• viernes, 06 de diciembre de 2024
  • Actualizado 14:25

Opinión / Presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (@CovitePV). Abogada.

Estimada Rosa

Por Consuelo Ordóñez

Me gustaría no tener que escribirte esta carta. Sin embargo, me veo en la obligación de hacerlo después de leer una entrevista reciente en la que hacías una referencia directa a mi persona. Espero que comprendas la necesidad de estas líneas para puntualizar algunas cuestiones que considero esenciales.

En la mencionada entrevista se te preguntaba por mi posición en cuanto a las políticas de dispersión de los presos de ETA y, en definitiva, por los principios y postulados por los que tanto yo como COVITE llevamos trabajando desde hace dos décadas, y respondías, textualmente: “Creo que el odio no lleva a ninguna parte. Me parece absurdo”.

En primer lugar, tengo que darte la razón. Yo también creo que el odio no lleva a ninguna parte. Tanto tú como yo hemos sufrido en propia piel las consecuencias directas del odio más acérrimo, que han sido el asesinato de tu marido y de mi hermano.

En vida los dos se dedicaron a combatir el odio. Y nos enseñaron una lección valiosa: al odio se le combate con el Estado de derecho, con la justicia y, por encima de todo, con la dignidad.

Por eso, Rosa, siento decirte que te equivocas al identificar el odio como el motor de mi trabajo al frente de COVITE.

No actúo por odio, sino por afán de justicia, de verdad y de dignidad. Y no lo hago sólo en mi nombre, sino en el nombre de las más de 500 familias de víctimas del terrorismo a las que COVITE representa. La mayoría de ellas no han tenido la suerte de la que hemos disfrutado tanto tú como yo, que pudimos acudir a un tribunal en el que se juzgó a los culpables del asesinato de nuestros familiares.

La mayoría de estas familias siguen esperando justicia, siguen reclamando que quienes causaron el hecho más doloroso de sus vidas paguen por ello. Como presidenta de COVITE, sólo puedo ser el altavoz de sus justas, y más que comprensibles, reivindicaciones.

No sólo por ellos, sino por la sociedad entera, que no merece que unos asesinos campen impunes ni que se lance el peligroso mensaje de que la petición de justicia esconde un deseo de venganza. En absoluto. La petición de justicia constituye una cuestión de dignidad. Y yo estoy dispuesta a seguir luchando por ella.

Aseguras en la entrevista que el diálogo es lo importante. Me pregunto, Rosa, con quién se supone que tienen que dialogar las personas que aún no han puesto cara y nombre a los asesinos de sus familiares. 

Afirmas también en la entrevista que hay leyes relativas a los presos de ETA que no se respetan. Siento decirte que no es así. La actual legislación penitenciaria en España sólo exige a los miembros de ETA que se desvinculen de la banda terrorista para que cumplan sus penas en cárceles del País Vasco.

Es decir, los propios presos de ETA son los que tienen en sus manos la distancia que los separa de sus domicilios. Pero, hasta ahora, la mayoría ha elegido voluntariamente seguir formando parte de una banda terrorista y ensalzando su trayectoria. En sus manos, y no en las del resto de la sociedad, está revertir su situación.

Además, el 24 de enero de 2015, el Consejo de Europa estableció que “según el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, España no vulnera los derechos de los presos por que estos no estén en centros penitenciarios próximos a sus familias”. Continuaba diciendo que “los miembros de ETA han sido condenados por infracciones penales graves, tras un proceso acorde al convenio Europeo de Derechos Humanos”. Estarás de acuerdo conmigo en que poco más hay que añadir ante un pronunciamiento tan contundente de las más altas instancias judiciales.

Por último, declaras en la entrevista que en estos últimos años, después de que ETA anunciara el final de la violencia, has vivido tranquila. Por supuesto, me alegro. Nuestros años de sufrimiento merecen, sin duda, un descanso.

Sin embargo, yo soy incapaz de vivir tranquila. No me acuesto ni un solo día sin preguntarme si he hecho lo suficiente para dar la batalla por la justicia de las víctimas, por que se cuente un relato honesto de décadas de violencia, por que no se blanquee el historial de quienes se mancharon las manos de sangre y de quienes, sin hacerlo, pero a base de marcar las directrices de ETA, las tienen igual de sucias.

En definitiva, no me acuesto ni un solo día sin preguntarme si he estado a la altura de la batalla de principios que lidiaron tu marido, mi hermano y tantas víctimas del terrorismo. A ellos les costó la vida. Yo pelearé por que no nos cueste la dignidad. 

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