Es que es superior a sus fuerzas. Lo llevan en el ADN. El socialismo en general, y el navarro en particular, es como la fábula del escorpión y la rana, pero con los dineros públicos. No pueden evitarlo. Huelen pasta que no es suya, fácil, de esa que no implica hacer nada más que adjudicar proyectos, y se lanzan como fanáticos.
Es que es una cosa por demás, de no creer: los del PSN ven una obra pública y se les hacen los ojos chiribitas. Automáticamente se vuelven majaras perdidos, como el Tío Gilito, y se les pone el símbolo del dólar —en este caso, del euro— en la mirada. Ya no ven más: pasta, pasta y más pasta gansa.
La UCO, al final, acaba llegando. Escucha, ya viene. Despacio pero implacable, como una lengua de lava que, con mucha lentitud, lo va cubriendo todo sin que nada puedas hacer por impedirlo. No me extraña que el PSOE esté desacreditando por tierra, mar y aire a esta unidad de la Guardia Civil, que ya la tenemos en Navarra registrando empresas amigas a las que se les adjudican obras —como la de los túneles de Velate— con dudosa legalidad.
A Santos Cerdán, Txibite y su monaguillo laico Coronalzorriz —en torno al cual, en Pamplona, ya hay un runrún curioso, un cuchicheo divertido, un rumor que lo empieza a tener de los nervios— les está brotando el olor tradicional a corrupción de toda la vida.
El PSOE no es ya solo un modo de vida, sino también una sociedad cada vez más hermética, tan endogámica que engendra unos monstruitos que ríete tú de los gremlins-Gizmo-caca.
Al olor de los chanchullos surge hasta el amor. El amor tradicional, el de toda la vida —que otra cosa no, pero clásicos los socialistas son un rato largo—. Leo que el número dos de Santos Cerdán, diputado por Jaén, y una diputada por Navarra están liados. En el PSOE no dejan a nadie ajeno rebañar el bote de la mermelada.
En menos de cuatro años ya tienen pisito en la Estafeta, pisito en Jaén, un Audi de alta gama. De esos así tochos, largos, prepotentes, de los de “que se me note que soy socialista”, de los de ir como en un trono mirando desde arriba a la plebe, al puto pueblo. El típico coche de obrero de unos 60.000 euritos.
Eso sí, todo con muchas hipotecas y créditos, según sigo leyendo. De esos que cuando vas tú al banco te dicen: “¿Pero qué crédito te voy a dar yo a ti, piltrafilla, si no tienes ni donde caerte muerto?” Las bicis y los pisos de alquiler compartidos hasta los 54 años son para los gilipollas de sus votantes.
Treinta y siete años él, treinta y cinco años ella. Para que luego digan que los jóvenes no tienen acceso a vivienda y a coches de combustible fósil. Que se hagan cargos del PSOE, que les brotan como los sarmientos a la vid.
En fin, cojan un pozal de palomitas, como he hecho yo, y siéntense a ver el espectáculo. Y, como cantaba Tonino Carotone —E’ un mondo difficile. E vita intensa. Felicità a momenti. E futuro incerto—, me cago en el amor, sobre todo entre sociatas. Y eso es todo.
