Navarra

Así fue la dura lucha entre San Francisco Javier y San Fermín por ser el patrón de Navarra

Foto montaje de las imágenes de San Francisco Javier y de San Fermín. Navarra.com

El Papa Alejandro VII tomó una decisión salomónica después de 30 años de discusiones entre partidarios de uno y de otro.

San Fermín es, seguramente, el santo más querido en Navarra al dar su nombre a las mejores fiestas del mundo en Pamplona. El santo 'morenico' parte con ventaja en el corazón de los vecinos de la capital navarra sobre San Francisco Javier, el misionero navarro que llevó la fe cristiana a la India, China y Japón.

No obstante, lo que sí conocemos y hemos celebrado este pasado 29 de noviembre, es la festividad de San Saturnino, patrón de Pamplona. Procesión por el casco viejo, gigantes en la calle y farolillos rojos para honrar al santo de la capital navarra.

Lo que quizá es menos conocida es la enconada lucha que hubo durante décadas entre partidarios de uno y de otro santo para decidir oficialmente cuál era el más importante de Navarra.

La polémica entre San Francisco Javier y San Fermín por el título de patrón de Navarra es una parte fascinante de la historia religiosa. Ambos santos, venerados por su devoción y milagros, generaron una encarnizada disputa que dividió a la comunidad navarra durante décadas.

La canonización de San Francisco Javier en 1622 por el Papa Gregorio XV marcó el inicio de la controversia. La Diputación del Reino de Navarra, respondiendo a este acto, proclamó a San Francisco Javier como patrono, una decisión que las Cortes de Navarra ratificaron en 1624. Sin embargo, esta designación desencadenó una fuerte polémica que perduró a lo largo del tiempo.

Desde mediados del siglo XVII, la Diputación y las Cortes de Navarra se vieron envueltas en un litigio con el Ayuntamiento de Pamplona para determinar quién debía ostentar el título de patrón del Reino de Navarra: ¿San Fermín o San Francisco Javier?.

En 1643, la Diputación emitió un bando que proclamaba a San Francisco Javier como único patrón de Navarra, respaldado por la declaración del obispo de Pamplona. Los partidarios de San Fermín, sin embargo, no aceptaron esta decisión.

Argumentaban que San Fermín, siendo mártir y no solo un confesor, había contribuido de forma significativa al bienestar del reino. Además, destacaban la antigüedad y la popularidad arraigada de su patronato.

La disputa se intensificó con la participación activa de pueblos e instituciones navarras, cada uno tomando partido por uno de los santos en conflicto. Los seguidores de San Francisco Javier, influidos por los Jesuitas, contaban con el respaldo de las Cortes y la Diputación Foral.

En cambio, San Fermín encontraba apoyo en la ciudad de Pamplona, el cabildo de la Catedral y gran parte del clero, quienes miraban con recelo el poder e influencia de los Jesuitas.

Después de años de enfrentamientos y divisiones, en 1656, la Diputación y el Ayuntamiento decidieron elevar la cuestión a Roma, solicitando al Papa que resolviera la disputa.

Finalmente, en 1657, el Papa Alejandro VII emitió un decreto que proclamaba a San Fermín y a San Francisco Javier como patronos e igualmente principales del Reino. Esta decisión puso fin a la discordia y reconoció la importancia de ambos santos en la historia de Navarra.