También eres hombre blanco cuando descubren que eres mujer pero cometes la osadía de no ser de izquierda. Si eres una mujer que no eres de izquierda, el rojerío te puede machacar de las formas más machistas que se te ocurran.

La vida política de todo ese estercolero que fue y es Podemos, que luego fue y es Sumar, que luego será y es PSOE -que es a donde espera Sánchez que vayan a morir todos los ríos de la izquierda-, se ha caracterizado principalmente por una cosa, por tomarse la política a juego, a coña, por ponerse intensitos, desagradables incluso, sin tener en cuenta que todos los tejemanejes que les han servido para darse la vida madre, tenían y tienen personas anónimas, reales, desesperadas, detrás que los sufren.
Salen a escena y, sin despeinarse, proclaman la maldad de los hombres. Del primero al último. Si tanto miedo te invade será porque de algo tendrás que preocuparte, te dicen. Todos los hombres son culpables. Todos los hombres son maltratadores. Todos los hombres son violadores. Yo sí te creo, hermana. El hombre, por definición para la izquierda, es un criminal y la mujer una víctima. Con ese esquema funcionan.
El hombre blanco, habría que matizar. Si eres hombre negro te tienen mejor considerado. Solo por serlo, no porque tengas unas cualidades morales diferentes en tu melanina. Eres negro, eres bueno. Hasta que detectan que no eres de izquierda y entonces pasas a ser hombre blanco a los efectos que nos ocupan. Si eres negro y de derechas te pueden llamar gorila sin que pase nada. Esta misma semana hemos tenido un nuevo episodio racista por parte de la izquierda.
También eres hombre blanco cuando descubren que eres mujer pero cometes la osadía de no ser de izquierda. Si eres una mujer que no eres de izquierda, el rojerío te puede machacar de las formas más machistas que se te ocurran. Que se lo digan a Barcina, cuando el mayor divertirmento que tenía la troglodita aberchandalada era llamarle puta y que se fuera a la cocina. Asirón le premió, dándole concierto sanferminero en el escenario grande, a una cantante que le compuso incluso una pieza donde hacía un llamamiento explícito a meterle una hostia. Asirón luego, sin despeinarseoak, te llena de chapas con el lema de que Irroña estará libre de agresiones sexistas, porque no considera a la mujer española mujer, sino hombre blanco.
O a Ayuso, más recientemente, que la coronan con la sofisticada acusación de que está loca. Mujer y loca, un clásico del machismo. Ida, ida... y de ahí no mueves a esta izquierda que se considera tan moderna y sofisticada. Esta misma izquierda tan moderna y sofisticada que te puede lanzar todos los tópicos y chistes de mariquitas y maricones si eres homosexual de derechas. De esta homofobia podría hablar todo lo que quisiera un parlamentario navarro que no es precisamente de izquierdas. Para la progrez si eres homosexual y no eres de izquierda, también eres un hombre blanco.
A lo que vamos. Hombre blanco, malo. Y desde ahí construye la izquierda que padecemos el axioma irrefutable de que como todos los hombres blancos son malos, no existe contra ellos ni una denuncia falsa. Todas las denuncias son verdaderas, es decir, todas mujeres son víctimas. A eso ha dedicado Errejón la vida política que le ha hecho adinerado: hombre blanco, malo; hombre blanco, culpable. Hasta que le ha tocado a él, Robespierre de mercadillo, poner la cabeza en la guillotina, acusado de abuso sexual.
Soy inocente, clama Errejón. Me han acusado falsamente. Esa mujer miente. Y entra en colisión con la izquierda que, en vez de hacer autocrítica, huye hacia adelante con el manido es que Errejón es un hombre blanco privilegiado patriarcal y facha.
Qué curioso que en cuanto inicias los trámites de divorcio, muchísimas denuncias por violencia de género que se ponen sean en viernes, para que el hombre blanco pase el finde semana completo en el calabozo y se ablande. Es decir, ceda, asuma que haga lo que haga lo van a crujir, cometiendo con él la mayor de las injusticias, la más enloquecedora, saberse inocente y estar penando por algo que no has hecho. Por decir algún ejemplo que cualquier amigo abogado, y abogada, te cuenta en cuanto te quitas el gabán de articulista. De esto no quiere hablar nadie porque la izquierda, si eres hombre blanco, te revienta. Y eso es todo.