• martes, 03 de diciembre de 2024
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Opinión / La vida misma

Fuera la Guardia Civil

Por César Martinicorena

Koldo Martínez insiste en la medida. Que desaparezcan los del tricornio con bigote y los nacionales. ¿Nada nuevo bajo el sol? Claro que sí. La moqueta lo cambia todo. El mensaje no ha cambiado mientras el contexto lo ha hecho por completo.

El hecho de contar con cinco cuerpos armados en una comunidad – Policía Municipal, Nacional, Foral, Guardia Civil y Ejército- explica a la perfección lo enorme que puede llegar a ser el Estado. Hipertrofia lo llamarían algunos. Yo entre ellos. Pero si alguien cree que Martínez, Geroa Bai, el gobierno navarro y el nacionalismo al unísono desea la desaparición del cuerpo verde por aliviar el peso que tanta institución supone caería en un clamoroso error, cuando no en un perfecto caso de locura transitoria.

Dice Martínez que la petición es ”absolutamente democrática”. Hombre, sí. Nadie puede argüir que el portavoz cae en lo antidemocrático al levantar acta de sus deseos. Tan democrático como que yo pidiera que su señoría acudiera como piñata a los cumples de los colegios por aquello de acercar política al ciudadano. ¿Legal? Claro. La viabilidad y la ética es otro cantar.

Aquí no hay nada que interpretar. La gota horada la piedra y ésto no es más que otra demostración del profundo asco que le produce a cierta gente cualquier atisbo de españolidad en cualquier orden de la vida. Se soportan los toros por lo que suponen en y para San Fermín y no por otra razón. - lean el sensacional artículo de Juantxo Gazpio en Navarra.com-. Los gustos del alcalde poco importan. De no ser por el santico nos encontraríamos con hordas de animalistas “luchando” por los derechos del toro de lidia, algo creíble en miríadas de individuos mas no en quien gozaría destruyendo la fiesta taurina por lo que tiene de española. Reduzcamos; faltan bemoles.

Al fin y al cabo, cuando el enemigo – del Ebro para abajo- es quien ordena todo tu quehacer político, social y mental no se puede esperar demasiado más allá de cambiar nombres de calles o monumentos y asistir o dejar de hacerlo a ciertos actos. Así de triste es nuestra realidad.  El caso del nombramiento frustrado de un exmiembro de la ETA para un puesto de relevancia es tan patético que da pena hasta comentarlo. Además, si ya había cumplido su pena ¿ por qué retirarle de la escena? Fácil. Se llama juego de prueba y error. Lo lanzo y espero la respuesta. Aducir que no se conocía su pasado y paso por prisión recuerda al PNV más cobarde. A nueces y a Santoña.

Fijémonos en la ocasión que perdemos. Un debate serio sobre la necesidad de contar con los cinco cuerpos. Un debate de altura para gente de valía probada. Culpar de que no exista tal debate al actual gobierno se me antoja desmesuradamente injusto. Todos los que pudieron hacerlo ni lo intentaron. Supongo que hablamos de una de esas realidades que parecen inmutables cuando en realidad no lo son. La costumbre hace ley. Y punto.

El mensaje sustituye a la acción política en los comienzos del Gobierno de Barkos. Tiene  tiempo pero la anécdotas se van sumando y el capital político no parece inagotable. La política mejor valorada de España, nuestra presidenta, podría plantearse de una vez por todas representar a quien debe hacerlo; a todos y cada uno de los ciudadanos de la comunidad. Visto lo visto, ausencias y presencias dicen exactamente lo contrario.

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