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Opinión / Desde Baluarte

Isabel Villanueva debuta en Baluarte

Por Ana Ramírez García-Mina

Crítica del concierto de la Orquesta Sinfónica de Navarra con el debut de la pamplonesa Isabel Villanueva

Concierto de ciclo de la Orquesta Sinfónica de Navarra que acoge el debut de la prestigiosa violista pamplonesa Isabel Villanueva. PABLO LASAOSA13
Concierto de ciclo de la Orquesta Sinfónica de Navarra que acoge el debut de la prestigiosa violista pamplonesa Isabel Villanueva. PABLO LASAOSA13

Ficha: Viernes 23 de febrero, a las 20.00h en el Auditorio Baluarte. Octavo concierto de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Navarra.

Director: Jacek Kaspszyk

Solista: Isabel Villanueva (viola)

Aforo: completo (en patio de butacas)

Programa:  Melodías polacas para orquesta, op. 47 núm 2, de Mieczyslaw Weinberg (1919-1996)

Concierto para viola y orquesta, de William Walton (1902-1983)

Cuarteto para piano en Sol menor, op. 25 (orquestado por Arnold Schönberg), de Johannes Brahms (1833-1897)

ISABEL VILLANUEVA DEBUTA EN BALUARTE

Cuando Mieczyslaw Weinberg, judío de origen polaco, preparaba un traslado a los Estados Unidos para continuar sus estudios de piano en el Curtis Institute of Music de Filadelfia, el ejército nazi asoló Varsovia. Weinberg tenía veinte años y huyó a pie hacia Bielorrusia. Su hermana pequeña y sus padres permanecieron en Polonia. Fueron asesinados en un campo de concentración cuatro años después.

Weinberg consiguió graduarse en el Conservatorio de Minsk, justo cuando Hitler declaró la guerra a la Unión Soviética. Entonces, la mediación de un alumno hizo que una de sus obras llegara a las manos de Dmitri Shostakovich. El compositor ruso, atraído por el talento de Weinberg, ofreció su ayuda para que pudiera llegar a Moscú. Allí, los dos músicos se unieron en una amistad que sólo rompería la muerte de Shostakovich, años más tarde.

Fue en 1949 cuando Weinberg compuso las Melodías polacas para orquesta interpretadas por la Orquesta Sinfónica de Navarra en el Auditorio Baluarte. La pieza pertenece a una de las etapas más infelices en la vida del músico, entonces fugitivo y refugiado bajo la suela del estalinismo. Por eso, llama la atención el carácter alegre de las Melodías. Quizá se referían a una infancia lejana en Varsovia.

Bajo la dirección del polaco Jacek Kaspszyk, la orquesta se mostró segura. Los múltiples solos de la obra, que comienza con el fagot y la trompa en un colchón de contrabajos, se repartieron con ligereza en la sección de viento madera. Los diálogos entre clarinete, oboe o fagot fueron claros y fluídos. Los gestos amplios de Kaspszyk indicaron rubatos expresivos en los valses, recogidos eficazmente por la orquesta. Las Melodías, que remitían a una danza, una canción infantil o una marcha marcial, sonaron alegres y bien ejecutadas.

La violista pamplonesa Isabel Villanueva protagonizó la parte central del concierto y debutó en el escenario del Baluarte con el Concierto para viola y orquesta de William Walton. La parte solista es una de las más célebres para el instrumento por su belleza y dificultad. En ella, Walton explora la voz de la viola llevándola a sus límites técnicos y expresivos con grandes intervalos, armónicos y un virtuosismo asfixiante.

La interpretación de la violista fue acertada, con picos de expresividad y brillantez en el tercer movimiento, pero mermados por una proyección escasa. Los matices de su viola no se percibieron en profundidad porque se diluyeron en la masa orquestal.

El acompañamiento destacó por sus momentos de fuerza brillante (como en la fuga del tercer movimiento, iniciada con unos intervalos de quinta en los chelos) y unas transiciones orgánicas entre los temas. Sin embargo, los ritmos complejos de Walton, quizá provenientes de la influencia del jazz, no quedaron del todo definidos y, por esa razón, resultaron confusos.

Villanueva optó, en general, por un tempo ligero y flexible en los pasajes más dramáticos. En momentos puntuales del primer movimiento, Kaspszyk no logró la sincronía entre orquesta y violista. En su registro más alto, la proyección de la solista aumentó y fue en esos pasajes donde la voz oscura de la viola brilló por encima de la orquesta. En el movimiento central, quizá el más complejo técnicamente, Villanueva tuvo algunas dificultades que subsanó en el Allegro moderato. La solista supo extraer a la viola matices interesantes a través de la velocidad y situación del arco.

Destacaron en esta sección las melodías de fagot y clarinete. Como propina, Isabel Villanueva ofreció la Sarabande de la Suite para violonchelo en Sol mayor, de Johann Sebastian Bach. Sobria y profunda, se pudieron apreciar todos los matices de su viola Enrico Catenar.

En la segunda parte, la Orquesta Sinfónica de Navarra interpretó el Cuarteto con piano en Sol menor de Brahms, brillantemente orquestado por Arnold Schönberg. Aunque la música de Brahms es clásica en los aspectos formales, posee una gran carga dramática que se transmitió eficazmente en el escenario del Baluarte.

El último movimiento del Cuarteto, Rondó alla zingarese, es quizá el más célebre. Las cuerdas graves comenzaron a esbozar los ritmos eslavos en col legno (efecto que consiste en golpear la cuerda “con la madera” del arco) o richoché (en francés, “rebotar” el arco sobre la cuerda). Kaspszyk, de gestos amplios, condujo a la orquesta con sentido del rubato y coordinación en un gran Brahms que arrancó los aplausos del público.


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Isabel Villanueva debuta en Baluarte