El venezolano Simón Molero Jiménez, de 49 años, ha decidido dar un nuevo impulso a uno de los locales con más historia del barrio de la Rochapea, en Pamplona. Llegó desde Venezuela hace siete años, y desde entonces ha trabajado sin descanso en el mundo de la hostelería. Hace apenas unas semanas ha tomado el relevo de la mítica cafetería Lorea, un negocio que durante casi 40 años estuvo en manos de Laura Vicente, muy conocida en el barrio.
“Hemos empezado con buen pie”, comenta satisfecho Molero, que afronta esta nueva etapa con energía y gratitud hacia el vecindario. El establecimiento, ubicado en la calle Ustarroz 26, luce ahora una nueva imagen y un nuevo nombre: Saimon’s Bar Pastelería Cafetería.
La inauguración oficial tuvo lugar el 16 de octubre, y, según cuenta, el recibimiento no pudo ser mejor. “Todo bien. La gente ha sido muy receptiva, muy armónica. No tengo quejas. La Rochapea es un pueblo grande pero pequeño a la vez. Todo fue muy bien con los vecinos, que ya me conocen. Tengo como clientes a los hijos de los antiguos clientes, y eso me complace mucho”.
La oportunidad surgió por pura casualidad. “Yo trabajaba en la calle Marcelo Celayeta y vi que el local tenía un cartel de traspaso. Me llamó la atención y vine a hablar con la señora. Llegamos a un acuerdo y ya soy el dueño”, recuerda. Molero es técnico superior universitario en hostelería, con 20 años de experiencia en el sector. En Pamplona trabajó en la Empanadería, el negocio de su hermana Marta y su cuñado Yosmel, con quienes sigue colaborando. “Todos somos familia”, explica.
En su bar, las mañanas huelen a tortilla de patata, torrezno y croquetas recién hechas. “También preparamos pinchos, bolas de pimiento, chicharrón o San Jacobos”, cuenta. A mediodía cambia el ritmo: “Hacemos platos combinados con chuletón, entrecot, pollo a la plancha, pescado frito, arroz, ensaladas y patatas fritas”. Por la noche, el ambiente se anima con “bocatas y un poco de marcha con la cervecita”.
El horario es amplio. “Abrimos a las ocho de la mañana y cerramos a las diez de la noche de lunes a jueves. Los fines de semana, según el ambiente, hasta la una de la madrugada”, detalla. De momento trabaja solo, aunque cuando necesita refuerzo llama a su hermana o a su cuñado. “Nos ayudamos entre todos, como siempre”, dice.
Durante el mes previo a la reapertura, el local ha pasado por una auténtica transformación. “Hemos cambiado la pintura, ampliado la cocina y colocado una nueva campana. También hemos renovado la plancha, la freidora, la cocinilla y el congelador. Ha sido un mes de trabajo intenso, sobre todo de limpieza. La gente entra y se sorprende, miran alrededor y lo primero que dicen es que ha quedado bonito”, comenta con orgullo.
Para Simón, lo más importante es mantener el espíritu del barrio. “Estamos muy bien en la Rochapea. Es un lugar tranquilo, seguro, con presencia constante de la policía. La gente se apoya mucho entre sí”, asegura. Llegó directamente desde Venezuela y lo tiene claro: “He estado en otras ciudades cercanas, pero me quedo aquí. Para vivir, Pamplona. Eso sí, para paseo y playa, San Sebastián”, añade riendo.
Sobre su país natal, no se plantea volver de momento. “Mientras esté ese señor de presidente, no vuelvo. Hay mucha inseguridad y ya hemos pasado por cosas que no es nada bueno recordar. Hasta que no cambie aquello no volvemos, salvo que sea algo de fuerza mayor. Afortunadamente aquí está toda mi familia: mis padres, mi hermana y mis sobrinos”, explica con sinceridad.
La anterior propietaria, Laura Vicente, contaba hace unos meses a Navarra.com que decidió traspasar el negocio porque no había relevo familiar. “Cada hijo tiene su empresa. Este trabajo tiene que salir del corazón y gustarte. Si no, no hay nada que hacer”, afirmaba con franqueza.
Durante casi cuatro décadas, Vicente atendió a varias generaciones de vecinos. “Yo antes trabajaba con mi hija, pero cuando tuvo un niño hace ocho años dejó de venir”, explicaba. Por eso decidió poner en traspaso la cafetería: “Con dinerito por delante, que viene mucha gente pero sin dinero”, bromeaba.
Recordaba también los buenos momentos vividos detrás de la barra. “He disfrutado mucho con la gente, me he reído mucho, he trabajado bien. No me ha ido mal”, aseguraba. Aunque reconocía que su deseo era poder pasar más tiempo con sus nietos: “Ellos son lo primero para mí. Me gustaría disfrutar un poco más de ellos”.