• domingo, 20 de abril de 2025
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Opinión / Ha sido columnista habitual del periódico El Mundo, colaborando también con otros periódicos, revistas, programas de radio y televisión. Ha participado en el programa debate de TVE, 59 segundos.

Del brazo por la calle

Por Rafael Torres

De aquí al día 20 veremos fotos en las que los candidatos de los diversos partidos aparecerán mirándose entre sí como si se debieran dinero. 

Ojos duros, mandíbulas tensas, muecas despreciativas y sarcásticas... tal será el aporte de los contendientes a esas instantáneas de los debates. Pero, saturados de antemano de esa previsible escenografía, se agradece particularmente esa otra foto que han sacado a Manuela Carmena y a Cristina Cifuentes caminando juntas, del brazo, por la calle.

Casi nadie ya, exceptuando algunos matrimonios mayores e indestructibles en lazos y usos, anda del brazo por la calle. Será porque se trata de una manera muy elegante y muy bella de andar a dos, incompatible con la ferocidad de las calles actuales y con la actual vulgaridad de los escaparates, ante los cuales gustaban los que andan del brazo detenerse de vez en cuando. Pasear del brazo tiene su ciencia, pero se adquiere por inspiración espontánea o no se adquiere. Padres con hijos, tíos con sobrinos, amigas, amigos, colegas, novios, esposos, amantes, incluso nueras con suegras, todos pueden cogerse del brazo por la calle, a condición de respetarse y, ya para nota, quererse lo suficiente. Aunque Carmena y Cifuentes se hayan quedado sólo en lo de respetarse, ya es, en los tiempos brutalmente sectarios que corren, la leche.

Salían de comer juntas de un restaurante, y la alcaldesa, friolenta de súbito como todo madrileño después de comer, tomó del brazo a la presidenta de la Comunidad. Habían estado charlando de sus cosas, que son las nuestras, a fin de sincronizar un poco la acción de gobierno de las dos instituciones que o trabajan juntas, en la misma dirección, o Madrid se va al carajo. No se trata, ciertamente, de caer en un simbolismo pueril o exagerado, pretendiendo que los adversarios políticos sean entre ellos cariñosos como koalas, sino de apreciar en lo que vale ese gesto cortés, natural y antiguo entre dos mujeres condenadas a entenderse.

Una de las cosas más bonitas de la vida, y más baratas, es la de andar del brazo por la calle con alguien que se estima. Es más; coger del brazo, acompasar la marcha, enseña y ayuda a estimar.

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