Navarra, que por su régimen fiscal podría operar como paraíso, atrayendo como un imán industria de todo tipo, hace tiempo que decidió ser un infierno impositivo.
Nos decidieron, en realidad, para no ser competencia de la Comunidad Autónoma Vasca, que se lleva todo el pastel sin dejarnos ni las migajas. Los vascos nos quieren mucho, somos todos un ente político común bajo su ikurriña, dicen, pero ni nos dan una salida al mar, que podían cedernos Fuenterrabía para gestionarla -solo ocho kilómetros en línea recta nos separan de tener un puerto de titularidad navarra por el que comerciar con el mundo-; ni quieren que osemos tocar el impuesto de sociedades por debajo del suyo para que, en caso de duda, una empresa decida asentarse aquí y no en Euskadi.
Los navarros muy listos no somos, para qué vamos a decir lo contrario. Si fuéramos más listos exigiríamos a nuestros gobernantes locales que se independizaran completamente de quién nos roba el futuro, Euskadi. Es decir, no permitiríamos que la política económica de Navarra, la generación de riqueza, el bienestar, el progreso, la decidieran en Bilbao, previo pacto con la sanchista Moncloa, y se la dieran hecha a Txibite, para que la aplicara, como un harakiri, contra la propia comunidad de la que dice ser presidenta.
¿Los vascos nos han traído a los navarros alguna vez riqueza real, de la que suena y con la que te puedes comprar un apartamento en Zarauz, como ellos se lo compran en Ayegui? Nunca. Si acaso se la llevaron, como en esa empresa quebrada de cuyo nombre no quiero acordarme, en la que metían pasta de todos a millones para que los opacos/opatxis accionistas, que luego se supo que eran eran ellos mismos pero en Bilbao, no perdieran su inversión.
A lo máximo que han llegado los vascos es a exigir en nombre de los navarros, tiene cojones que por allí no apareciera Txibite ni para hacer el paripé con lo señoros socialistas aberchándales, un marrón de más gasto policial que no va a tener ningún impacto positivo en la economía foral. Más bien todo lo contrario, más dinero público comprometido en funcionarios, que es para lo único que sirve Navarra, para crear funcionarios y funcionarios, trabajadores públicos y trabajadores públicos, mamandurrias y mamandurrias, en euskera batua, mamandurriak.
Hace unos días se hizo viral un gráfico en el que se observaba que ya hay en Navarra más nóminas públicas que autónomos generando riqueza, es decir, impuestos con los que pagar esas nóminas públicas. ¿Es sostenible esto? Obviamente, no. Es completamente decadente, pero qué más da... si a nadie le importa la decadencia económica de Navarra, si a mí ya me va bien con mi camiseta de la euskal selekzioa, el bolsito negro cruzado, las bermudas vaqueras, mi flequillo cortado con hacha, la pegatina de la oveja en el coche viejo y mi salida con bocata llevado de casa, que tampoco estamos para hacer mucho alarde de gasto, al Pagasarri. Qué vistas de Bilbao, tú. Gora Euskkkalerría askatuta... esto no hay en España, y de vuelta al agujero de Irroña.
Txibite todo el mundo sabe que no preside nada, es la txika de los rekados de los tejemanejes de los señoros aberchándales y Sánchez, y como no molesta porque no se enfrenta al maltrato sistemático que el líder de su partido y sus socios aberchándales infligen a Navarra pues ahí sigue, tan a gusto, oyes, cobrando su nómina cada mes y en julio y diciembre dos veces.
Sube el paro foral. Te dirán que es bajísimo en Navarra, fachita. Normal, todos cobran de una diputación que si no ha reventado es porque fríe a impuestos a lo poco que queda de productivo. En diez años ha duplicado el gasto la administración, ojo al dato, y los servicios están peor que nunca, que de las listas de espera en Osasunbidea, por decirte un servicio que hace diez años funcionaba razonablemente, cuando aún era Servicio Navarro de Salud, son ya para morirte.
No sé si la teta da para mucho más, ahora que Volkswagen ha dicho que es la primera vez en su historia que contempla la posibilidad de cerrar fábricas en Alemania.
Imagínate lo que contemplan antes para la de Landaben, que ellos, a diferencia de nosotros, antes que por el vecino, miran primero por sus propios ciudadanos alemanes. Y eso es todo.
