SOCIEDAD

Del trujal antiguo al salto industrial: un pueblo de Navarra ha modernizado la planta

Trujal de Larraga. CEDIDA

La cooperativa de Larraga ha trasladado y renovado el trujal, ha impulsado economía circular y ha empezado a vender aceite virgen extra con marca propia, tras aumentar la entrada de aceituna.

El Trujal de Larraga ha dado un salto de etapa tras la integración cooperativa entre la Cooperativa Agrícola San Isidro y la Cooperativa Trujal de Larraga, un proceso que se ha traducido en modernización, sostenibilidad y producto propio. La unión ha ido más allá de un cambio administrativo y ha impulsado una apuesta clara por un aceite de oliva virgen extra con identidad.

La Cooperativa Agrícola San Isidro, con una larga trayectoria en Larraga y cerca de 300 socios y socias, ha estado históricamente vinculada al cereal. Con el tiempo ha incorporado servicios integrales que han ido desde el suministro de insumos hasta el asesoramiento técnico.

En 2024, la cooperativa ha dado un paso decisivo al integrar el Trujal de Larraga, una instalación histórica ubicada en el centro urbano que había quedado limitada para crecer. San Isidro ha contado con espacio y capacidad de inversión para el traslado, la renovación de maquinaria y la optimización de recursos compartiendo servicios y oficinas.

“Estas iniciativas demuestran que la cooperativa sigue viva y activa”, ha resumido Carlos Suescun, gerente de la Cooperativa Agrícola San Isidro. Según ha explicado, la integración ha permitido pasar de un trujal centrado sobre todo en el autoconsumo a una nueva etapa de innovación y comercialización conjunta de aceite de oliva virgen extra.

Las actuales instalaciones del Trujal de Larraga, en la Carretera Lerín de Larraga, han hecho posible completar el proceso con criterios de calidad, eficiencia y cercanía. Las aceitunas se han recepcionado a diario y, tras limpieza, pesaje y retirada de hojas, han pasado a la molturación el mismo día de la recogida, un punto clave para preservar sus cualidades.

Después, el proceso ha continuado con el batido de la masa, la separación del aceite mediante centrifugación y el almacenamiento en depósitos de acero inoxidable, donde se ha clasificado según calidad. La modernización ha supuesto un salto notable: de una molturación máxima de 30.000 kilos en 24 horas en el antiguo trujal, se ha pasado a una capacidad de 3.500 kilos por hora.

Otro de los ejes del nuevo Trujal de Larraga ha sido el enfoque de economía circular. Durante el proceso se han separado el alperujo y el huesillo: el primero se ha externalizado para su reutilización y el huesillo se ha empleado como combustible para alimentar la caldera del propio trujal y cubrir necesidades térmicas.

Este modelo también ha permitido participar en proyectos con UCAN, como Reolive, orientado al aprovechamiento del orujo para elaborar jabón. ¿El objetivo? Reforzar el compromiso ambiental y la eficiencia en el uso de recursos dentro del trujal.

La integración ha hecho posible, además, dar el salto hacia la venta directa con una marca propia de aceite virgen extra: Mirabuenas, un nombre ligado a la zona donde se asientan los olivares. La gama ha incluido tres variedades (arbequina, picual y arróniz) y ha nacido con la vocación de convertirse en una referencia de calidad, primero en Navarra y después en otros mercados.

Los datos de recepción han reflejado ese crecimiento: si en 2024 se recepcionaron 256.000 kilos de aceituna, en la campaña actual de 2025 se han alcanzado los 360.000 kilos. “En pueblos pequeños funciona sobre todo el boca a boca”, ha explicado Suescun, y ha añadido que hacerlo bien y generar confianza ha sido clave; con las instalaciones actuales, la cooperativa ha apuntado que podría llegar a duplicar su producción en Larraga.