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Opinión / Desde Baluarte

Vientos de Penderecki, Arutiunian y Glazunov en Baluarte

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica del concierto de la Orquesta  celebrado en Baluarte con Tine Thing Helseth (trompeta) y Pablo Sánchez-Escariche (saxofón).

Concierto de la OSN con Tine Thing Helseth (trompeta) y Pablo Sánchez-Escariche (saxofón).
Concierto de la OSN con Tine Thing Helseth (trompeta) y Pablo Sánchez-Escariche (saxofón).

Ficha:

Jueves, 23 de noviembre. Cuarto concierto de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Navarra.

Director: Antoni Wit (titular).

Solistas: Tine Thing Helseth (trompeta) y Pablo Sánchez-Escariche (saxofón).

Programa:

Suite del Teniente Kijé, de Sergei Prokofiev (1891-1953)

Concertino para trompeta y orquesta, de Kristof Penderecki (1933)

Concierto para trompeta y orquesta en La bemol mayor, de Alexander Arutiunian (1920-2012)

Concierto para saxofón y orquesta de cuerdas, de Alexander Glazunov (186-1936).

Obertura-Fantasía de Romeo y Julieta, de Piotr Illich Tchaikovsky (1840-1893)

Cuando estalló la Revolución Rusa, Sergei Prokofiev inició una gira de conciertos en Estados Unidos. Cinco años después, se estableció en París. La joven Unión Soviética no trató al compositor como un fugitivo, sino como un “embajador de la cultura rusa” en Europa. Prokofiev se registró como ciudadano de la URSS en Francia y expresó públicamente su apoyo a las políticas del régimen. Pocos años después, regresó a Moscú y se instaló en un piso para componer la banda sonora de El teniente Kijé (1933). El cine mudo vivía entonces su época de desarrollo y Prokofiev aceptó el encargo.

La película, ambientada en el comienzo del siglo XIX, narra el enredo de unos miembros de la corte de Pablo I que inventan la figura del teniente Kijé para evitar una reprimenda del zar. Sobre la banda sonora, una de las más populares de la época, Prokofiev afirmó: “Para mí, lo importante es la época, el significado intrínseco de cada evento, la personalidad de cada héroe. No esperen simples ilustraciones musicales”.

En el escenario de Auditorio Baluarte, sólo se encontraba la Orquesta Sinfónica de Navarra. Antes de la salida de Antoni Wit, una trompeta emitió una melodía marcial desde algún lugar en el patio de butacas. Es entonces, con la obra ya desfilando al ritmo de fanfarria de la caja y el piccolo, cuando Wit ocupó su lugar al frente de la Orquesta.

Como advirtió Prokofiev, la suite narra la historia del teniente Kijé con un lenguaje sencillo y gráfico. Sin embargo, son las partes líricas las que trascienden la “simple ilustración musical”. La Romanza, basada en una melodía del folclore ruso titulada “Gime la paloma gris”, fue interpretada con gran sensibilidad por contrabajo y viola, aunque se percibieron algunos desajustes en la afinación. Mención aparte merece el solo de saxofón tenor en este mismo movimiento.

La segunda obra, el Concierto para trompeta y orquesta de Krzysztof Penderecki también comenzó con el sonido lejano del instrumento, esta vez desde bastidores. La noruega Tine Thing Helseth, valorada por su originalidad y creatividad, caminó hacia Wit con los pies descalzos. La obra de Penderecki, el último eslabón de la prestigiosa cadena de compositores polacos, requiere un gran dominio de la técnica de la trompeta. Con los cuatro movimientos agrupados y sin pausas, Helseth se mostró segura en los pasajes complejos del concierto más aclamado para su instrumento en los últimos tiempos. Quizá faltaron en su sonido la expresión y distintos colores de proyección que lució sobradamente en su segunda intervención: el Concierto para trompeta y orquesta de Alexander Arutiunian.

El compositor armenio dedicó el concierto al músico Z. Vartasarian y pronto se convirtió en un referente para el repertorio de trompeta. Con influencia de la música armenia, gitana o rusa, la obra explora los registros, la articulación y los matices del instrumento. La interpretación de Helseth fue emotiva: su sonido brillante y vibrado, con una proyección que colmaba el auditorio, se desplazaba por las melodías de la obra de forma orgánica. En el comienzo, enérgica y articulada. Quizá la orquesta tuvo algunas dificultades en la rítmica de este pasaje. Después, sobre un colchón delicado de cuerdas y sordina, la trompetista ofreció unas melodías dulces y nítidas.

El Concierto para saxofón y orquesta de cuerda de Alexander Glazunov, uno de los mayores exponentes del Romanticismo ruso tardío, fue compuesto casi un siglo después de que Adolph Sax inventará el instrumento de viento madera en el siglo XIX. Fue la última pieza de Glazunov y nunca pudo escucharla en concierto. Contiene influencias del jazz en su tratamiento de la armonía, pero su estructura y lenguaje son evidentemente románticos.

Las cuerdas de la Sinfónica de Navarra acompañaron con acierto a Pablo Sánchez-Escariche. Pese a que el saxofonista optó por un tempo audaz en la cadenza, destacando el carácter virtuoso de la obra, supo mantener el sonido y vibrato líricos en la mayor parte del concierto. Sus melodías, fundamentalmente románticas, contaron con un fraseo coherente y lleno de emoción en la interpretación del músico sevillano.

Por último, la Orquesta Sinfónica de Navarra ofreció la célebre Obertura-Fantasía de Romeo y Julieta, de Tchaikovsky. La composición de la obra estuvo marcada por el desengaño amoroso que sufrió el compositor ruso cuando la cantante belga Desirée Artôt contrajo matrimonio con un barítono español. Su estructura es sencilla y diferenciada: emula la pasión y el dolor shakespearianos.

La obra comienza con una melodía lúgubre en los vientos. Después, las entradas escalonadas de la cuerda. Antoni Wit optó por un tempo moderado y los ataques de las distintas secciones fueron nítidos, pero delicados. La masa sonora fue en crescendo hasta llegar a los primeros arpegios del arpa, interpretados con seguridad. La primera aparición de la melodía principal se da en la sección de violas. El tempo fue más bien ligero y resaltó, más tarde, el efectismo del tema que ilustra la lucha entre las familias Capuleto y Montesco. En algunas ocasiones, la orquesta no respondió a la ligereza de la batuta de Wit. En general, la interpretación de la Sinfónica de Navarra estuvo a la altura de una obra conocida y considerablemente compleja.


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