Los tres hermanos que mantienen muy vivo un conocido restaurante de Pamplona que cumple 50 años
Pamplona ha visto cómo uno de sus locales gastronómicos más emblemáticos ha alcanzado una cifra que impresiona: 50 años de historia en plena forma. Su aniversario ha desatado un aluvión de felicitaciones de algunos de los cocineros más influyentes del país, que no han dudado en rendir homenaje a un lugar que conocen bien y respetan profundamente.
Ese lugar es el Restaurante Rodero, un clásico del Segundo Ensanche de la ciudad que ha sabido conservar su identidad familiar a lo largo de medio siglo. Lo abrió el navarro Jesús Rodero Molinero y hoy lo llevan con mano firme tres de sus hijos: Verónica, Koldo y María Goretti, que han convertido el negocio de la calle Emilio Arrieta 3 en una referencia culinaria sin perder la esencia con la que nació.
Para ellos, llegar a los 50 años no es solo un aniversario: es la confirmación de un proyecto que han sostenido codo con codo durante más de tres décadas. “Somos la segunda generación, pero los tres hermanos llevamos trabajando juntos más de 30 años. Es un éxito en todos los sentidos”, comparten mientras recuerdan que este restaurante ha marcado la vida de muchas familias. “Mucha gente ha hecho aquí la comunión, se ha casado y vuelve con sus hijos”, relatan, convencidos de que esa complicidad con el cliente es una de las claves de su trayectoria.
El cuarto hermano, Iosu Rodero, también comenzó en la casa familiar. Tras formarse con Arzak y Berasategui, decidió marcharse al Caribe, donde hoy ejerce como chef corporativo de Ohtels. Él es parte de la historia, aunque el día a día del local recae en los tres que permanecen unidos al proyecto.
La base de esa unión viene del legado de sus padres. Antes de fundar el Rodero, Jesús Rodero y Resu Armendáriz Peñagaricano abrieron El Mesón Rodero, en la calle del Carmen, dentro de una sociedad compartida. Cuatro años después, en 1975, optaron por crear su propio restaurante, esta vez en solitario. Desde entonces, el negocio ha evolucionado, pero siempre bajo el mismo apellido. Jesús falleció en 2013, con 83 años, pero la impronta que dejó sigue guiando cada decisión.
Uno de los grandes hitos llegó en 1994, cuando el restaurante obtuvo su estrella Michelin con Koldo Rodero al frente de los fogones. La mantienen desde entonces, un logro nada sencillo que ha requerido reformas del local, innovación constante y mucha disciplina. Los tres hermanos han sabido combinar tradición y vanguardia, un equilibrio que ha reforzado aún más la identidad del restaurante.
La dinámica familiar sigue siendo uno de sus pilares. “Nos han salido los dientes aquí. Son 50 años y seguimos juntos, con aventuras buenas, malas y regulares”, cuentan, conscientes de que no es habitual ver a tres hermanos trabajando tan unidos durante tanto tiempo. Verónica recuerda una anécdota reciente: “El otro día vino una chica que hizo aquí la primera comunión y vino a presentarnos a su bebé”. Para ellos, la clave está clara: “El secreto es quererte, respetarte y remar todos en el mismo barco”.
A pesar de esta fortaleza interna, reconocen que el Rodero no tendrá una tercera generación. “Se acaba con nosotros. No hay relevo. Nuestros hijos tienen sus carreras y sus historias”, admiten sin dramatismo, incluso con humor. Aseguran que los más jóvenes han visto el sacrificio que supone este oficio y han preferido otros caminos, aunque todos cocinan bien y conocen la profesión desde pequeños.
Koldo, con 62 años, sigue siendo el motor de la cocina, mientras que Verónica, de 52, y Goretti, de 58, mantienen el resto del engranaje en marcha. “Yo sin mis hermanos no voy a ningún sitio. Aquí los tengo enganchados a los dos”, comenta Verónica, que también subraya que Koldo “tiene derecho a disfrutar y descansar” después de tantos años de dedicación.
Con motivo del 50 aniversario, habían pensado organizar un par de cenas especiales con platos “de ayer y de hoy”, un guiño a las raíces y a la evolución de la casa. Sin embargo, la meteorología les jugó una mala pasada: la falta de buena alcachofa y cardo retrasó la carta de otoño-invierno, que no pudieron sacar hasta el 20 de noviembre. “Vamos muy retrasados y sacar una carta nueva le supone mucho esfuerzo a Koldo, porque hay que crear platos nuevos”, explican.
La idea es retomar esas cenas más adelante, probablemente con música en vivo, cuando las comidas y cenas de Navidad les dejen un respiro. No hay fecha cerrada, pero sí una intención firme. Recuerdan que en el 40 aniversario organizaron dos cenas especiales que gustaron mucho y quieren repetir el gesto. “Es algo que les debemos a nuestros clientes. Nos sentimos muy queridos”, subrayan.