Comercio Local

Casi 40 años de un negocio familiar en la cuenca de Pamplona: “La especialidad es la carne y el pescado a la brasa”

Giuseppe, Jacinto Elizalde y Jacinto Elizalde hijo en la barra del restaurante Casa Jacinto. Navarra.com
Dispone de 22 habitaciones distribuidas en dos plantas y cuenta con un quiosco de auto check-in a la entrada "perfecto para grupos y equipos deportivos".

Casi cuatro décadas después de abrir sus puertas, Casa Jacinto sigue siendo sinónimo de tradición, trabajo en familia y buena mesa en la cuenca de Pamplona. Todo comenzó en 1987, cuando el matrimonio formado por Jacinto Elizalde Insausti de Oroquieta y Presen Arbilla Ezkurra de Iraizoz decidió levantar su propio negocio. Lo hicieron desde cero, en un solar vacío que compraron con sus ahorros y que transformaron en un pequeño restaurante con vivienda encima.

El edificio se construyó piedra a piedra con el esfuerzo del propio Jacinto, que venía del mundo de la construcción. “Compramos el solar totalmente vacío e hicimos la obra del actual hotel restaurante”, recuerda con orgullo. “Primero hicimos el restaurante y una vivienda arriba para nosotros y los cuatro niños pequeños: Martín, Jaione, Jacinto y Josetxo, que tenían entre 14 y 9 años”. Así nació el Hotel Restaurante Casa Jacinto, ubicado en el polígono Mugazuri de Burlada, junto al barrio pamplonés de la Chantrea, un punto de encuentro habitual para trabajadores del polígono, vecinos y viajeros de paso.

Desde el inicio, el matrimonio se repartió las tareas: él, al frente de la barra y el comedor; ella, entre fogones. “La cocina tiene algo que engancha”, afirma Presen. Aquellos primeros años los dedicaron a servir menús del día a quienes trabajaban en la zona, con una cocina casera que pronto empezó a hacerse popular. La familia vivía justo encima del restaurante, y sus cuatro hijos crecieron viendo cómo sus padres levantaban un proyecto que se convirtió en una forma de vida.

Con el tiempo, el negocio se amplió. En 2002, decidieron transformar la antigua vivienda familiar en un hotel con habitaciones en la planta superior. “Fue un acierto total. Siempre ha funcionado muy bien para comerciales y gente de paso. Una cosa ayuda a la otra”, explica la familia. La combinación entre restaurante y alojamiento fue la clave para consolidar el nombre de Casa Jacinto como un referente en la zona.

Hoy, tras la jubilación de Jacinto y Presen, son su hijo Jacinto Elizalde Arbilla y su yerno Giuseppe Borrero Oms, marido de Jaione, quienes dirigen el negocio. “Ahora se han quedado hijo y yerno, que es lo que queríamos. Es una satisfacción, un orgullo”, confiesan los fundadores, que siguen muy ligados al lugar. Jacinto padre, con 80 años, acude casi todos los días al bar a almorzar. “Tengo muchos conocidos y amigos. Si no voy al monte a por hongos, vengo aquí y doy una vuelta”, cuenta con simpatía. A su lado, Presen, de 75 años, disfruta de su jubilación y de sus diez nietos, sin perder de vista el negocio familiar.

En la cocina, Jacinto hijo ha encontrado su vocación. “Llevo aquí toda la vida, desde joven. Me he metido en la cocina después de estar en barra y restaurante”, explica. “He aprendido de mi madre y de mis tías, de leer mucho y de que te guste. Empecé sabiendo nada y los clientes me han aguantado, me han respetado y enseñado mucho”. Hoy, tras casi 20 años entre fogones, asegura que su sitio está junto a la parrilla, donde prepara con pasión las especialidades de la casa: chuleta, costillas y pescado a la brasa.

Mientras tanto, Giuseppe, de 52 años, se encarga de la barra y del comedor. “Vinimos en 2001 y hasta hoy, muy bien. Estoy más de cara al público, en funciones de maître. Ya soy un navarro más”, comenta entre risas. Asegura que el restaurante y el hotel forman un engranaje perfecto. “Vamos a la par con el restaurante, y el hotel es un complemento más. Es trabajo a tope todo el año. Solo cerramos una o dos semanas al año y nos turnamos”.

El día a día en Casa Jacinto sigue el ritmo del polígono: almuerzos tempranos, menús del día y comidas de grupo. “El día a día lo tenemos con el polígono, que es lo que nos da la vida, y el fin de semana siempre con grupos, sabiendo de antemano el número de personas para atenderles mejor”, comenta Giuseppe. “Los domingos guardamos fiesta en el restaurante, aunque el hotel funciona las 24 horas con un sistema informático muy fiable, perfecto para grupos o equipos deportivos”.

El local abre su cafetería de lunes a viernes, de 7:30 a 16:30, ofreciendo desayunos desde las 7:30. Los sábados, el horario se reduce de 9:00 a 11:30, y los domingos y festivos permanece cerrada, aunque se sirven desayunos bajo petición a partir de las 9:00. Los clientes pueden elegir desde un desayuno sencillo a precios atractivos hasta opciones más completas con reserva previa.

De lunes a viernes al mediodía, se ofrece un menú tradicional a 16 euros, además del servicio a la carta, un menú txuletón y el plato del día a 11 euros con café. También se preparan cenas para los huéspedes del hotel de lunes a jueves, excepto durante las noches de agosto y las vísperas de festivos. Los viernes por la noche, sábados, domingos y festivos, el restaurante cierra, aunque el hotel sigue funcionando sin interrupciones.

El establecimiento dispone de 22 habitaciones distribuidas en dos plantas, sin ascensor, y cuenta con un quiosco de auto check-in a la entrada. Los huéspedes que lleguen fuera del horario de recepción pueden recoger su tarjeta de acceso en la máquina con su número de reserva. “Nos funciona muy bien, sobre todo con los grupos y equipos deportivos”, apunta la familia.

Las opiniones de los clientes respaldan el éxito del proyecto. “Soy usuario del restaurante y nos atendieron muy cordialmente. La comida de 10, muy variada y exquisita. Mi nieta al día siguiente me pedía que le trajera el yogur casero que preparan tan maravillosamente. Acabó dándole un beso al camarero”, cuenta uno de ellos. Otro visitante destaca la hospitalidad y la limpieza: “Hemos pasado dos noches y súper bien, muy contentos del trato recibido por parte de todo el personal. Las habitaciones y todas las instalaciones, súper limpio todo. Sin problemas para aparcar”.

Casi cuarenta años después, Casa Jacinto mantiene la esencia con la que empezó: trabajo, familia y una parrilla encendida que sigue reuniendo a vecinos, amigos y viajeros de toda Navarra.