Lleva más de 120 años en activo, horneando pan y dulces que han pasado de generación en generación. Pero el futuro del negocio está en el aire. Arturo Iso Chavarren, de 67 años, e Isabel Rosel Simón, su mujer, de 62, son la tercera generación al frente del obrador. Con la jubilación en el horizonte y sin hijos que tomen el relevo, se plantean hasta cuándo podrán seguir con las manos en la masa.
Es un comercio histórico en su comarca. Una zona del este de Navarra que tiene un turismo de interior importante. Se puede visitar el Monasterio de Leyre o la basílica de San Francisco Javier, además del pantano de Yesa al que se le conoce como el mar del pirineo.
Su historia se remonta a 1901, o quizás un año más o un año menos, como aclara Arturo. “El abuelo Fulgencio Iso Bandrés empezó de joven y de ahí seguimos nosotros”, explica.
Tras él, su hijo Justo tomó el relevo, pero falleció con solo 42 años, dejando el negocio en manos de su viuda, María Ángeles Chavarren Elizalde. “Nuestra madre se quedó viuda muy joven y sacó todo adelante con una entereza increíble. Se pasó más de 50 años trabajando, hasta que falleció en 1987, con 69 años”, recuerda Arturo.
De los seis hijos de Ángeles, fue él quien terminó en la panadería. “Yo era maestro, pero por circunstancias familiares acabé aquí. Llevo más de 30 años en el obrador”, comenta. Antes que él, su hermano Miguel Ángel, que sí era panadero, se hizo cargo del negocio, hasta que llegó el momento de su jubilación. Desde entonces, Arturo e Isabel han sido los que mantienen viva la panadería. “Llevamos 33 años aquí al pie del cañón”, subraya.
Su día a día empieza cuando la mayoría sigue dormida. “Nos levantamos a las 3:30 de la mañana para hacer el pan y estamos prácticamente todo el día trabajando”, dice Arturo. “Esto ha cambiado muchísimo", señala el dueño de la panadería Iso de Sangüesa.
"Antes era un negocio de verdad. Ahora hay más competencia, más variedad… Pero seguimos tirando”. Con tres empleados, elaboran pan para su propia tienda, ultramarinos de Sangüesa y los pueblos de alrededor: Cáseda, Liédena, Gabarderal, Yesa y otras localidades de la comarca.
El secreto de su éxito está en la tradición. Sus productos estrella son las mantecadas, madalenas, españoletas y tortas de manteca, pero hay dos especialidades que enamoran a los clientes: los Lolos y el roscón de Reyes.
“Los Lolos se hacían de siempre con nuestra madre. Son unas tortas de aceite, pero la masa es pan y por dentro llevan aceite de oliva, azúcar y una mantequilla casera que hacemos nosotros”, explica. “Se llaman Lolos porque cuando las mujeres venían a hacer su pan a la panadería, con la masa que les sobraba preparaban estas tortas y les llamaban así”.
En Navidad, el obrador no da abasto. “El roscón de Reyes relleno de nata tiene un éxito brutal. Al principio hacíamos unos pocos, pero ahora la demanda nos ha desbordado”, señala Arturo.
Con la jubilación a la vuelta de la esquina, el futuro del negocio es incierto. “Me dicen ‘¿Por qué no te jubilas?’ y yo les contesto ‘Voy a esperar un poco y a ver qué hace Isabel’”, comenta con una sonrisa.
Pero reconoce que el relevo es difícil. “Nosotros no tenemos hijos y este es un trabajo muy sacrificado. Hay que estar aquí a todas horas”. Por ahora, siguen. “Vamos a aguantar hasta que podamos”, dice Arturo. Y después… ya se verá.