• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Feliz año nuevo, o al menos más tranquilo

Por Javier Ancín

¿Volveremos algún tipo de normalidad previa a esta crisis ya más que sanitaria político gubernamental? 

Aún me sigue haciendo gracia. Las tradiciones familiares son así, sin mística especial pero divertidas. Mi padre aún hoy sigue vacilándome, como cuando era enano, con que esta tarde en la plaza del Castillo hay un tipo con más ojos que días tiene el año. Que si quiero ir a verlo, me dirá, y lo iremos a ver, claro, como cuando era crío y desfilábamos por las calles este último día del año con la sensación de que algo prodigioso iba a suceder. 

Con los años eso se acaba y se instala una desidia en la mirada, podría irme a dormir antes de que acabara el año, podría despertarme sin saber muy bien en qué día vivo. Ser adulto en mi caso es un continuo presente, sin mucho futuro en el que enredarse porque no existe y hacer planes es una inutilidad, por que se tuercen; y sin una capacidad especial para generar recuerdos porque total, qué necesidad habrá de cargar con ellos. 

Ese tipo que hoy se pasea con más ojos que días tiene el año posee la mirada de las mil yardas, seguro, esa que dicen que se les pone a los soldados tras la batalla, un poco irreal, un poco vacía, un poco perpleja, un poco inerte, un poco desbastada y un poco angustiada pero sin angustia. La mirada del segundo después de sentir angustia, la mirada del segundo previo a volver a sentirla de nuevo. Ahí andamos como sociedad, un poco desquiciados, un poco con estrés post-traumático, un poco con fatiga de batalla y muy hasta las narices de todo. 

Miraba el otro día a un vecino haciendo malabarismos para abrir la puerta del portal y la del ascensor por donde el sospechaba que menos la había tocado la gente, por donde menos virus podría tener las superficies. Lo qué más me llamó la atención es que ya ni disimulaba. Me da igual que pienses que soy un neurótico porque soy un neurótico o quizás ni piense que es un neurótico y crea realmente que está protegiendo su vida adecuadamente. Él me miraba con la tristeza del que ve a alguien insensato, por no repetir sus rituales de contorsionista, yo le miraba con la tristeza de ver a alguien que ha traspasado la prudencia para instalarse en la paranoia

¿Volveremos algún tipo de normalidad previa a esta crisis ya más que sanitaria político gubernamental? Muchos no, demasiado miedo inoculado desde el poder. Los que consigan olvidar quizás sí, pero no será fácil. Han sido ya varias las veces que como sociedad hemos intentado dejar de sentir pánico y cuando íbamos saliendo, ahí estaba el gobernante de turno para devolvernos al agujero de un sartenazo en la cabeza. Al gobernante le gusta que sintamos miedo, nos controlamos entre nosotros, hacemos de policías contra nuestros semejantes, y somos más inofensivos para los poderosos. 

Tomaba ayer jueves el aperitivo con un amigo, aprovechando el buen tiempo que hacía en Pamplona. Estábamos en silencio, con los ojos cerrados mientras el sol nos calentaba la cara, como dos veteranos de guerra saboreando una cerveza que les limpiara un poco el alma cuando los cañones habían cesado, cada uno de su particular batalla, cuando me preguntó si tenía algún propósito especial para el año que viene. Un año es demasiado tiempo. Se me hace ya larguísimo, por peligroso. Me salió así. Dividámoslo en tres o cuatro para hacerlo más a la nueva dimensión humana y vamos viendo, me replicó. 

¿Nos apuntamos a la Media Maratón Rock and Roll Madrid en abril y después, si llegamos, volvemos a quedar para buscar un nuevo propósito? Y no sé por qué, me supo a gloria, quizás por abarcable, tener un pequeño reto absurdo para el primer tercio del nuevo año. A lo mejor sí que hay futuro, pensé, pero busquémoslo poco a poco, para volver a acostumbrarnos. Hecho, nos apuntamos. Feliz año. Y eso es todo. 


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Feliz año nuevo, o al menos más tranquilo