Carlos, 35 años detrás de la barra del bar en un pueblo de Navarra: "Llevo aquí desde que nací"
En Mendigorría, todo el mundo conoce a Carlos Sarriguren Ugalde. No es para menos: lleva 35 años al frente del Bar Sevilla, el único bar tradicional que resiste en el pueblo, además del centro cívico que abrió en el año 2001 y de una panadería que sirve cafés.
Precisamente, Mendigorría ha celebrado recientemente las fiestas de Santa Apolonia que son las fiestas pequeñas de la localidad. Además, las fiestas de agosto de 2023 fueron conocidas por una vaquilla que destrozó un Audi aparcado en el recorrido del encierro.
La historia de Carlos Sarriguren con el local es prácticamente la de su vida. "Llevo trabajando en el bar desde que nací. Desde que volví de la mili. Hemos vivido aquí toda la vida", dice con la naturalidad de quien no ha conocido otra cosa.
El negocio no es solo cosa suya. Lo fundó su bisabuela Andresa, y después de un cierre, fue su padre, Arturo Sarriguren, quien lo reabrió en 1966. En 2017 celebraron el 50 aniversario y se acercan a las seis décadas.
Actualmente, Carlos lo mantiene junto a su mujer, Susana Garrido González, de 55 años. "Nosotros hemos vivido siempre del bar. No es como antes, pero no nos vamos a quejar", comenta Carlos.
Carlos ha visto desaparecer otros tres bares en Mendigorría: el Igartza, Calpurnia y el centro parroquial. El Bar Sevilla es el único que sigue en pie. "Por circunstancias, solo quedamos nosotros", explica. La fórmula para mantenerse ha sido sencilla: trabajar sin descanso y adaptarse a los tiempos.
Ahora, solo sirven cenas los fines de semana, con platos combinados, bocadillos y hamburguesas. "No merece la pena abrir la cocina el resto de los días", reconoce.
Su rutina es inquebrantable. Abre a las 12 del mediodía y cierra los lunes para coger aire. "Aquí la gente viene a echar las partidas y con la gente del pueblo, siempre bien", cuenta.
Pero el futuro del bar es incierto: "No hay relevo familiar. Mis dos hijos tienen sus propios caminos. Imanol trabaja en Volkswagen y Marina es auxiliar de enfermería", explica.
"Los fines de semana me ayudan dos chicas que son estudiantes, pero esto es muy sacrificado y la gente joven no quiere trabajar", añade.
A pesar del desgaste, Carlos sigue al pie del cañón. "Desde que acabé la mili, esto ha sido mi vida laboral. Son 35 años de trabajo desde 1990", dice con orgullo.
Aún le quedan siete u ocho años antes de la jubilación, tiempo suficiente para seguir detrás de la barra, atendiendo a los vecinos y manteniendo viva la esencia del último bar tradicional de Mendigorría.