Comercio Local

La familia que vende verdura del día desde 1850 en un pueblo de Navarra: “Hay que estar de lunes a domingo”

Los hermanos Juan Mari y Elena Flamarique en La Boutique de la Verdura en Tafalla. Navarra.com
Las jornadas son intensas, pero el esfuerzo se nota en el resultado. “Hay mucha gente que aprecia el producto local, el origen y la calidad", aseguran.

La historia de Elena Flamarique Zalba y su hermano Juan Mari es la de una familia que ha vivido siempre entre surcos, tierra húmeda y madrugones en la zona media de Navarra. A simple vista, su tienda podría pasar desapercibida: una bajera modesta, con cajas de madera, sin nevera ni escaparates modernos.

Es un local que está muy cerca del kiosko de Javier Inchauspe que cerró hace pocas semanas después de más de 40 años vendiendo prensa y revistas.

Pero basta con asomarse para descubrir una escena que parece detenida en el tiempo. Cada mañana, las barcas se llenan de ajos, tomates, cebollas, acelgas, coles, lechugas y pimientos recién cortados. Todo lo que exponen lleva una etiqueta que lo resume todo: “Producto propio. Verduras de Tafalla.”

En esta localidad navarra, conocida por su tradición hortelana, los dos hermanos y su familia son populares por su apodo: Mondela. “No almacenamos nada. Lo traemos cada día, procuramos venderlo y cada día es verdura nueva”, cuentan mientras colocan las cestas a la puerta. Su rutina empieza temprano, antes de que el sol caliente la tierra, y continúa hasta el mediodía.

Después toca volver al huerto, una hectárea que combinan entre exterior e invernadero. “Somos hortelanos. Más que frutería, esto es verdulería”, explica Elena, con una sonrisa serena. “La mitad del huerto es exterior, a la antigua usanza, y el resto lo tenemos cubierto para proteger y adelantar el producto.”

Las jornadas son intensas, pero el esfuerzo se nota en el resultado. “Hay mucha gente que aprecia el producto local, el origen, la calidad y el precio de la verdura de temporada. Se ve que es recién cogida, nos conocen y se vende bien”, comenta mientras despacha. Su horario es exigente: abren de lunes a sábado de 9:00 a 13:30 horas, y por la tarde toca volver a la huerta. “Hay que trabajarlo constantemente”, añade.

La suya es una tradición que se pierde en el tiempo. “Esto empezó más atrás que nuestros abuelos. Creemos que allá por 1850”, recuerda Elena, que tiene 50 años. Varias generaciones de los Flamarique se han dedicado a lo mismo. “Siempre he echado una mano porque hacía falta. Somos pocos y aquí todos sabemos lo que hay.”

Durante años compaginó la huerta con su trabajo de administrativa, pero la pandemia cambió su rumbo. “Desde entonces dejé mi empleo para ayudar a mi hermano, porque mi padre ya no puede seguir a este ritmo.”

La boutique de la verdura está en Tafalla desde 1850. Navarra.com

Juan Mari, de 55 años, lleva toda la vida en esto. “Empecé con 13 años, ayudando a mi padre, que también se llama Juan Mari”, cuenta. “Mi abuelo se llamaba Juanito y mi abuela Presenta, aunque todo el mundo la conocía como la Presenta.” Entre risas y anécdotas familiares, ambos reconocen que este oficio les ha dado tanto cansancio como satisfacción. “Estamos contentos. Es lo que hay, la herencia que tenemos: un trozo de tierra para trabajar.”

Los clientes, dicen, son su mayor recompensa. “Son gente muy maja, muy agradable, muy de casa”, explica Elena. “No conocemos otra cosa y el huerto que tenemos es muy bonito, con todo recién plantado.” Sin embargo, el futuro es incierto. “Cuando llegue el momento de la jubilación no hay relevo. Mis hijos han estudiado otras cosas. Esto lleva muchísimo trabajo para lo que luego te repercute económicamente.”

La dedicación es diaria, sin descanso. “La verdura fresca de hoja se coge la misma mañana, así que hay que madrugar. Por las tardes hay que coger pimientos, tomates, guindillas... El sábado abrimos también por la mañana. Es decir, mucho trabajo y poco descanso”, comenta. “Los hijos lo ven, y los padres tampoco lo queremos para ellos, salvo que tengan muchísima ilusión. Esto es a la antigua usanza.”

En el local actual de la calle Mayor, donde venden desde hace 50 o 60 años, todavía se siente el mismo aroma a tierra y a verdura recién cortada que llenaba la antigua plaza del mercado. Allí, entre cajas, barcas y conversaciones de barrio, la familia Flamarique mantiene viva una costumbre que ha pasado de generación en generación. Una historia sencilla, de esfuerzo y orgullo, que sigue latiendo cada mañana, al ritmo del campo navarro.