El último día de una pareja en su bar de un pueblo de Navarra después de 42 años: "Hemos sido felices"
Han compartido casi medio siglo detrás del mostrador, en jornadas marcadas por los madrugones, las charlas cotidianas con clientes y las celebraciones que se convirtieron en pequeñas tradiciones de pueblo. Joaquín Espatolero Ladrero e Inmaculada Amatriain Casanova han dicho adiós esta semana a su vida laboral, un camino que iniciaron siendo una pareja joven y que ahora, cerca de los 70 años, concluye con la decisión de jubilarse.
El martes 30 de septiembre ha sido su último día de trabajo, un cierre cargado de emoción en el mismo lugar donde han construido una rutina de décadas. Un día después arrancaba para ambos la etapa de la jubilación, con sentimientos encontrados: la satisfacción de lo vivido y la dificultad de despedirse de un espacio que sienten como parte de su identidad.
El pequeño comercio donde han trabajado se ha convertido en un referente de la localidad, muy cerca de otros negocios de toda la vida, como la histórica panadería Iso, regentada por Isabel y Arturo, o la ferretería Pérez de Larraya, que mantienen abiertas Arantxa y Paola. Este entramado de comercios tradicionales ha dado carácter a la vida del pueblo, y la retirada de Joaquín e Inmaculada marca otro capítulo en esa historia compartida.
“Son 43 fiestas en 42 años. Abrimos el 7 de septiembre de 1983 a las ocho de la tarde. Nos vamos con pena, es toda una vida lo que dejamos aquí”, confiesan con un nudo en la garganta.
El matrimonio ha cerrado definitivamente las puertas del establecimiento el pasado 18 de septiembre, aunque en realidad no han parado de trabajar. Han seguido limpiando y preparando todo para dejarlo en las mejores condiciones. Y es que el bar restaurante 1920, en la calle Santiago 2 de Sangüesa, no desaparecerá: tras dos años de intentos, han conseguido traspasarlo y reanudará su actividad a finales de noviembre.
Al recordar lo vivido, Joaquín e Inmaculada no dudan en afirmar que este tiempo les ha hecho felices. “Se podían escribir libros de vivencias. Hemos sido felices aquí, aunque hay ratos para todo. La gente se hace querer tanto que es como de tu familia. Esto es igual que un confesionario donde la gente te cuenta sus penas”, cuentan con una sonrisa.
El relevo no vendrá de casa. Sus tres hijos, Esther, Jaime y Estíbaliz, han seguido su propio camino y no han continuado con el negocio. Pero para ellos lo importante era garantizar que el bar siguiera vivo. “Era una de mis ilusiones, que no se cerrase, y espero que funcione de maravilla”, explican satisfechos.
En el horizonte se abren ahora nuevos planes. “A vivir tranquilos”, dicen. El primero será un viaje a Córcega, que tenían pendiente desde hace tiempo. A la vuelta, quieren descansar, viajar en coche por libre y pasar más tiempo con sus hijos, repartidos entre Sangüesa y Sádaba.
Las muestras de cariño que han recibido estos días les han emocionado. “Todo son felicitaciones y abrazos y eso se valora mucho. Te llega muy dentro. Sabremos de algunos clientes más que de sus propias familias. Este bar ha sido más que un negocio, ha sido parte de la vida de mucha gente”, reconocen.
Su historia comenzó con un proyecto joven y lleno de energía. “Con mucha ilusión fundamos una cafetería. En la parte de arriba teníamos una sala de baile con música diferente, y todavía recordamos aquellos bailables. Poco a poco dejamos los bailes y lo fuimos convirtiendo en restaurante. Así nos hemos ganado la vida y hemos sacado adelante a nuestros tres hijos”, recuerdan con orgullo.
La lista de agradecimientos que hacen es larga. Desde Mari Tere Prieto, que les arrendó el local, hasta los clientes de siempre, las cuadrillas que no faltan en fiestas, las txarangas que animaban los vermús, la comparsa de gigantes y cabezudos, jóvenes y veteranos, el Ayuntamiento de Sangüesa y el concejo de Gabarderal, todos tienen un lugar en su memoria.
Tampoco olvidan a quienes les acompañaron en el trabajo diario: “A todo el personal que ha trabajado con nosotros, porque sin ellos no hubiese sido posible. A todos, muchísimas gracias de corazón. Ha sido un privilegio que forméis parte de nuestra historia. Nos vemos en el pueblo”, concluyen Joaquín e Inmaculada.