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Blog / La cometa de Miel

A la pobre Pepita no la dejan descansar

Por Pablo Sabalza

No mires lo que fuimos; mira lo que somos (Francisco De Goya).

Se llamaba Pepita Tudó.

Cuentan que fue, primeramente, la amante de Godoy, primer ministro del monarca Carlos IV y, años después, esposa de éste. En realidad se llamaba Josefa Petra Francisca de Paula de Tudó y Catalán, Alemany y Luesia, I Condesa de Castillo Fiel y I Vizcondesa de Rocafuerte.

Simplemente, quería apuntarles que al parecer ella, y no otra, es La maja desnuda pintada por Goya entre 1795 a 1800.

Cuentan que en la época del artista la obra fue reconocida por La gitana.

El caso es que en 1807 el lienzo pasó a manos de Fernando VII y en 1814 la propia Inquisición decidió depositarla en una sala de la Real Academia De San Fernando, fuera de la vista del público, al clasificar la obra de obscena y atrevida. Incluso Goya fue llevado a juicio, aunque salió absuelto gracias al apoyo de un cardenal llamado Luis María Borbón y Vallabriga.

El pasado 19 de octubre, con motivo del Día Internacional de la lucha contra el Cáncer de Mama, la Fundación ‘Cultura en Vena’ organizó un encuentro llamado ‘Arte y Salud/De la Piel al Lienzo: Otra mirada sobre el cáncer de mama’ con el propósito de poner en valor los inestimables vínculos entre ambos mundos.

La fundación presentaba un proyecto en el que tres réplicas de obras esenciales de la historia del arte eran intervenidas digitalmente por el fotógrafo Jorge Salgado.

Las tres obras eran Adan y Eva (1531) de Hans Baldung Grien, Venus y Cupido (1606-1611) de Peter Paul Rubens y, como no, nuestra amiga, Pepita, es decir, La maja desnuda de Francisco de Goya.

A través de este proyecto se preguntaban si estas obras hubieran pasado a la historia de la misma forma que lo han hecho si tuvieran el pecho mastectomizado.

*Una mastectomía es una cirugía para extirpar un seno. Se realiza para tratar o para prevenir el cáncer de seno. La cirugía preventiva se practica solamente en pacientes de alto riesgo

En la obras intervenidas por el fotógrafo las tres protagonistas muestran sus pechos mastectomizados, igual que el único personaje masculino, ya que, “no hay que olvidar que, aunque en un porcentaje muy inferior, la enfermedad puede atacar también a los hombres.”

"Todo esto tiene un efecto muy potente, ya que los museos y los centros de cultura operan como aparatos de legitimación de cultura visual, y es muy importante reflexionar sobre lo que vemos y lo que no vemos", comentaba la historiadora del arte Ana Folguera, autora de los textos que acompañan los lienzos.

El caso es que Pepita podía haber seguido su vida pictórica, tranquilamente, si no fuera porque esta pasada semana volvió de nuevo a estar en el foco de atención mediática.

Les pongo en antecedentes.

Una organización ambientalista nacida el pasado mes de febrero tiene como objetivo paralizar la concesión de nuevas licencias de extracción y la producción de combustibles fósiles. Se les ha podido ver interrumpiendo premios cinematográficos, partidos de fútbol u otros deportes como de Fórmula 1, por ejemplo.

Ahora, esta protesta, se ha extrapolado también a las obras de arte y así se les pudo ver cubriendo el lienzo, El carro de heno, de John Constable (1821), con una ilustración impresa que lo reproducía alterado, añadiendo elementos modernos como una carretera, para evocar una visión apocalíptica del futuro que representaba el colapso climático; otros militantes se pegaron, sí está leyendo bien, se pegaron al marco de La última cena de Leonardo Da Vinci o al cristal que protege el lienzo de La primavera de Boticceli e, incluso, a la Masacre en Corea de Picasso.

No sé si se acuerdan de las activistas que arrojaron el contenido de dos latas de sopa de tomate sobre la valiosa obra de arte, Jarrón con catorce girasoles de Van Gogh, para después pegar sus manos a la pared con pegamento, al tiempo que una de ellas lanzaba el mensaje con el que la pareja quería dar sentido a su acción:

«¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Te preocupa más la protección de un cuadro o la protección de nuestro planeta y de las personas?, pues eran de la misma organización.

Y como aquí en España no podía ser menos, ¿a quién le tocó?

Exacto. A Pepita.

Dos jóvenes activistas ecologistas de la organización, Futuro Vegetal, llegaron al Museo del Prado escribiendo con pintura negra "+1,5º" para alertar sobre la subida de temperatura global provocada por el cambio climático para, posteriormente, pegar sus manos a los marcos de La maja vestida y La maja desnuda de Goya…

Cae la tarde noche en este domingo de noviembre.

Desnuda, surge la luna como un diamante bañándose en un inmenso lago sin nubes.

Y así imagino a Pepita.

Acostada con sus muslos de diosa sobre un lecho revuelto.

Sin rasos azules ni sedas de oro. Sin gasas verdes ni terciopelos malvas.

Dulce y velada con toda su policromía.

Admirando este cuadro que no es otro que nosotros mismos desfilando frente a ella.

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A la pobre Pepita no la dejan descansar