• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Concejal de UPN en el Ayuntamiento de Pamplona.

Parlamento abierto a la victimización

Por María Caballero

El pasado 9 de diciembre, a petición de los cuatro grupos que firmaron el pacto de gobierno en Navarra (GeroaBai,  EH Bildu, Podemos e Izquierda Ezkerra  ), los familiares de presos de ETA,  miembros de la asociación  Etxerat, asistieron a una sesión de trabajo en el Parlamento de Navarra.

No sé muy bien cuál fue el motivo concreto de la invitación que se les hizo,  pero supongo, por lo que he leído y oído  después, que para exponer la situación de las familias que tienen a sus hijos encarcelados por  terroristas, algunos de ellos muy lejos de Navarra.

Es sorprendente que la institución más representativa de todos los navarros, nuestro Parlamento, acoja sin rubor a los padres y madres  de quienes han asesinado, amenazado y extorsionado a sus convecinos o a sus representantes,  para transmitirles su cariño y cercanía. Yo no salgo de mi asombro con lo ocurrido, y sobre todo con el hecho de  que hayan sido los  grupos del cuatripartito   los que lo hayan propiciado. ¡Qué claro nos ha dejado este gobierno del cambio cuales son sus prioridades en materia de terrorismo y con quién quiere mostrar su sensibilidad y empatía!  Ya no se limitan a equiparar unas víctimas con otras,  sino que han dado un paso más y nos quieren mostrar a los asesinos como víctimas de una situación trágica que les toca vivir sin mencionar la causa.

Entre los testimonios de familiares, destaco por lo que me toca,  el de la madre de los miembros de ETA  Ibai y Mikel Ayensa, este último condenado por ser uno de los tres etarras que asesinó a mi padre, Tomás Caballero, y al subteniente Casanova, algo que ha removido mis recuerdos y me ha impulsado a escribir esta carta. 

Cuando en  febrero de 2002 asistimos al juicio por el asesinato de nuestro padre, les pusimos rostro a los autores, les miramos a la cara y  escuchamos sus risas mientras  entraban en la sala acristalada. Se nos encogió el corazón cuando habló el primero de ellos, Mikel Ayensa, antes de provocar su expulsión. Sus palabras  fueron claras "solo voy a decir que Tomas Caballero era objetivo de ETA no por su ideas ni por ser concejal, sino porque su partido UPN, como el PP y el PSOE, son los responsables de la negación de Euskalherria como pueblo y de la vulneración de los derechos políticos y civiles de todos los vascos". Esa era la motivación para acabar con su vida.  También declaró: "Soy de ETA y seguiré siéndolo hasta que muera".

De ese juicio  recuerdo la acusación particular que con mucho orgullo, como decía mi madre, defendió mi hermano Javier,  y viene muy al caso reproducir aquí parte de su informe final:  "lo hicieron con una frialdad absoluta, sin importarles nada, ni el  asesinado,  ni el dolor,  ni el sufrimiento tan inútil como desgarrador que causan con estas  acciones a todas las personas de bien. Sin asumir la contradicción que supone el que luego, sin rubor alguno, con cinismo y descaro absolutos pretendan poner de manifiesto el sufrimiento que dicen que se causa a sus familias y las que ellos llaman el colectivo de presos vascos por tener que ir a visitarlos  a la carcel.

Ni mi madre, ni mis hermanos ni yo mismo podemos ir a visitar a nuestro padre a otro sitio distinto que el cementerio (....)" Y finalizaba agradeciendo  que los asesinos hubieran tenido un juicio justo, el que negaron a nuestro padre.

Es doloroso e inconcebible, en un estado de derecho,  la victimización de los asesinos confesos, juzgados y condenados. Los grupos firmantes de la comparecencia debieran reflexionar sobre lo acontecido.

Hace poco  la presidenta Barkos justificaba su ausencia en el aniversario de Casanova porque no había sido invitada, y ahora es ella la que invita al Parlamento a los familiares de sus asesinos. ¿Qué podemos pensar? ¿Alguien puede imaginar al Parlamento francés invitando a los familiares de los causantes de los atentados de París para que hablen de los kilómetros que tienen que recorrer para visitar a los asesinos  encarcelados?

No sé si después de catorce años de presidio Mikel Ayensa seguirá diciendo con la misma convicción que es de ETA y que seguirá siéndolo  hasta que se muera, pero lo que si sé es que en los  diecisiete años que han pasado desde que mató a mi padre y al subteniente Casanova,  no hemos conocido ninguna muestra del más mínimo arrepentimiento por parte de ninguno de los autores de sus muertes, ni nosotros, ni lo escucharon los señores parlamentarios que asistieron a esa sesión de trabajo, a los por cierto,  no se les ocurrió preguntarlo.Y es importante contarlo.  

Ser la familia de un asesino tiene que ser terrible, yo entiendo su dolor y sus desvelos, pero que no busquen otros responsables  que sus propios hijos, quienes, por cierto, han gozado de todos los derechos y garantías que establece nuestro ordenamiento jurídico y están cumpliendo la pena que se les ha impuesto.

¿A quién beneficia nuestro sufrimiento?, se preguntaba la madre de Ayensa.

Le aseguro que a nosotros no,  pero esa pregunta se la puede hacer a su hijo de nuestra parte.


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Parlamento abierto a la victimización