Carta al director enviada por Ignacio Del Villar.
- miércoles, 22 de enero de 2025
- Actualizado 18:23
Carta al director enviada por Ignacio Del Villar.
El célebre filósofo ateo Jean Paul Sartre escribió un auto de Navidad para una representación teatral de Nochebuena cuando tenía treinta y cinco años. Se encontraba en un campo de concentración, y sus compañeros le pidieron que redactara un texto con el que levantar el ánimo, algo que también sería oportuno en este año marcado por la desgracia de Valencia y tantas guerras.
El caso es que nos dejó un escrito de una enorme belleza, del cual extraigo la frase más emotiva. La pone en boca de María, supliendo ese silencio de los evangelistas a la hora de contar qué sintió Nuestra Señora cuando tenía a Jesús en sus brazos:
[La Virgen María] le mira y piensa: «Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos y el trazo de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece!»
Y a ninguna mujer le ha cabido la suerte de tener a su Dios para ella sola: un Dios tan pequeño que se le puede tomar en brazos y cubrir de besos, un Dios tan cálido que sonríe y respira, un Dios que se puede tocar. Y que ríe. Y es en uno de esos momentos cuando yo pintaría a María, si supiera pintar.
Tanto se le parece Jesús a María que hasta tiene células suyas. En 1996, la doctora estadounidense Diana Bianchi descubrió que, durante la gestación, la madre y el hijo intercambian células a través de la placenta. Algunas de estas células permanecen en ambos organismos a lo largo de toda la vida, y tienen una función importante en los procesos de regeneración y reparación de tejidos.
De modo que la ciencia entabla un diálogo con la religión, haciéndonos descubrir con qué intensidad Dios se ha fundido con la humanidad. Dios podría haberse hecho hombre sin necesidad de María, pero lo hace en el seno de la Virgen porque quiere hacernos ver cuánto se implica con nosotros, a través de la relación materno-filial, una de las más maravillosas y sorprendentes que existen en el mundo. El apego del hijo a la madre no es solo psicológico, también es físico. María llevaba células con el ADN de Jesús, con el ADN de Dios, y Jesús contenía células con el ADN de María. No me extraña que Sartre escribiera en boca de María: “Es Dios y se me parece”.