El puente foral invita a redescubrir Navarra: cinco lugares únicos para ser un turista
Navarra se prepara para celebrar el Día de San Francisco Javier, su patrón, con una mezcla de tradición, naturaleza y cultura. El 3 de diciembre, toda la comunidad conmemora su jornada más simbólica, una ocasión perfecta para redescubrir los rincones.
Desde el Pirineo navarro hasta el Sur, la variedad geográfica de la región ofrece experiencias para todos los gustos. Este puente foral es la oportunidad ideal para quienes buscan escapar de la rutina y disfrutar de pueblos con encanto, entornos naturales protegidos y una gastronomía que forma parte esencial de la identidad navarra.
Entre los muchos lugares que merecen una visita en estas fechas destacan cinco destinos que resumen la diversidad y la belleza del territorio.
El Valle del Baztán, en el norte, es una de las postales más reconocibles de Navarra. Sus praderas verdes, sus bosques húmedos y los caseríos de piedra crean un paisaje de cuento. En Elizondo, su capital, se puede pasear entre palacetes blasonados, probar los famosos bombones de chocolate y seguir las huellas literarias de la trilogía del Baztán. Muy cerca, Amaiur recuerda con su monolito la resistencia histórica de Navarra, mientras que el Parque Natural del Señorío de Bertiz ofrece una de las rutas más hermosas del norte peninsular.
Más al este, el Valle del Roncal conserva la esencia de los Pirineos. Las casas de piedra, los paisajes nevados y el sonido de los ríos hacen de este valle un refugio perfecto para los amantes de la montaña. En Roncal, el Mausoleo de Julián Gayarre rinde homenaje al tenor navarro más universal. La Foz de Lumbier, las rutas del Belagua y la tradición del queso Roncal completan una experiencia en la que la naturaleza y la cultura caminan juntas.
A los pies del Parque Natural de Urbasa-Andía, el Valle de Améscoa sorprende por su serenidad y su paisaje cambiante. Aquí nace el río Urederra, con sus aguas turquesas y cascadas que parecen de otro mundo. Los pueblos de la zona, como Zudaire o Baquedano, conservan la arquitectura típica de montaña y ofrecen una visión tranquila del modo de vida rural navarro.
Más al sur, las Bardenas Reales muestran el rostro más extremo de Navarra. Declaradas Reserva de la Biosfera por la UNESCO, sus formaciones de arcilla y arenisca, modeladas por siglos de viento y lluvia, crean un paisaje que parece sacado de una película del oeste. El Cabezo de Castildetierra, su silueta más conocida, se ha convertido en símbolo del desierto navarro. Es un destino ideal para recorrer a pie, en bicicleta o en vehículo, y combina perfectamente con una parada gastronómica en Tudela, capital de la Ribera.
Y en el corazón de la zona media, San Martín de Unx ofrece una escapada entre historia y vino. Su entramado medieval invita a pasear sin prisa por calles empedradas y miradores con vistas a los viñedos. La iglesia románica de San Martín de Tours es una de las joyas del románico navarro. Además, sus bodegas permiten degustar el célebre rosado navarro, un vino que identifica a la localidad y que cada año gana nuevos seguidores.