El bar de un pueblo de Navarra que arrasa con sus pimientos rellenos y calamares: “Están buenísimos”
Hay bares que tienen una estrella en la guía Michelin y otros que la tienen en el paladar de su clientela. Y si hay un lugar donde el pimiento relleno y el frito de calamar se han ganado a pulso el estatus de bocados legendarios, ese es el bar Molina. Aquí los pinchos no solo se sirven: se celebran. “Están buenísimos”, asegura uno de los muchos comentarios que pueden leerse en redes sociales.
El bar está en una localidad navarra muy conocida por sus pimientos donde hemos conocido otros establecimientos en este apartado de comercio local, como por ejemplo el restaurante Antonio que recientemente ha cumplido 50 años.
No es para menos. Quien prueba los pimientos rellenos del Molina suele repetir. Los recomiendan quienes los han comido y también quienes los han servido. “Caseros, muy buenos”, describe una clienta, que llegó hasta ellos por sugerencia de una camarera y asegura que “no se equivocó una coma”.
Otros mencionan con entusiasmo los fritos de bacalao, los pinchos de tortilla y un café que también aprueba el exigente paladar local. La variedad es amplia, pero hay dos reyes indiscutibles: los pimientos y los calamares.
“Un lugar acogedor, con muy buenos pinchos de tortilla, fritos de calamar, y el café también es de calidad”, escribe un visitante habitual. Y no faltan quienes elogian su terraza, donde en verano se puede disfrutar del ambiente de la plaza con música en directo mientras se toma algo fresco. Lo que empieza con un vermú, muchas veces acaba con un “ponme otro frito de esos”.
El bar se encuentra en el Paseo de España número 6, en pleno centro de Lodosa, con una ubicación privilegiada en la plaza del pueblo. El local tiene historia, y mucha. Abrió sus puertas hace más de 55 años de la mano de Pablo Molina e Isabel Marzo, y ha sido desde entonces una referencia para vecinos y visitantes.
Pablo Molina Marzo, el rostro más conocido tras la barra por ser la segunda generación, ha cumplido este miércoles 30 de abril los 66 años, edad que ha marcado su jubilación tras más de medio siglo de entrega absoluta al negocio familiar.
Pero esta historia no termina, sino que continúa. Su hijo, Imanol Molina Solar, de 30 años, ha recogido el testigo y se ha puesto al frente del bar. Pablo está aliviado por no haberse visto obligado a cerrar por falta de relevo.
Imanol, que ha crecido entre bandejas y vitrinas llenas de pinchos, lo tiene claro: la esencia del bar se mantiene. Y eso significa seguir cuidando los productos, respetar las recetas de siempre y mantener ese trato profesional y cercano que tantas veces han agradecido los clientes. “Volveré sin duda”, concluye uno de ellos tras una visita que, como muchas otras, empezó con curiosidad y acabó en fidelidad.
Pimientos rellenos, fritos de calamar, una barra generosa, una terraza con ambiente, y ahora también una nueva generación al frente. El Molina sigue igual que siempre, pero con aire nuevo. Y sobre todo, sigue sabiendo a lo que siempre ha sabido: a bar de toda la vida.