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La familia que triunfa con sus almuerzos en el bar de un pueblo de Navarra: “Nos va de maravilla”

Begoña y su hija Paula en el bar La Kinta en Artajona, que triunfa con sus almuerzos. Navarra.com
Los fines de semana el ambiente se multiplica. “Estamos a tope. Hacemos un viernes pincho que esto se pone hasta arriba", aseguran.

El bar de la Kinta se ha convertido en uno de esos lugares donde todo el mundo acaba coincidiendo. Es cafetería, bar, punto de encuentro de tapeo y, además, el local donde se reúne el club de jubilados. Lo que empezó como un pequeño negocio de almuerzos se ha convertido en una auténtica referencia gastronómica y social en el corazón de Navarra.

En el número 2 de la calle Mayor, entre conversaciones de cuadrillas, cazuelas humeantes y olor a tortilla recién hecha, los vecinos de Artajona han encontrado su lugar de reunión favorito. No solo para comer bien, sino también para charlar y empezar el día con energía.

La responsable de ese ambiente es Begoña García Cruels, de 51 años, quien lleva media vida dedicada a la hostelería. “Llevo aquí 25 años, aunque soy de Burlada. Este bar lo gestiono desde hace dos años, pero antes ya estuve otros siete. En medio tuve otro bar en el pueblo, el Kutximangi, que ahora está cerrado”, cuenta mientras atiende con una sonrisa a los clientes que entran en busca de su almuerzo.

El bar de la Kinta “va de maravilla”, asegura. “Estamos tan contentos como nuestros clientes”. Begoña tiene claro el secreto de su éxito: “Trabajar, tener buena cara y no esperar que nadie te haga nada”. Con esa filosofía, el local ha conseguido mantener un ambiente familiar y constante, donde la buena atención pesa tanto como la comida. “Tenemos menú el fin de semana, pero entre semana cerramos a las 12, después de dar los almuerzos”, explica.

El horario es peculiar, pero tiene una razón. “El Ayuntamiento solo obliga a abrir desde las 16:30 horas, porque también hay una zona del bar que pertenece al club de jubilados. Pero como en el otro bar tenía muchos almuerzos y no quería dejarles sin ellos, decidí abrir de 9:30 a 12”, comenta. A esas horas, el local se llena de vida y ruido de cucharas. “Damos servicio a todos los gremios del pueblo, a los que vienen a trabajar. Ya se saben el horario y lo cumplen. Saben que a las 11:30 cierro la cocina y a las 12 todo el mundo a casa”, explica divertida.

Los fines de semana el ambiente se multiplica. “Estamos a tope. Hacemos un viernes pincho que esto se pone hasta arriba. Llenamos toda la barra de pinchos y todos a un euro. La gente coge su plato y a comer. El domingo es el único día que no abro por la mañana para almuerzos; empiezo a las 12. Abrimos todos los días del año, los 365 días, aquí no hay descanso”, comenta orgullosa.

El trabajo en equipo también es clave. “Además de mi hija, estamos siete personas en plantilla. En Artajona solo abrimos por la mañana nosotros y el bar del asador El Cerco. El fin de semana se suman dos más”, detalla. Pese a la competencia, su negocio se mantiene fuerte. “Somos siete personas y todas vivimos del bar, y vivimos bien. Es trabajo y esfuerzo. Si ven que trabajas, las cosas funcionan. Muy contentos”, recalca.

Begoña reconoce que algunas veces abre para comidas "como es el caso de algún club de jubilados que nos ha llamado previamente, como los Aitona de Pamplona que han venido varias veces y son más de cien, los de Santacara, los de Huarte, Los de Monreal. Comen tan a gusto que vuelven siempre".

Con energía y experiencia, Begoña afronta el futuro con optimismo. “Con 51 años aún me queda mucho tiempo. Procuraremos seguir aquí. Cada cinco años se renueva el convenio con el Ayuntamiento. En marzo hago dos años y me quedarían otros tres. Intentaremos continuar más tiempo”, comenta mientras repasa mentalmente las tareas del día.

La historia de cómo llegó a Artajona también tiene un punto de destino. “Antes llevaba un bar en Burlada y quedamos un poco hartas de la gente y de todo. Buscamos una casa aquí porque mi marido, Ramón Górriz, es de la Valdorba. Yo trabajaba en una fábrica en Beriáin. Compramos una casa y nos vinimos. Aquí tuve a mi hija pequeña. Llevo 25 años aquí y ya soy de Artajona, media vida aquí”, relata con cariño.

La clientela también lo nota. Las reseñas en redes sociales hablan por sí solas: “La dueña, excepcional. Pintxo de Gilda espectacular. Servicio y amabilidad muy buena”, escribe un visitante habitual. Otro cliente destaca la variedad del menú: “Tiene bastantes opciones y todas muy buenas. Relación calidad-precio y atención excelentes. Sin duda el mejor sitio para comer en Artajona”.

Y no faltan quienes subrayan el ambiente familiar del lugar: “Gente majísima, nos hicieron una paella con ensaladas y estuvieron pendientes de nosotros todo el rato. Además, tiene una terraza al lado del parque para que jueguen los pequeños”.

Un negocio que, sin grandes pretensiones, se ha ganado un hueco en la rutina diaria de todo un pueblo gracias al trabajo constante, la cercanía y esa sonrisa que ya es parte del paisaje de la calle Mayor de Artajona.