Vi dos veces Pulp Fiction en el cine. Lo recuerdo porque es la primera vez que deliberadamente fui dos veces al cine, es decir, pagar dos veces por lo mismo, pudiendo seguir la rueda y elegir otra, para hacer filmoteca torácica o craneal.
Cuando la estrenaron fuimos al cine como siempre, con nuestras palomitas y nuestras ganas de pasar un rato, o mejor, de que pasara el rato. En la Pamplona de 1995 tampoco había muchas cosas que hacer y con 17 años o ibas al cine o salías de bares o te ibas a cenar a un chino. A veces también íbamos a escuchar algún concierto de conocidos, de esos que sonaban fatal pero que nos divertían tanto porque el rato pasaba de forma diferente. Con 17 años a lo que nos dedicábamos básicamente era a trampear el aburrimiento. Internet había echado a rodar de forma doméstica pero nadie sabía para qué se podía utilizar. Los móviles existían pero nadie podía pagárselos.
¿Para qué querías llevar un móvil si no tenias a quien llamar, si no ibas a recibir ninguna llamada? Aún faltaba un año para que hablara por un móvil. El padre de un colega nos lo dejó, como el Peugeot 205 con el que fuimos, como la casa en Biarritz en la que pasamos el fin de semana, para que llamáramos a casa cuando hubiéramos llegado. Estoy bien. Ya estamos aquí. Hemos llegado ahora.
Aquel también fue el primer viaje en coche con colegas, estrenando carnet... y nada menos que a Francia. Comimos pizza y bebimos cerveza. Fuimos a una discoteca que estaba medio vacía pero que yo la recuerdo con la misma emoción que si hubiera sido invitado por la propia Coco Chanel, a una de sus saraos en la boutique que montó en el número 2 de la avenida Eduardo VII, también de Biarritz. Todo estaba donde debía estar: aquí, ahora. Y ya está.
Hoy todo está donde ya no está. Hoy hace como mínimo 20 años de todo lo que ya no está. Hace 20 años que tengo 20 años que cantaba Serrat. ¿Cuándo dejamos de hacer cosas por primera vez? Hace (más) 20 años que somos nostalgia.
Sumergido de nuevo en una recopilación de artículos de Pedro Cuartango, ese columnista de la melancolía, hay que beberlo por eso con calma si eres tendente a la depresión, en uno que se titula, ‘Aquellas pequeñas cosas’, escribe que Robert Redford tiene 71 años y Paul Newman 83.
En mi ahora hace 13 años que murió Newman y Robert Redford ha cumplido ya los 85. Siempre se puede añadir melancolía a lo melancólico, siempre se puede envejecer más, que hasta los viejos lo hacen, como esa persona que todos conocimos ya anciano y que no ha dejado de envejecer ni uno solo de sus días. 38 años, dice en su texto que hace de Dos Hombres y un destino, la peli de la que habla. Siempre se puede tener añadir otros 20 años a los 20 que hace desde que tenía 20 años.
Me preguntaba el otro día un jovencito que se hace el snob delante de las chicas con las películas de cine que ve, cuando le dije que Pulp Fiction la habíamos visto en el cine, qué se siente al ir a ver el estreno de una obra maestra. Pues no lo sé, le respondí, porque nosotros íbamos al cine a ver películas sin más historia, sin bagaje, sin mitología. Pero fuisteis dos veces, insistió, como buscándole una mística al asunto que yo se la estaba robando, a propósito.
-Sí, porque creímos que sería divertido ver esa peli tan extraña con tres cervezas de más, medio mamados.
Yo qué sé, a lo mejor hay que empezar a quitarle épica a los recuerdos, para vivir más tranquilo. Y eso es todo.
