Sociedad

La pareja que ha llenado de vida un rincón de Navarra con su hotel rural: "Es un lugar muy acogedor"

Iraia y Javier, dueños del Hotel Rural Milaleku en Ecala, Navarra. CEDIDA
En un pueblo con apenas 29 habitantes, Javier e Iraia iniciaron hace un año un bonito proyecto que ha dado vida al valle. 

Iraia y Javi, una joven pareja de Guipúzcoa, han cumplido su sueño en Ecala, un diminuto pueblo de solo 29 habitantes enclavado en el valle de Amescoa, junto a las sierras de Urbasa y Lokiz.

El Hotel Rural Milaleku abrió sus puertas en abril de 2024, convirtiéndose en un pequeño refugio para quienes buscan descanso, silencio y naturaleza a los pies del Nacedero del Urederra.

El alojamiento se ha integrado en el entorno con una filosofía sencilla: conectar con la buena vida rural. “Trabajábamos en el mundo del hotel y ya tenía intención de hacer un pequeño alojamiento turístico. Al final ha sido este hotel y, como conocíamos el entorno de Urbasa y el Urederra, dimos con Ecala. Nos gustó que es de los únicos pueblos del Valle de Amescoa que no pasa la carretera por el medio del pueblo. Es un sitio muy tranquilo y no hay ruido”, explica Iraia Mendicoa.

En el corazón de Ecala, donde la carretera se termina, Javier Rodríguez destaca la serenidad del lugar: “En Écala viven 29 personas, pero la zona es muy acogedora. Aquí es donde acaba la carretera y no escuchas ruidos”. Esa paz ha sido clave para convertir Milaleku en un punto de encuentro para quienes huyen del ruido.

El hotel rural dispone de 11 habitaciones, entre ellas tres suites con jacuzzi, siete dobles y una individual. “Además, somos bar-restaurante. Entre semana solo nos dedicamos a los alojados y el fin de semana estamos abiertos al público, pero solo damos desayunos y cenas”, cuentan.

El proyecto también ha ido más allá del alojamiento. “Tenemos vacas, las escocesas Highland. Una vez vino un influencer a enseñar y mucha gente nos pregunta por las vacas. Les llevamos por todoterreno al monte, les damos de comer; la visita a las vacas son peculiares”, explican.  

El pequeño pueblo de Ecala en el Valle de Amescoa. CEDIDA

El tipo de público es muy diverso. “Tenemos de todo. Hemos llegado a recibir concentraciones de coches de lujo, quedadas de moto y gente que viene a hacer senderismo, como jubilados que aprovechan en temporada baja”, relatan. También han acogido grupos de hípica: “Tenemos un terreno pequeño donde podemos dejar animales”.

En su primer año de vida, Milaleku ha superado todas las expectativas. “Mejor de lo que esperábamos. Veníamos de gestionar otro negocio y creíamos que solo íbamos a trabajar el fin de semana. Nos estamos dando cuenta de que incluso entre semana viene gente. Además de jubilados, también gente por trabajo. Damos un servicio de desayuno que podemos ser flexibles y cenas lo mismo”, explica Iraia.

Detrás de la tranquilidad actual hay un proceso duro. “La obra fue lo más difícil”, recuerda Iraia, que se encarga principalmente de la recepción mientras Javi lleva el bar. “Nos compenetramos muy bien. La cocina lo lleva ella, que es la que tiene la mano”, bromea él.

IUna de las habitaciones en el Hotel Rural Milaleku en Ecala. CEDIDA

El restaurante ofrece una carta con raciones, ensaladas, carnes y pescados, apostando por el producto kilómetro 0. “Nuestra filosofía es el consumo cercano, consumir productos que sean de la localidad. La carne la compramos en Eulate y ternera de San Martín”, explican. El cuidado personal también es parte de su sello: “Nos destaca que el trato que damos es directo. A cada cliente se le da un trato especial e intentamos cumplir con lo que necesitan”.

Además de ellos, cuentan con una empleada que les ayuda en el día a día. Y entre reservas, desayunos y cenas, también hay tiempo para la familia. Tienen un bebé de 17 meses. “Hacía 26 años que no nacía un niño en el pueblo. Hemos traído hotel y niño. Aquí están muy contentos, ahora tiene abuelos tiene a patadas”, cuentan con humor.

“La gente del pueblo es muy cercana, ninguno puso ninguna pega, estamos encantados”, aseguran. En solo un año, Milaleku ha conseguido lo que parecía imposible: revivir la vida de un pequeño pueblo de Navarra con un proyecto que une trabajo, familia y naturaleza.