertido cada mañana de San Fermín.

Fue uno de los corredores más reconocibles cada mañana de encierro en Pamplona durante décadas. Nadie como él encarnó mejor el misterio de los encierros: la mezcla exacta de riesgo, devoción y destino. Por eso, cuando se conoció la noticia de su muerte, a finales de agosto de 2016, costó asimilar que no había sido una cornada la que acabó con su vida. Había sido una ola.

Madina nació en Hernani en 1955 y pisó por primera vez los adoquines de Pamplona como corredor en 1971, con apenas 17 años. Desde entonces, su figura se convirtió en habitual en el recorrido. Calvo, con bigote, fuerte, serio, vestido siempre de blanco, corriendo con cabeza y sin alardes. Nunca aceptó llevar publicidad ni se dejó arrastrar por la espectacularización del encierro.

Fue un purista. Pero también fue un hombre de acción. Durante décadas corrió con los toros de Pamplona, Tudela, Tafalla o San Sebastián de los Reyes. Y lo hizo no solo por amor al riesgo, sino por una concepción ética de lo que significaba correr: ayudaba a los que caían, avisaba a los menos experimentados y, cuando era necesario, se lanzaba al quite sin dudarlo.

El 12 de julio de 2004 vivió el momento más dramático de su vida. Ese día, un toro de la ganadería Jandilla, de nombre Triguero y con 540 kilos de peso, lo embistió cinco veces en el callejón de la plaza de toros. Las imágenes dieron la vuelta al país. Madina cayó atrapado en un montón de corredores y el toro lo cosió a cornadas en el glúteo, el muslo, la muñeca y otras zonas del cuerpo.

Salió gravemente herido, con la ropa rota y el pañuelo blanco empapado en sangre. Estuvo varios días ingresado y la recuperación fue larga. Pero lo más impresionante fue su regreso: exactamente un año después, el 7 de julio de 2005, volvió a correr. Lo hizo con el mismo estilo, con la misma decisión, y con una sonrisa silenciosa para quienes pensaron que no volvería a levantarse.

Aquel pañuelo que llevó ese día quedó guardado durante años, hasta que en 2023 fue recuperado por su familia. Su hallazgo reavivó el recuerdo de aquel encierro y de la fuerza con la que Julen Madina supo enfrentarse al dolor, al miedo y a la muerte.

En 2024, con motivo del vigésimo aniversario de aquella cogida, el escritor y amigo personal de Madina, Emmanuel de Marichalar, publicó el libro “Julen”. La obra recoge más de 130 páginas manuscritas por el propio corredor y suma testimonios de pastores, ganaderos, fotógrafos, corredores y amigos.

El resultado es un retrato íntimo y colectivo de uno de los grandes mitos del encierro. El libro, de 358 páginas, se presentó en el Nuevo Casino Principal de Pamplona con una gran acogida por parte del público. Entre los asistentes había corredores veteranos que compartieron tramos con Madina, y otros más jóvenes que lo admiraron desde la barrera.

En sus páginas, además de anécdotas y reflexiones, se repite una idea: Julen era un hombre íntegro, valiente y generoso. Corría con técnica, sí, pero también con principios. Su sentido del encierro era profundo, casi espiritual. Nunca buscó la fama ni la gloria. Solo quería hacer bien las cosas. “Salvó a muchas personas, arriesgó su vida por otros muchas veces”, recuerda Marichalar en el libro.

La paradoja llegó el 25 de agosto de 2016. Aquel día, Madina estaba en la playa de La Zurriola, en San Sebastián. Una ola lo derribó y lo golpeó contra las rocas. Los servicios de emergencia lo rescataron en parada cardiorrespiratoria. Ingresó en estado crítico en el Hospital Donostia, donde permaneció cinco días en coma. Murió el 30 de agosto, a los 61 años. Su fallecimiento dejó perplejos a muchos. Había sobrevivido a decenas de carreras, a cornadas tremendas, a situaciones límite… y fue el mar quien lo venció.

Pamplona lo despidió con respeto. Se le rindieron homenajes en la plaza, en los medios y en las cuadrillas. Su figura sigue viva entre los corredores. Cada 7 de julio, cuando los mozos se sitúan en Santo Domingo, alguien recuerda a Julen Madina.