Carta enviada por Gregorio Murillo Zardoya, ginecólogo jubilado.
- sábado, 01 de marzo de 2025
- Actualizado 13:13
Este pasado sábado se celebró en el Colegio de Médicos un emotivo acto para celebrar los 50 años de andadura del Servicio de Ginecología del anterior Hospital Virgen del Camino, hoy Hospital Universitario de Navarra.
La convocatoria consiguió reunir en una estupenda comida a unos 70 médicos ginecólogos y residentes en formación. Lo más importante fueron las muestras de afecto, cuando no de emoción, al abrazar a compañeros que ejercen en otras provincias y separados, en algunos casos, varios o muchos años.
Los que contribuimos a su puesta en marcha y a la formación de tantas promociones, ya jubilados desde hace años, pudimos, desde esa privilegiada y serena atalaya que aporta la edad, percibir la misma ilusión que teníamos nosotros y que manifiestan estas nuevas generaciones.
En los postres, palabras de agradecimiento probablemente merecidas, afloración de buenos sentimientos, algo de historia mezclada con vivencias personales, e incluso el uso del ChatGPT con el fin de que la cacareada IA nos diese pautas para el futuro. Con el recuerdo para los que se han quedado en el camino, se mostraba en forma de homenaje un sentimiento general.
La plantilla del Servicio de Ginecología en la actualidad se ha multiplicado por 5, al menos, desde aquel año 1975 en que comenzó. De no existir estructura alguna, el aterrizaje de una docena de ginecólogos jóvenes llenos de ilusión era un buen presagio. Aparte de la asistencia al parto, punto clave de nuestra actividad, referente a nivel nacional, la puesta en marcha de consultas especializadas, como esterilidad, citología, monitorización obstétrica y, posteriormente, ecografía y otras tecnologías, colmaba nuestras expectativas profesionales, máxime cuando todo estaba aderezado con una adecuada convivencia. Éramos 12, y en ese tiempo no se pensaba que fuese necesario engrosar la plantilla, salvo cuando la frecuencia de las guardias nos lo recordaba.
El inesperado desembarco, a los pocos años, de un notable grupo de ginecólogos que provenían de los ambulatorios produjo, a medio plazo, unos efectos complejos. No se sorprendan si les digo que, al no tener puestos ni espacio para todos, estos se cubrían con 2 o 3 profesionales al mismo tiempo. Naturalmente, eso no fue bueno para nadie, ni siquiera para las pacientes.
Años después, la consejería de Salud, a través de un decreto, creaba los Centros de Atención a la Mujer. Su puesta en marcha fue complicada por el incomprensible rechazo que supuso para algunos, fue boicoteada desde varios ángulos, algunos de los cuales escondían motivos inconfesables. Salió adelante tras un duro proceso. Esta organización ha significado un claro beneficio sociosanitario, un considerable aumento de la plantilla, puestos de trabajo que garantizaban la colocación de muchas promociones de residentes, y un orgullo, a juzgar por las palabras del actual Jefe de Servicio, cuando enumeraba la enorme plantilla existente.
Hoy, este modelo de exteriorización de la asistencia hospitalaria, muy evolucionado, adaptado y ya globalmente aceptado, cumple con los estándares de calidad más exigentes. La grandeza de este equipo ginecológico tan extenso y completo debe, en gran parte, estas cualificaciones a esta organización, inicialmente tan denostada.
Ojalá el Servicio de Ginecología del Hospital Universitario de Navarra prosiga su andadura otros 50 años con la misma abnegación y servicio.
Carta enviada por Gregorio Murillo Zardoya, ginecólogo jubilado.
