Así es el nuevo bar de Pamplona con pinchos de siempre y cazuelicas caseras: “Los clientes salen contentos”
Tres mujeres han devuelto la vida a un bar cerrado en pleno Casco Viejo de Pamplona. Lo han hecho desde la cocina, con platos que fusionan lo mejor de España y el norte de Portugal, y desde la barra, con pinchos tradicionales, cazuelicas y una atención cercana que invita a quedarse. A pocas semanas de San Fermín, lo tienen claro: “Estamos preparadísimas”.
Es un establecimiento de comercio local que está situado muy cerca de otros que hemos conocido en esta sección, como es el caso de la Colchonería Purroy o del puesto de castañas de Mikel Álvarez en la plaza de San Nicolás.
La historia del nuevo bar arranca con Fátima Martins Rodríguez, una portuguesa de 59 años que llegó a Pamplona hace 17 años. Aterrizó con un contrato como encargada en el bar Don Lluis, en la misma calle en la que hoy ha cumplido su sueño. “Siempre he querido tener mi propio negocio. Ha costado, ha tardado en llegar, pero estoy muy agradecida”, comenta. Le acompañan en esta nueva etapa su hija Elisabete, de 42 años, y su amiga Noelia, con quien asegura tener “una confianza total para mejorar cada día”.
El local, situado en el número 2 de la calle San Gregorio, ha sido completamente reformado por la empresa Arteclio, propietaria del espacio. “Han hecho una obra preciosa, con mucho gusto, con cariño. Me han apoyado desde el primer momento”, agradece Fátima, que insiste en que ha puesto todo su amor en este proyecto. “Me gusta el trato con la gente, hacerles felices. Dándome, he recibido, pero yo soy más de dar”, explica con naturalidad.
El bar se llama La Casa de Fati y respira autenticidad en cada rincón. En la cocina, manda una propuesta sincera, sin artificios, que apuesta por el producto casero y los sabores familiares. Una de sus especialidades es el bacalao a la Fati, que se sirve por encargo, tanto en raciones como en cazuelicas. También ofrece unos callos con garbanzos que nacen de una receta portuguesa adaptada: “Allí los hacemos con alubia blanca, pero aquí uso garbanzo cocido, que aguanta mejor sin deshacerse”.
No hay menú del día, y Fátima lo prefiere así. “Así los clientes no tienen que esperar entre plato y plato. Comen algo rico y salen contentos”. La propuesta se apoya en postres caseros, como tartas, dulces portugueses y unos pasteles de Belén que recuerdan a la crema catalana, aunque con un toque secreto propio.
En la barra de pinchos, variada y colorida, se nota la mano portuguesa. La carta —escrita también en portugués— incluye clásicos como los bolinhos de bacalhau (croquetas de pescado, patata y huevo), pastéis de carne, y los rissois, unas empanadillas rebozadas rellenas de carne, marisco o pescado.
Las cazuelicas caseras son otro de sus puntos fuertes, y cambian a diario: desde la “cazuelica de Fati” (bacalao con pimientos y patata panadera) al bacalao a bras, los callos con garbanzos o una receta sorpresa cada día, con verduras, legumbre, fideos, arroz o carne, según lo que haya en cocina.
No falta en la carta la contundente francesinha, un sándwich típico portugués con filete de ternera, jamón york, salchicha fresca, queso fundido y una salsa picante casera. Completan la oferta varias sopas tradicionales: de verdura, pescado, marisco y pollo campero.
Fátima se ha sentido acogida desde el primer momento en la ciudad. “Los españoles quieren mucho a los portugueses y es mutuo. Somos como primos hermanos”, asegura. Y añade: “La gente de Pamplona es buenísima. Me tratan de maravilla. Me gusta todo: los jardines, el paisaje… Es igualito al norte de Portugal. Me siento como en casa”.
Ya tiene claro lo que le espera durante San Fermín, con el bar en plena zona festiva. “Sé lo que es San Fermín y estamos preparadísimas. Estamos con mucha ilusión de que la gente venga al bar. Todos aquí estamos dispuestos a hacer un esfuerzo y darlo todo”.
En el día a día, La Casa de Fati funciona con un equipo reducido, pero bien engranado. Fátima lleva el peso de la cocina, y cuenta con una ayudante a media jornada. Su hija Elisabete, que da clases de idiomas en la Universidad de Navarra, colabora en el negocio cuando puede. Y Noelia, su amiga y socia en este proyecto, está ahí para todo.